Juegos en familia, sin fútbol ni cumples: así vivieron padres y niños el confinamiento

El aislamiento domiciliario del que ya se cumple un año modificó el día a día de las familias y provocó una ruptura con muchas rutinas, pero ¿cómo lo vivieron pequeños y mayores?

Padres jugando con sus hijos durante el confinamiento

Pilar AbadMaría Bandera

Publicado el - Actualizado

14 min lectura

El confinamiento de marzo a mayo de 2020, del que ya se cumple un año, modificó el día a día de las familias y provocó la ruptura con sus rutinas dejando a los más pequeños sin clases presenciales, sin acceso a espacios abiertos o sin el necesario contacto con sus amigos, mientras buena parte de los padres tuvieron que hacer malabares para teletrabajar mientras cuidaban de ellos.

Pese a todo, según advierte un estudio, los niños experimentaron más emociones positivas que negativas durante ese tiempo, pero no de igual manera, conforme aumentaba la edad, el impacto emocional se iba intensificado. Los alumnos de Primaria, por ejemplo, se mostraron con más miedo y tristeza que los de Infantil, que tuvieron un comportamiento más nervioso.

MÁS TIEMPO EN FAMILIA

Si algo echó de menos la infancia confinada fue a sus amigos. El estudio, que analizaba el impacto socioemocional y educativo del confinamiento en los más pequeños de la casa, concluia que los juegos en familia y el apoyo en los deberes rebajaron en buena medida su tristeza.

A pesar del "aburrimiento" que pudieron acusar, como recuerda Raúl de 7 años, por lo general los niños no parecen haber sentido soledad ya que han compartido más tiempo con sus familias. Es el caso de Isabel y Nora que con tan solo 5 años aún recuerdan los juegos con sus padres, a los que habitualmente por el trabajo no ven todo lo que desearían. “Me ha gustado estar mas tiempo con ellos y hacer manualidades”, recuerdan con alegría también Maeva y su hermana Chiara, de 6 y 4 años .

El caso de María es en cierta forma distinto. Ella tiene 20 años y cursa Medicina fuera de su ciudad. Aprovechó el confinamiento para estudiar, pero también para disfrutar de una familia de la que está mucho tiempo alejada. “Fue muy bueno pasar la época de exámenes con el apoyo de mis padres y de mi hermana, todo tiene su lado positivo”, señala:

CLASES ON LINE

La premura del confinamiento hizo que profesores, padres y niños tuvieran que dar solución exprés a una situación desconocida. Las clases on-line, que aún hoy en día no hemos perdido de vista, se presentaron entonces como la única alternativa para dar continuidad a la enseñanza.

Los colegios, -con el impagable tesón de los profesores-, se esforzaron por elaborar unos primeros programas educativos a distancia que con el tiempo tuvieron que ir limando. Un titánico esfuerzo del que los pequeños no se quedaron al margen. “No me enteraba mucho de las clases”, reconoce Carlota de 10 años a COPE. Pero no quedaba otra y algunos como Héctor (9 años) tuvieron que acostumbrarse -y rápido- aunque no les "gustaran ni las videoconferencias ni los exámenes on line". Al final se pusieron las pilas y “se adaptaron” a la atípica situación, reconoce Natalia (16 años):

DEBERES

Las precipitadas clases on-line se juntaron durante el confinamiento con los deberes habituales en casa, sin un tiempo en la calle que permitiera la desconexión, lo que llevó a muchos niños a acusar un exceso de tareas. “Nos mandaban muchos deberes y casi no podíamos ni jugar, solo los fines de semana”, recuerda todavía Paula de 11 años que reconoce que pese a todo no vivió la situación como “algo dramático”. Con el paso del tiempo, añade Ismael a sus 15 años "nos fuimos adaptando" y al final "no fue tan malo":

CUMPLEAÑOS Y FUTBOL

Son muchas las cosas que tuvieron que aparcar los niños por aquel entonces, pero de entre todas, quizás dos las acusaron de forma especial; el fútbol y la celebración de los cumpleaños. Martín tiene 9 años, el confinamiento no lo llevó mal, como a la gran mayoría la tecnología le ayudó a seguir en contacto con sus amigos, con los que jugaba "entre clase y clase”. Sin embargo lamenta no haber podido celebrar su cumpleaños “como él hubiera querido”, seguramente en un parque de bolas, con tarta, chuches y muchos abrazos de sus amigos. Es el caso también de Pablo que pese a tener que celebrar sus 10 años en casa, al final no lo pasó tan mal.

Otra de las nostalgias de los pequeños en aquel momento fueron los entrenamientos y los partidos de fútbol que tuvieron que suspenderse prácticamente hasta el curso siguiente. “Lo pasé bastante mal, me encanta el fútbol y cuando volví me tocó empezar de nuevo, había perdido el tacto del balón”, lamenta Carlos de 11 años.

Algo parecido vivió Sergio que a sus 10 años tuvo que pasar una larga temporada lejos de su equipo al que “echó mucho de menos”, eso sí, sin perder de vista que su esfuerzo ayudó a que en su familia “nadie cayera enfermo”.

LA SALUD ANTE TODO

Si hay algo que ha llegado al alma a los niños, es la distancia con sus abuelos. Pero han estado bien aleccionados. Sabían que de esa distancia dependía en buena medida la salud de quienes también sufrían por no verles. “Fue muy rollo pero por suerte en mi familia nadie se puso malo”, sacan en positivo Nuño, de 10 años y Carlos que reconoce que "dentro de lo malo", ninguno de sus seres queridos "estuvo en riesgo de muerte".

UNA MIRADA AL FUTURO

Atrás queda el confinamiento, del que, según han dejado claro en COPE han sido muy conscientes. En general tienen claro que no les gustaría “repetir” una situación igual. Pero son niños y sus cabezas ya están en otra cosa, quieren perder de vista la covid, un virus que ha condicionado -y mucho- buena parte de sus vidas. Muchos como Adriana de tan solo 4 años, saben que el no volver atrás depende en buena medida del éxito de la vacuna:

PERO, ¿CÓMO LO HAN VIVIDO PADRES Y ABUELOS?

Sofía es madre de tres hijos, el pequeño de dos meses que es sin duda la gran alegría del confinamiento. Cuando se cumple un año desde que nos vimos obligados a encerrarnos por el coronavirus, esta madre, recuerda el que para ella "fue el momento más importante del confinamiento”.

"En abril supe que estaba embarazada por tercera vez y que íbamos a ser padres de familia numerosa y aunque un poco en shock y con sorpresa, lo acogimos contentos y felices”. Aunque es cierto que todos esos días no fueron fáciles “con momentos en los que lo veíamos todo más cuesta arriba, nos preguntábamos cómo íbamos a poder con un hijo más”.

Incertidumbre, desconocimiento, estrés, juegos, alegría y de pronto Sofía encontró un rayo de luz en la oscuridad. “Leí que a los nacidos en la pandemia se les llamaba la ‘generación de la esperanza’, entonces pensé que llegaba alguien que venía a traer algo diferente a nuestras vida y así ha sido.

David llegó con Filomena, en pleno temporal, "todo un superviviente”. "Transmite una paz y una tranquilidad en los momentos que más falta hace".

Habitación bebé

Habitación bebé

David transmite una paz y tranquilidad en los momentos que más falta hace

Nos habla Sofía también de cómo vivieron esos meses en casa con dos niños pequeños, una situación en la que ella y su marido teletrabajaban aunque con ciertas dificultades. “No es fácil cuando tienes a niños tan pequeños, las horas de las siestas eran una gozada, incluso las horas de la noche porque era el momento en el que tranquilamente podrías dedicarte a trabajar sin interrupciones, el resto del día, tan pronto comenzaba una reunión empezaba un grito... ¡cuántas reuniones interrumpidas por los niños!”.

Días de caos, de desorden, “era como si hubiera pasado una bomba nuclear en casa con la ropa y los juguetes tirados por el suelo, todos en pijama…”, recuerda Sofía que admite que pese a tratar de mantener el orden y seguir una rutina, al no cansarse porque no corrían, tampoco se dormían pronto. "Se levantaban más tarde, era un círculo vicioso. “¿Qué clase de rutina es estar encerrados en casa una familia de cuatro con dos niños, trabajando desde casa y sin poder ni a la puerta?”.

Sí que agradecí vivir esos momentos importantes junto a los niños

Al igual que la noticia de su embarazo, Sofía tampoco olvidará el tiempo que pudo disfrutar junto a sus otros dos hijos con los que habitualmente apenas pasa un par de horas al día. "Agradecí que esos momentos, especialmente con el pequeño, el no perderte esos primeros meses de vida, que sí que me perdí con la mayor cuando tuve que incorporarme de la baja maternal".

Un año más tarde, todavía en casa de Sofía hay un misterio sin resolver “porque nos desaparecieron muchas cosas”. "Las escondería, y algunas las hemos podido recuperar, eso sí han aparecido en los lugares más sorprendentes… pero hay otras que ni rastro de ellas”.

Julia es madre de un niño de apenas dos años, en el confinamiento su pequeño tenía 9 meses, ni gateaba ni se ponía de pie. Aunque su marido teletrabajó en alguna ocasión, prácticamente ella pasó estos meses sola al cuidado del bebé y con la incertidumbre de lo que pudiera ocurrir.

Un año después, lo que vivió en aquellos meses podría resumirse en miedo a que su bebé “cogiera cualquier otra enfermedad".

Llegamos a tener como un síndrome de Diógenes, guardando cualquier cosa que nos sirviera para hacer juguetes

A esa preocupación de Julia se une también a la intensidad con la que vivió aquellos días “en los que estuvimos encerrados en casa 24 horas al día con el bebé, se hacían muy largas”. "Quería siempre estar en brazos, muchos llantos, mucho pecho… intentabas calmarlo, entretenerlo y si lo conseguías, al día siguiente no te servía lo hecho el día anterior”. Así, ambos padres se convirtieron en fabricantes de juguetes, inventores de juegos y contadores de cuentos para conseguir entretener a un hijo que por su edad no entendía lo que ocurría.

Como relata Julia “llegamos a tener una especie de síndrome de Diógenes, guardábamos todas las cosas que nos servían para inventarnos juguetes, desde una garrafa de agua hasta cajas, cualquier cosa servía".

Bebé jugando dentro de una caja de cartón

Bebé jugando dentro de una caja de cartón

Al fin y al cabo fue un periodo de “adaptación” y de “cambio de mentalidad” en elque pensabas“que tu bebé se estaba perdiendo muchas cosas; el no ver a sus abuelos, disfrutar de su familia, amigos, de no salir a la calle…”. Pese a todo "había que ser consciente de que lo primero y más importante es la salud y aunque él no lo entendiera, era lo que lo que tocaba”.

Al bebé le daba pánico salir a a la calle

Mucho se ha hablado de las secuelas del coronavirus, de los trastornos que han sufrido algunas personas tras el confinamiento, y en este aspecto nos cuenta la experiencia cuando se pudo salir a la calle “al niño le daba pánico salir a la calle”. "La primera vez miraba con cara de miedo el ascensor y antes cualquier persona que se le acercara, se ponía a llorar”. Durante unos meses su mundo “solo era su papá y su mamá, no había nadie más, porque aunque hiciéramos videoconferencia con los familiares, él no entendía ese contacto tan directo con otra persona y le asustaba".

Alfonso y Cinta son un matrimonio, padres de dos niños de 13 y 10 años, Alicia y Javier. Alternaron el teletrabajo de él con el trabajo presencial de ella, y aseguran que “el confinamiento al principio fue algo frustrante”. "Durante esos meses pasaron por todas las etapas, desde la alegría de los niños de no tener que ir al colegio, al miedo por saber qué iba a pasar".

Nos costó más adaptarnos a esta situación a los padres

Una adaptación “que para los niños fue rápida”, sin embargo a los padres "nos costó adaptarnos, rodeados también por esa incertidumbre de no saber lo que pasaría”.

Hermanos estudiando juntos

Hermanos estudiando juntos

Al tratarse de niños algo ya mayores, el hecho de no salir de casa “lo llevaron con mucha resignación y paciencia". “Aprovechamos para pasar más tiempo juntos, pero se hizo algo pesado".

Eso sí, al igual que el resto de las familias, ellos también disfrutaron de más tiempo juntos y de aprovechar esos momentos que años atrás se habían perdido.

Ana Belén y Marta son otras dos madres que vivieron el confinamiento en situaciones muy distintas. Ana Belén, propietaria de un comercio, siguió yendo a trabajar porque su profesión era “primera necesidad”. Marta, sin embargo, teletrabajaba en casa.

Ana Belén, madre de tres niños, “dos de ellos mayores que lo llevaron bastante bien”, y otro más pequeño de 9 años, “que en un prinicpio se lo tomó bien porque lo veía como unas vacaciones". Marta, madre de dos niñas de 13 y 10 años, Aitana y Alicia, a quien el recuerdo de aquellos meses le "remueve". "Independientemente de que no fueron días fáciles, se juntan recuerdos bastante agitadores, porque teletrabajaba, tele- estudiaba con mis hijas, telecocinaba, hacía compras…. me costó coger el ritmo".

Nunca antes se había trabajado con las clases online, no estábamos acostumbrados a afrontar eso

Coinciden estas madres en la dificultad de las clases online porque “no estábamos acostumbrados". Recuerdan el “caos” a la hora de utilizar esas plataformas porque “a veces no funcionaban las aplicaciones de los móviles, había que hacer fotos y no sabías si llegaban o no, enviarlo todo vía mail, conectarse a las clases… y siempre con preguntas a otros padres, compañeros y profesores”. Una etapa que ambas recuerdan con “agobio” pero de la que también “aprendimos mucho”.

Una madre estudiando con su hija durante el confinamiento

Una madre estudiando con su hija durante el confinamiento

Aunque poco a poco madres e hijos se fueron adaptando a esta nueva forma de enseñanza, tanto Marta como Ana Belén aseguran “que se echaba mucho de menos el contacto físico, con los compañeros y profesores”. Es más, en el colegio de la hija mayor de Marta, Aitana, se celebró la primera graduación online de la historia de ese centro.

En casa de Ana Belén se vivieron estos días con cierta tranquilidad. “Mi hijo tampoco tenía una obsesión de necesitar salir a la calle” y una vez que ya en el mes de septiembre pudieron volver a sus clases “lo afrontó con toda normalidad.

Todo ha sido un aprendizaje que nos ha servido para afrontar las cosas

Marta recuerda también los días en los que “había cosas positivas como aprender a conectar con amigos y familiares a través de las pantallas” aunque reconoce haber vivido en “un tobogán de emociones".

A pesar de todo, ambas coinciden en que “todo ha sido un aprendizaje que ha servido para saber afrontar las cosas, verlas desde otro punto de vista y haber estado más tiempo en familia”.

ABUELOS EN EL CONFINAMIENTO: UNA SOLEDAD SUPERADA POR LAS VIDEOLLAMADAS

Si padres y niños pasaron días complicados no hay que olvidar cómo los pasaron los abuelos. En residencias, en casa o en soledad sin contacto con sus nietos y con el único consuelo de verles a través de la pantalla de un móvil.

Por eso, en este aniversario no podemos olvidarnos de quienes día a día superaron todos los obstáculos y fueron capaces de adaptarse, no solo a la nueva situación, sino a los nuevos tiempos y convertirse en los abuelos 3.0, los abuelos digitales.

Pilar tiene un único nieto, Sergio, de 8 años al que durante el confinamiento “echaba mucho en falta”. Por suerte Pilar vive cerca de él con lo que podían saludarse "desde la terraza", recuerda emocionada.

No fueron días fáciles para Pilar que con nostalgia recuerda que "momentos mejores y peores". "Eché de menos a mis amigas, salir a desayunar con ellas, a pasear…", aunque la lectura fua una tabla donde agarrarse “me ha salvado mucho de mi soledad”.

Abuelos y nieto se saludan desde las terrazas durante el confinamiento

Abuelos y nieto se saludan desde las terrazas durante el confinamiento

Asun, “la yaya”, tiene tres nietos, dos niñas y un niño (el pequeño). Ahora que echa la vista atrás y ve que la vida "ha cambiado mucho”. Son las primeras palabras de una abuela, como tantas otras, que ha vivido en una cierta soledad junto a su marido sin lo más importante en sus vidas: los nietos.

Para Asun, “lo peor ha sido no poder abrazar, besar o achuchar a nuestros nietos” y recuerda que muchos de nuestros mayores “han entrado en depresión por lo vivido”.

Recalca esta 'yaya' que “ha sido un año muy difícil para todos, no solo para los mayores” mientras desea “que pase pronto”.

Los abuelos echaron en falta los abrazos y besos de sus nietos durante el confinamiento

Los abuelos echaron en falta los abrazos y besos de sus nietos durante el confinamiento

Hortensia vive sola en Granada y es abuela de cuatro nietos que viven fuera. Reconoce que el distanciamiento y la falta de movilidad, "era lo peor". Y es que para esta abuela el vivir lejos de sus hijos y nietos marcó un confinamiento que sobrellevó gracias a las videollamadas "con los pequeños y los amigos”.

Si difícil era la lejanía con los suyos, también lo era el vivir esos días en soledad, por eso Hortensia siempre recordará “los aplausos de cada tarde".

Nieto en una videollamda con su abuela durante el confinamiento

Nieto en una videollamda con su abuela durante el confinamiento

Isi tiene cinco nietos, tres de ellos viven en Noruega desde hace tiempo, los otros dos, en Madrid al igual que ella. Aunque pertenece a esos “abuelos digitales” , su primer recuerdo es de “tristeza". "No podíamos visitar ni ver a nuestros nietos o que vinieran a vernos”.

Así que desde el primer momento, se hacían videollamadas diarias, "el pequeño me mandaba vídeos con lo que había hecho a lo largo del día”. También “hacíamos retos”, cuenta Isi.

Pero para ella esto no era ninguna novedad, es algo que lleva haciendo tiempo "con los nietos que tengo en Noruega".