Natalia, paciente de 26 años tratada por el síndrome del impostor: "Me sentía un fraude y exploté"

Michelle Obama reconoció públicamente padecer esta enfermedad

Síndrome del impostor
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Sefi García

Escucha en 'Mediodía COPE' el testimonio de Natalia, tratada por el síndrome del impostor

Sefi García

Publicado el - Actualizado

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El síndrome del impostor afecta en algún momento de su vida al 70% de la población mundial. En mayor medida a las mujeres. El caso más relevante es el de Michelle Obama, que reconoció públicamente padecer este fenómeno psicológico que genera un gran nivel de estrés y de angustia por la obsesión de mostrarse perfecta ante los demás y sentirse un fraude a pesar de conseguir grandes logros. 

Con 26 años, Natalia se sentía un fraude. Siempre con la sonrisa en la cara, con logros importantes en su vida, buscando la perfección en cada paso “y lo único que se me venía a la cabeza era que todo lo bueno que hacía no era yo, lo estaba fingiendo, que estaba haciendo un papel. Entonces me costaba mucho todo lo que salía bien. Atribuírmelo a mí, porque pensaba que era yo era otra cosa, que tenía muchos defectos y que mejor no enseñarlos, mejor que la gente viese esta parte porque iba a ser más aceptada”. 

La alerta constante por el escrutinio público, el pánico a la crítica, el afán de perfección, terminaron por derrumbarla de manera abrupta, de hecho nos cuenta que “nadie se esperaba que fuese a explotar a tal nivel, pasar de estar riéndome todo el día a pasar días enteros llorando sin salir de mi habitación. Mostrar eso a toda la gente que me rodeaba esa una forma de decirles 'que sepáis que esta también soy yo', y la duda de si seguiré siendo igual de valiosa para esa gente”.

De acuerdo con el International Journal of Behavioral Science ,más del 70 % de las personas en todo el mundo han experimentado el mismo pensamiento que Natalia en algún momento de su vida.

El síndrome del impostor, o pensamiento impostor, fue formulado a finales de los años 70, en 1.978, por dos psicólogas clínicas norteamericanas, precisamente al notar que en sus consultas, muchas mujeres que tenían éxito no expresaban seguridad en sí mismas.

Desde ese primero estudio, se han sucedido muchos en todo el mundo que han confirmado esa sensación de fraude en personas brillantes, más en mujeres, más en la mediana edad. Uno de los casos más impactantes fue la confesión de Michelle Obama.

Errar es humano

Más que un síndrome, es un fenómeno, una forma de pensamiento “en el que las exigencias son muy altas, en el que las dudas y las inseguridades también son muy altas, y esto desencadena una forma de pensar de blanco o negro, muy rígida-explica la psicóloga Ángela Magaz-. Para decidir que he hecho algo bien, tengo que haberlo hecho al 100% bien. Por tanto, mucha exigencia, y también muchas dudas, respecto a la responsabilidad de los resultados: habrá sido la suerte, la ayuda... y en la intimidad son personas que piensan que tienen que ocultar sus errores, sus déficits, para que no se den cuenta las demás personas que no son perfectas, que no lo hacen todo perfectamente”.

 La opinión de los demás marca todas sus acciones “son personas que están pendientes de cómo están los demás valorando lo que hacen-nos cuenta la psicóloga-de si me aprueban o no, de si me aprecian o no me parecían, con lo cual tienen un nivel de dependencia muy alto de las demás personas, lo que les hace muy vulnerables a la manipulación y también a la propia exigencia, sobre todo en privado. Llevan más las críticas en su intimidad, creen que les han descubierto... y en este sentido tienen un comportamiento impostor, porque realmente muestran en público que no les importan y que agradecen esa crítica y, sin embargo, puede que no hayan sido capaces de aceptar, por ejemplo, tras las críticas. En los casos más graves aparecen daños por esa ansiedad excesiva, colon irritable o los inicios sin que todavía se haya desarrollado el daño funcional. El efecto puede ser muy perjudicial, incluso con daño físico por esa alerta tan alta, porque no se vean los errores y si las habilidades”.

Terapia y trabajo personal

Recuperarse de un pensamiento impostor requiere ayuda profesional. El primer paso, nos cuenta Ángela Magaz, es ayudarles a conocerse, y saber cómo están de autoestima, su percepción de competencia y la percepción de seguridad respecto al aprecio de los demás y a partir de ahí “vemos cuál de estos tres pilares puede estar tambaleándose, que pueden ser los tres, y llegamos al segundo paso: ¿qué puedo hacer para cambiar esto? Y afortunadamente, cuando nos damos cuenta de que nuestra forma de actuar nos perjudica, podemos dar ese segundo paso”.

Nosotros mismos nos herimos pensando que vamos a fracasar

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Tres meses de consulta en el psicólogo una vez por semana y mucho trabajo personal devuelven el bienestar a las personas marcadas por el pensamiento impostor. Natalia está saliendo todavía de ese túnel oscuro. Nos cuenta que “quitarse la máscara, esa máscara que pesa tanto, plantarse y decir 'hasta aquí' es muy liberador, es un primer paso enorme y es algo que te hace soltar un suspiro enorme y decirte 'me he quitado este peso de encima'. Simplemente, reconocer que necesitas ayuda, que no siempre puedes con todo, que no eres perfecto”.

El trabajo es muy personal, y no es fácil. “Las sesiones pueden ser cada semana-asegura la psicóloga-pero durante toda la semana la persona va practicando y esa práctica hace que en 3 meses se vean resultados, resultados de sentirse mejor cuando comenten un error, y no lo ocultan y no ha pasado nada, ni las personas del entorno les han machacado. Incluso aquellas que antes les manipulaban porque habían descubierto que había cometido un error y hacía cosas que me pedían para que no lo contaran, ya no pueden manipularme”.

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