¿Por qué los hijos agreden a sus padres?

Las madres son las principales víctimas, sobre todo en familias monoparentales

Sefi García

Publicado el - Actualizado

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En la España confinada se presentaron 5.000 denuncias de padres que habían sido agredidos por sus hijos, según los últimos datos hechos públicos por la Fiscalía General. La cifra se ha multiplicado exponenciamente tras la crisis sanitaria.

Son casi el 18% de los expedientes judiciales abiertos a menores. Cuando empiece el curso, en el mes de septiembre la Fiscalia, en su memoria general, refrescará los datos, aunque los especialistas nos advierten que la cifra de conflictos familiares se ha duplicado. Las denuncias son solo la punta del iceberg, se calcula que cerca de medio millón de menores maltratan a sus padres, y solo entre el 10 y el 15% de las agresiones llegan a los juzgados. Las vacaciones, nos confirman, son la peor época: ocio y convivencia multiplican exponencialmente los conflictos.

La psicóloga Ana Altabás, especialista en conflictos familiares, comprueba cada día en su consulta, como tras la crisis sanitaria cada vez llegan más padres desbordados por la violencia que ejercen sus hijos hacia ellos. Cargados de culpa y de vergüenza. “Es un problema oculto-reflexiona- porque detrás está la dificultad de esos padres para dar el paso y tomar medidas”.

Cifras, perfiles y vergüenza

Las madres son las principales víctimas, sobre todo en familias monoparentales. No hay distinción de clase social. En 7 de cada 10 casos, ese deleznable comportamiento comienza a partir de los 12 años, aunque la media de edad de los agresores paternofiliales es de 15 años. Tres de cada 10 son hijos únicos. El 17% han sufrido acoso escolar y 4 de cada 10 han sido testigos de algún tipo de violencia. Por sexos, las chicas, ejercen violencia psicológica y emocional, y empiezan antes, “llegan a escaparse del domicilio hasta dos días de casa sin avisar”, explica la especialista. Estadísticamente son el 37%.

Los chicos protagonizan el 63% de las agresiones, y utilizan “amenazas y vejaciones, seguidas portazos, empujones, golpes a la pared, acompañado de consumo de tóxicos y ocio. A partir de la ESO-puntualiza Ana Altabás- ya encontramos casos que llevan un recorrido de violencia que comienza con violencia verbal y siguen las agresiones físicas. Es una espiral de la que es difícil salir sin ayuda.”

Los padres llegan a su consulta “con gran frustración y vergüenza y sentimiento de culpa. Y el problema añadido es que la frustración lleva a los padres a usar la violencia con sus hijos”.

Preguntamos a la doctora Altabás cuál es la línea roja, el punto de inflexión que debe hacernos reaccionar y buscar ayuda externa y lo tiene muy claro: “el primer empujón, el primer forcejeo. Ese es el momento en el que debemos acudir a consulta. Ya cuando las cosas se ponen más feas y detectamos delito, cuando llegan a robar, por ejemplo, es el momento de interponer una denuncia”.

¿Por qué?

Tras la Segunda Guerra Mundial, en los Estados Unidos, se implantó la idea de criar a los hijos entre algodones, de darles estabilidad y bienestar. Esa corriente se extendió por el mundo occidental a lo largo de los siguientes años. Hoy en día, nos cuenta Javier Urra, director de RECURRA GINSO, que a partir de ahí hemos creado “una sociedad muy sobreprotectora con los hijos, tenemos pocos ...el niño se convierte en un tesoro, y muchos padres tienen la sensación de que tienen que ganarse su cariño, los padres se dejan chantajear. Antes se nos educaba a escuchar a los padres, hoy quieren comprar el cariño del hijo: el niño se convierte en dictador”.

En su centro han atendido a más de 1.500 chavales que ha tenido una estancia media de 11 meses.

Javier Urra es uno de los mayores expertos en comportamiento de los menores. Fue defensor del menor en Madrid, y ahora mismo trabaja con la fiscalía del tribunal Superior de Justicia y en los juzgados de menores de la capital.

Nos recuerda que “los padres tenemos que asumir ser maduros, que los niños cuando son pequeños lloran, que los adolescentes retan, tenemos que asumir que debemos ser un frontón, nuestro padres también se enfadaron, nos prohibieron y en aquel momento no lo entendimos pero hoy lo agradecemos. Ser padre conlleva una importantísima responsabilidad”.

No es condescendiente con la sociedad en la que vivimos y apunta a que “necesitamos una sociedad con menos patologías: patología es ir de putas, machacar al que trabaja contigo, estar puesto de cocaína, calumniar, malmeter...tenemos que ser más espirituales, buscar una finalidad a nuestra vida. Si no lo somos, lo que la gente busca es capturar, comprar la felicidad”.

El consumo de sustancias toxicas, la violencia ejercida sobre ellos o presenciada y las redes sociales tampoco ayudan a mitigar esa violencia de los hijos hacia los padres. Señala Urra que “las chicas ejercen violencia sobre los padres y curiosamente luego son muy dependientes de sus parejas. Antes nos educaba nuestra familia y el colegio, luego se sumaron los medios de comunicación y ahora las redes sociales que, si lo que muestran son imágenes difíciles, nulamente morales, no lo tenemos nada fácil”.

Lo que sí señala con claridad Javier Urra es que en los casos de conflicto familiar “los chicos quieren querer a sus padres y los padres a esos chicos que les maltratan”.

El confinamiento y la pandemia han multiplicado los casos y la gravedad de las agresiones. Lo que hemos vivido “ha sido durísimo para el ser humano: maltratadores y maltratados conviviendo juntos-recuerda Urra- la gente que ya estaba en tratamiento ha quebrado” Uno de los problemas que ha señalado es que nuestro país está poco dotado para cubrir las necesidades de salud mental, hay 6 psicólogos clínicos por cada 100.000 habitantes, y 18 psiquiatras. Pero pone el acento en la prevención, en curar primero una sociedad enferma. El objetivo es “tener una sociedad más acogedora, vinculante, cariñosa, tierna. El 70% de las patologías mentales se producen antes de la mayoría de edad. Nuestros hijos tienen que abordar el mundo no creyendo que es Disney, pero hoy la sociedad en muy agresiva”.

La ley en España, ¿ayuda?

Le preguntamos por esa sensación de indefensión que a veces tenemos los padres a la hora de castigar a nuestros hijos. El psicólogo autor de “el pequeño dictador” asegura que “las normas en España están bien trazadas, quizá mal explicadas, y por eso los padres se sienten a veces ninguneados. Un chico menor no puede conducir pero puede abortar o cambiar de sexto. Cierto es que un niño puede amenazarte con una denuncia, pero luego está el juez, el fiscal el equipo técnico, el psicólogo... te van a valorar: si tu hora de llegada es a las 12 de la noche y llegas a las 3 de la mañana y bebido, cuando se te pase se te sanciona, se te castiga. Eso no es que seamos malos padres, eso es que somos padres-enfatiza Urra- te hemos cuidado, pero también sabemos lo que no vamos a consentir, de consumo de drogas (los porros que se fumaban los padres tenían un 3% de drogas, los que se fuman ellos llegan al 20%), de entrada en una secta, de dejarte llevar a líneas peligrosísimas de bulimia o de anorexia, por tanto vamos a intervenir, porque ser padres es intervenir”.

¿Cómo tenemos que afrontar esta tragedia?

En los casos de conflictos familiares “ sufren todos los miembros, incluso el hijo agresor-advierte la psicóloga- no está bien, se sientes desprotegidos ante la resignación de los padres: son víctimas de su propio comportamiento”.

El primer paso es “convencer a los padres de que no deben esconder la situación”. Si acuden a un especialista, estudiará la razón, el porqué de esa violencia y “establecemos pautas: hay que recordar a los padres que las personas tienen derecho a no ser agredidas, a no seguir sometiéndose y a no ceder, y su derecho a no enfrentarse a esto, pero jamás hay que recurrir a la violencia, esta postura también hay que recordárselo al hijo”.

Es muy importante “romper el secreto. El Aislamiento. En las sesiones se ayuda a las familias a manejar el sentimiento de vergüenza, el sentimiento de culpa. Es importante porque para los hijos es una ventaja ese secretismo. Y deben pedir ayuda a la familia externa”.

Los padres deben aprender también a “rechazar las órdenes del hijo que crean que no tienen que cumplir, resistir, evitar normalizar la violencia en la familia, que el hijo no vea normal la violencia, en el caso de que no puedan resistir, se ayudará a la familia a presentar una denuncia”.