El trabajo del siglo XIX 'puerta a puerta' en el que se cobraba muy bien: así era ser el "despertador humano"

Durante la industrialización, muchas personas se incorporaron al mercado laboral y, como no podía ser de otra forma, había una serie de horarios que debían cumplir

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Es habitual encontrarse, cada vez más, con trabajos poco comunes. Si bien siempre por necesidad, es prácticamente necesario tener un oficio que nos permita vivir de la forma más cómoda posible. No siempre es posible debido a las circunstancias y por ello, la sociedad ha implantado nuevas profesiones que acojan así a nuevas personas para desarrollarlas de forma óptima.

No obstante, en este proceso de claro desarrollo, siempre es bienvenido echar la vista atrás para recordar otras ocasiones a lo largo de la historia en las que también se implantaron profesiones de lo más variopintas. Algunas, desde luego, de lo más llamativas. Una de las más desconocidas se remonta a mediados del siglo XIX, en plena industrialización. En aquel periodo de cambio, muchas personas se incorporaron al mercado laboral y, como no podía ser de otra forma, había una serie de horarios que debían cumplir.

Había quienes no tenían problemas en despertarse con la luz del sol o el canto del gallo, pero para otros era más complicado. Estamos hablando, además de una época en la que los despertadores tal y como los conocemos prácticamente no existían o no eran asequibles.

Es por ello que surgió así la figura del "despertador humano", más conocido como 'knocer-up'. Básicamente, eran un grupo de personas que recorrían las calles de pueblos y ciudades con el único objetivo de despertar a todos aquellos trabajadores que tuvieran algún tipo de cargo en una empresa y evitar así que pudieran llegar tarde a sus puestos de trabajo.

Normalmente, iban siempre con una caña o vara con la que daban golpes a las puertas o ventanas de la persona a la que tenían que despertar en cuestión. Hasta que esa persona no se asomaba y dejaba claro que ya había abandonado la cama, estos hombres no podían abandonar el lugar. Además, estos despertadores humanos cobraban de forma semanal. Grandes ciudades industriales como Mánchester, por ejemplo, implantaron sólidamente este trabajo.

Esta profesión ganó tanta popularidad que incluso quienes estaban ya jubilados o quienes querían ganarse un pequeño sueldo extra, decidieron optar a trabajar de esto. Eso sí, de forma habitual este curioso oficio lo desempeñaban hombres y mujeres ancianos, pero como ya hemos comentado anteriormente, oficiales de policía también se ganaban un dinero extra de esta curiosa forma.

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