Biden tiene razón: así fue el decisivo apoyo español sin el que Estados Unidos no sería un país

La intervención española en la guerra de independencia norteamericana fue clave en la constitución de las trece colonias como un nuevo país

Biden tiene razón: así fue el decisivo apoyo español sin el que Estados Unidos no sería un país

Jacobo Pérez Miró

Publicado el - Actualizado

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Joe Biden quedó impresionado al ser recibido por Felipe VI en el Palacio Real. La buena sintonía entre el presidente norteamericano y el Rey de España quedó patente en una conversación captada por las cámaras donde Biden llegó a pronunciar la siguiente frase: "Algunos dicen que no hubiéramos sido un país independiente sin vosotros". Una frase que esconde una realidad histórica de la que no muchos (españoles y estadounidenses) son conscientes, y es que Estados Unidos, sin la intervención de España no habría podido culminar su independencia a finales del siglo XVIII.

De la guerra de los siete años a la "tercera guerra mundial del siglo XVIII"

Una de las personas que mejor conoce el impacto español en la guerra de independencia norteamericana es el diplomático y doctor en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid, Gonzalo M. Quintero Saravia, quien pronunció hace unos meses una conferencia al respecto en la Fundación Juan March. En ella, Quintero explicó con sumo detalle cómo se desarrolló un conflicto crucial para España que tuvo como antecedente la guerra de los siete años.

La guerra de los siete años supuso un cambio en todo el mundo del que todavía hoy vivimos sus consecuencias. España y Francia, derrotadas por Gran Bretaña no tardaron en preparar la maquinaria para el próximo conflicto armado. Tras la guerra, el escenario en Norteamérica había cambiado totalmente. La Luisiana francesa, que separaba los territorios españoles en la zona de los británicos (las trece colonias), pasó a ser controlada directamente por España. La frontera corrió entonces hasta el río Misisipi, bajo control español. Y es que la Luisiana fue cedida a España en compensación a la derrota en la guerra de los siete años, donde los ingleses llegaron a tomar La Habana.

Este extenso territorio fue un regalo envenenado. Demasiado terreno para controlar y defender. Zonas que, de hecho, nunca habían sido productivas bajo el control francés y que ahora marcaban un nuevo punto de tensión con unas colonias que todavía seguían bajo control británico.

Por su parte, las reformas británicas para tratar de sacar un mayor provecho económico de las trece colonias generaron un caldo de cultivo para el descontento que acabaría por empujar a los independentistas norteamericanos a liberarse del control de la metrópolis. Es en este punto donde llegamos a lo que conocemos hoy como la guerra de independencia de los Estados Unidos. Un conflicto que fue global.

"Esta sería la tercera guerra mundial del siglo XVIII", apunta Gonzalo Quintero. El conflicto, a pesar de darle un protagonismo central al territorio de las trece colonias, tuvo lugar en, efectivamente, la costa este americana, el sur de los Estados Unidos (base de operaciones de Bernardo de Gálvez), el Caribe y Centroamérica; además de, en Europa, un intento de invasión de España y Francia a Inglaterra, el asedio de Gibraltar (que fue la batalla más grande, con mayor número de combatientes de la guerra de independencia americana) y la conquista de Menorca; por no hablar de los ataques británicos a posesiones francesas en el este y oeste de la India.

¿Cómo fue la ayuda decisiva de España a Estados Unidos?

"La Historia que hemos visto es influenciada por los Estados Unidos, centrada en las trece colonias", se lamentaba el profesor Quintero, asegurando que las trece colonias "eran la periferia". De hecho, en 1790, en la ciudad de Nueva York vivían un total de 33.000 habitantes y en Filadelfia 25.500; mientras tanto, México contaba con 213.000 habitantes, los 80.000 de la Habana o Lima con hasta 50.000.

Tanto es así que México se erigía como la ciudad más poblada de todo el Imperio Español, por encima de las ciudades peninsulares. En el Imperio Francés o el Británico, las ciudades más ricas y más pobladas eran París y Londres, algo que no ocurría con España, donde México destacaba por encima de las demás. Como dato no menor, cabe destacar que, a nivel de universidades, había hasta 17 en el año 1700 en la América española, con tan solo tres universidades en las posesiones británicas en América, siendo estas tres universidades, en realidad, institutos teológicos de formación protestante. Queda claro que las trece colonias (los futuros Estados Unidos) nunca fueron el centro del conflicto.

España no entró en guerra hasta que fue estrictamente necesario

España no entró en la guerra de primeras. "Cuando surge la revuelta de los colonos norteamericanos, España se frota las manos", aseguró nuestro profesor en su conferencia. En ese momento, tanto España como Francia entraron en contacto para ver cómo se podía ayudar a los revolucionarios, aunque España prefirió mantenerse al margen, siendo Francia la única nación que declaró la guerra a Gran Bretaña para favorecer la independencia de las trece colonias rebeldes.

Aunque no entrase en conflicto armado, España, desde 1775, decidió ayudar a las trece colonias entregando dinero a los revolucionarios (13 millones de reales de vellón), en metálico, pero también ropa, armas y materiales varios. "El ejército de Washington estaba vestido con prendas fabricadas en la península ibérica", aseguraba Gonzalo Quintero.

Para poder proveer de esa valiosísima ayuda material y financiera a los norteamericanos, España utilizó los servicios de una empresa vasca: Gardoqui e hijos, que importaba bacalao desde las trece colonias. Uno de los hijos, Diego de Gardoqui hablaba inglés, algo extremadamente raro y tenía contactos entre los revolucionarios norteamericanos. Fue el primer embajador de España ante los Estados Unidos. Gracias a sus servicios y a través del Misisipi se pudo hacer llegar la ayuda a las tropas norteamericanas. Fernando de Gálvez recibía las armas provenientes de España, cambiaba las etiquetas para ocultar el origen y a través del gran río norteamericano, se llevaban hasta las manos de los revolucionarios.

Otro punto de ayuda clave para los todavía inexistentes Estados Unidos, fue la apertura encubierta de puertos españoles y la conocida como política de hospitalidad del Imperio Español. Esta política suponía que, en teoría, se cubriese a combatientes tanto británicos como norteamericanos en puertos y puestos españoles, para curar heridos y reavituallar a las tropas. Aunque en la práctica se favoreciese a los colonos revolucionarios.

Francia fue el primer país en reconocer a Estados Unidos como un país en 1778. España, incluso en la fase final del conflicto, nunca fue aliada de los Estados Unidos, acudió a la guerra como aliada de Francia, aunque sin el apoyo español habría resultado imposible garantizar la independencia de las colonias. Una realidad de la que Francia fue consciente cuando perdió sus colonias en la India contra las tropas inglesas. Ese fue el punto de inflexión en el que los estrategas españoles decidieron dar un paso al frente.

España entra en guerra y decanta la balanza a favor de la independencia de los Estados Unidos

La segunda fase del conflicto dio comienzo con la entrada de España en la guerra, declarándosela directamente a Gran Bretaña, como aliado de Francia, nunca de los Estados Unidos. España veía con buenos ojos la revolución americana en cuanto que esta suponía una fuente de debilitamiento para Gran Bretaña. Además, Estados Unidos, de ser un país independiente, pasaría a ser una nueva nación fronteriza con las posesiones españolas. Se consideraba que una joven república como la que iba a surgir sería mucho menos poderosa como vecino que el Imperio Británico. Incluso se contemplaba que las trece colonias llegasen a independizarse como varios países y no solo uno como finalmente ocurrió.

España consiguió todos sus objetivos en la guerra menos uno. Entre ellos, pasar a controlar las localidades de Mobila y Pensacola, la expulsión de los británicos de Honduras o la recuperación de la isla de Menorca. El objetivo que nunca llegó a cuajar y que, a día de hoy sigue suponiendo un quebradero de cabeza para España fue la recuperación de Gibraltar, perdido el peñón en la guerra de sucesión española.

El 16 de junio de 1779 España, aliada con Francia, le declara la guerra a Gran Bretaña. Aunque las tropas españolas llevaban movilizadas y preparadas desde hace mucho tiempo, algo que ya sabían los británicos. En este momento Gran Bretaña pasó de llevar la iniciativa a encontrarse a la defensiva. España tomó el control de las iniciativas militares y los franceses se vieron supeditados a las decisiones de España.

La guerra terminará con los Tratados de París, quedando pendiente la regulación de la futura relación entre la joven nación, los Estados Unidos y su vecino, España. Una situación que acabaría con el desastre del 98, tras la guerra entre España y los Estados Unidos, donde el Imperio que miraba fijamente a la puesta de sol perdió sus posesiones más allá de los océanos. Pero eso es otra historia.