José Luis Concejero, a las puertas del estadio Heysel 35 años después

José Luis Concejero

Madrid - Publicado el - Actualizado

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A nadie le gusta recordar las tragedias. Generan tristeza, desolación y la agonía de no poder volver atrás para cambiar lo sucedido. La tendencia a enterrar las miserias propias es aún más acentuada en un país como Bélgica, habituada a esconder capítulos oscuros de su historia como la sangrienta colonización del Congo.

Poco queda hoy del antiguo estadio de Heysel. Sus instalaciones sufrieron una rehabilitación integral, cambió de nombre para ser rebautizado con el de Rey Balduino, y desde la infausta fecha de 1985 no se ha vuelto a celebrar en Bélgica ninguna final de una competición europea.

Hace 35 años tuvo lugar una de las mayores tragedias de la historia del deporte. Ese miércoles por la tarde se celebraba la final de la Copa de Europa entre el Liverpool y la Juventus de Turín. Como recuerda José Fernández de Quer, entonces corresponsal de TVE en Bruselas, desde primera hora de la mañana “los aficionados ingleses provocaron altercados en el centro de la ciudad. Destrozaron bares, escaparates y coches”. Nadie imaginaba que los incidentes fueran a ir mucho más allá de los tristemente habituales estropicios de los años dorados de los hooligans, pero poco a poco se iba gestando la desgracia que terminó con 39 personas fallecidas.

Fernández de Quer fue el primer periodista español en llegar al estadio esa tarde, y no olvida como “en los aledaños del estadio se empezaba a respirar mucha tensión a medida que llegaban los aficionados del Liverpool”. Una vez dentro, los hooligans saltaron una valla y se abalanzaron sobre los aficionados de la Juventus que en su precipitada huida quedaron amontonados unos encima de otros sin apenas poder respirar. “Cuando empecé a grabar con el cámara pude ver restos de pelos y de gente tirada en el suelo”, cuenta el reportero. “Fue una enorme tragedia que dio la vuelta al mundo, y naturalmente es muy difícil de olvidar para aquellos que lo vivimos en directo”.

Stéphane De Smet era esa tarde el conductor de una de las ambulancias que la Cruz Roja desplazó al estadio de Heysel. “35 años después, me acuerdo de todo. De todo lo que ocurrió y de todos los momentos que viví ese día. Nunca se me va a olvidar” asegura.

Pese al tiempo transcurrido, los recuerdos aún son como puñales en la memoria del sanitario belga. “Iba a ser la fiesta del fútbol y terminó en tragedia”, resume. Hubo un momento, dice con la voz entrecortada, en el que “tuvimos que elegir a quién reanimar y a quién no. Era una auténtica locura”. Stéphane De Smet entonces tenía solo 22 años y las imágenes de aquella tarde le han marcado de por vida.

“Empezamos a reanimar a una chica y al cabo de cinco minutos un médico nos dijo que estaba muerta”.

Durante muchos años se ha acusado a las autoridades belgas de la falta de policías en el estadio. Para José Fernández de Quer, no hubo negligencia en el protocolo de seguridad que se estableció. El problema vino porque “el estadio era muy viejo, obsoleto y con unas instalaciones decadentes”. Nadie estaba preparado para que una parte de la afición se arrojara sobre la otra como una jauría de lobos.

Las autoridades han querido pasar un barniz por todo aquello. Varios años después, el estadio se sometió a una reforma integral y se le cambió el nombre. Heysel, que toma su nombre del barrio donde se encuentra, ya no valía. Estaba demasiado ligado a la tragedia. Pero los cambios cosméticos no hacen olvidar lo inolvidable. Marc Vlaeminck, uno de los gestores del actual estadio Rey Balduino asegura que “todavía hoy es un auténtico drama y permanece en el recuerdo de los aficionados belgas”.

Vlaeminck trabaja a diario en la organización de eventos en sus instalaciones, y conoce sus entrañas al dedillo. Su conclusión es que el Rey Balduino está mejor peparado. “Hay una primera valla que rodea al estadio donde se realiza un primer control de las aficiones. Además, todos los asientos están numerados y se han mejorado notablemente los sistemas de evacuación del estadio”.

Una placa recuerda a los fallecidos en uno de los accesos al estadio. 35 años después de la tragedia muchos creen que la herida todavía sigue abierta y solo se cerrará el día en que el estadio vuelva a acoger la final de una de las grandes competiciones europeas.