25 años sin Anabel Segura: la historia de un secuestro chapucero que acabó en tragedia

Tres delincuentes comunes secuestraron a una joven de familia adinerada en La Moraleja por motivos económicos, acabaron asesinándola y ocultaron su cadáver dos años y medio

25 años sin Anabel Segura: la historia de un secuestro chapucero que acabó en tragedia

Miguel Palazón

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

12 de abril de 1993 en la urbanización Intergolf de La Moraleja, en Madrid. Es un día soleado y Anabel, de 22 años, salía a correr por su barrio como acostumbraba cada día. Eran las 14.50 horas cuando una furgoneta blanca se para junto a ella. Un hombre corpulento le pregunta una dirección y en un momento de distracción, la empuja hacia el vehículo.

De esta manera comenzaba el secuestro improvisado de esta estudiante de Ciencias Empresariales, y un calvario demasiado prolongado para la familia Segura. Porque Anabel murió a las pocas horas de ser secuestrada, pero eso se supo dos años y medio más tarde.

Hasta entonces, el escenario que se encontraron los investigadores para encontrar a la joven estaba lleno de chapuzas por parte de los secuestradores, y de toda una campaña mediática para recuperarla por parte de su familia. Fue una de las primeras desapariciones de las que más se informó en España.

Los secuestradores

Emilio Muñoz tenía entonces 38 años y era transportista. Es quien planeó y empujó a Anabel a la furgoneta. Su mujer, Felisa García, de 35, encubrió el crimen. Al matrimonio lo ayudó Cándido Ortiz, un fontanero toledano de 35 años. Él condujo el vehículo. Todos tenían hijos y problemas económicos. Para solventarlos, idearon un secuestro por el que pedir un rescate. Pero todo salió mal desde el principio.

Un rapto nada profesional

Los secuestradores intentaron sacar información de la familia de Anabel. Su padre era un adinerado directivo de una multinacional alemana. El hecho de buscar una víctima en La Moraleja no es una casualidad. Sin embargo, no lograron su objetivo, y los nervios se apoderaron de Emilio y Cándido, que acabaron estrangulando a la joven solo seis horas después de secuestrarla.

A partir de ahí, los delincuentes mantuvieron en vilo a la familia de la víctima y a toda España. Entre ambas partes llegaron a hablar 15 veces por teléfono. En la primera, los raptores pidieron 900.000 euros a la familia de Anabel. Se estableció toda una campaña mediática para liberar a la chica en la que incluso se involucró el Gobierno, que ofreció una recompensa de 360.000 euros a partes iguales con el padre de Anabel. En una de esas llamadas, Felisa se hizo pasar por la joven, asegurando que estaba bien y pidiendo que la rescataran.

Y fue el teléfono, precisamente, lo que acabó por delatar a los asesinos de Anabel. Los investigadores consiguieron centrar el caso gracias a una de esas llamadas, en la que se escucha a unos niños de fondo que pronuncian la palabra "bolo", típica de Toledo.

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El cadáver, encontrado dos años y medio después

28 de septiembre de 1995. 29 meses después de que raptaran y mataran a Anabel la Policía detiene a Emilio, Cándido y Felisa. En los interrogatorios, los tres se derrumbaron y confesaron el crimen y dónde habían escondido el cuerpo: en una fábrica de ladrillos abandonada a solo 2 kilómetros de la casa del matrimonio.

Los dos hombres fueron condenados a 43 años de cárcel. Felisa, como encubridora y por suplantar la identidad de la víctima, a seis meses. Cándido murió de un infarto en prisión, mientras que Emilio quedó en libertad después de solo 18 años encerrado. Nada más salir de Herrera de La Mancha (Ciudad Real), el asesino confeso pidió perdón a la familia:

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