¿Alcohol y medicamentos? Una mezcla peligrosa que debemos evitar

Los mayores los más afectados por tomar más fármacos con un metabolismo ralentizado

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Carmen Labayen explica la peligrosa mezcla que suponen el alcohol y los medicamentos

Carmen Labayen

Publicado el - Actualizado

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Mezclar alcohol y medicamentos no es nunca una buena idea. Así de tajantes son los médicos que admiten que el grado de peligrosidad va a depender del estado de salud de cada persona y de su metabolismo, del volumen de alcohol ingerido, de si hace un consumo crónico o puntual y por supuesto del tipo de fármaco que toma. Los más afectados son los mayores de 65 años, las personas con tratamientos psiquiátricos, para la epilepsia o la diabetes y quienes toman medicinas para la coagulación o la tensión pero con cualquier fármaco, incluidos, los antibióticos, es necesario tener cuidado.

Ni siquiera estamos a salvo con medicamentos que se venden sin necesidad de receta médica como el paracetamol o ibuprofeno: “mezclados regularmente con alcohol, los antiinflamatorios llámense ibuprofeno o naproxeno aumentan el riesgo de sufrir daños gástricos e intestinales y la aparición de úlceras. Y la mezcla con paracetamol puede provocar daño del hígado, del riñón además de afectar a la tensión arterial” explica José Manuel González de la Peña miembro del Comité de Pacientes y Ciudadanía de la Sociedad Española de Farmacéuticos de Atención Primaria (SEFAP).

En general y, según los médicos y farmacéuticos consultados por COPE, un consumo crónico de alcohol disminuye el efecto de los medicamentos mientras que el consumo esporádico lo potencia. En el primer caso la tendencia es a subir la dosis para que haga efecto con el consiguiente aumento de los efectos secundarios. Y en el segundo, el riesgo es que se descompense la patología por tomar más dosis de la necesaria debido al impacto de mezclar el fármaco con alcohol.

“El alcohol va a inducir una alteración del metabolismo y de la absorción y esto va a hacer que aumenten o disminuyan los efectos de los medicamentos y, con ello, los riesgos para la persona en tratamiento” según nos cuenta Pablo Panero médico de familia y Coordinador del Grupo de Trabajo de Gestión del medicamento en la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN).

Y es que el 9 por ciento de la población de entre 15 y 64 años bebe alcohol a diario en España según los datos de la Encuesta EDADES 2023. A todos los riesgos para la salud asociados a este consumo que según la Organización Mundial de la Salud es causa de más de 200 enfermedades se une su interacción con muchas de los fármacos que tomamos.

Efectos nocivos variables en cada persona

“Náuseas, vómitos, mareos, letargos, en ocasiones muy graves y dependiendo de con qué estemos combinando el alcohol, hemorragias, desmayos, caídas, problemas del corazón, dificultades respiratorias e incluso de forma directa o indirecta la muerte” son algunos de los peores resultados de mezclar alcohol y fármacos según señala el farmacéutico González de la Peña.

El consumo de alcohol es especialmente nocivo en el caso de los medicamentos que se usan para tratar el trastorno de ansiedad, el insomnio y otros trastornos del estado de ánimo. También con los antiepilépticos que también actúan en el sistema nervioso central.

“Las benzodiazepinas como por ejemplo el orfidal, lexatin, el diazepam y-otros muchos medicamentos que acaban en pam- mezcladas con alcohol provocan mayor letargo y somnolencia y mayor riesgo de mareos y de caídas y mayor riesgo de depresión del sistema nervioso central provocando efectos contrarios a los que buscan y necesitan la personas que toman hipnóticos, antidepresivos, antipsicóticos o bien opiodes como la morfina o el tramadol” subrayan.

Incluso los antihistamínicos que se recetan para alergias, resfriados o gripe mezclados con alcohol pueden también exagerar los efectos de somnolencia, mareos y letargo y derivar en un coma o incluso la muerte.

Otra familia de medicamentos con mala interactuación con las bebidas alcohólicas son los anticoagulantes. En caso de consumo crónico, disminuye su efectividad y aumenta el riesgo de que se formen coágulos y con una ingesta puntual el efecto es el contrario y aumenta el riesgo de hemorragia.

¿Y qué pasa con los antibióticos?

Y con antibióticos es esencial consultar con los especialistas y/o leer el prospecto. Aunque en la mayoría de los antibióticos que más frecuentemente se recetan no produce efectos graves, tomar alcohol si puede hacer que la recuperación sean más lenta. Algunos antibióticos, como el metronidazol (Flagyl), el tinidazol (Tindamax) y el sulfametoxazol y la trimetoprima (Bactrim), no deben mezclarse con el alcohol porque pueden provocar una reacción más grave.

El consumo de cualquier cantidad de alcohol con estos medicamentos puede causar efectos secundarios como ruborización, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, y una rápida frecuencia cardíaca. Además, el antibiótico linezolid (Zyvox) interactúa con ciertas bebidas alcohólicas, incluido el vino y la cerveza. Consumir estas bebidas con este medicamento puede causar un peligroso aumento de la presión arterial.

Marina Pérez tiene 22 años y admite que, aunque tiene más cuidado con el consumo de alcohol cuando está tomando algún medicamento, “no soy todo lo prudente que debería ser. Tengo especial cuidado con medicamentos más serios que un paracetamol pero sí he llegado a mezclarlos y de hecho ahora mismo creo que estoy tardando más en curarme por haber mezclado un antibiótico con alcohol”.

“Debemos darnos cuenta de que vivimos en una sociedad muy tolerante con el consumo de alcohol que tomamos prácticamente en todas las celebraciones y que aunque, esté socialmente admitido, si estamos tomando medicamentos debemos ser especialmente vigilantes y evitar todo lo posible las bebidas alcohólicas”, zanja González de la Peña.

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