La aplicación de la ley Trans complica la labor de psicólogos y psiquiatras
Se cumplen 4 meses y pueden ser multados con hasta 150.000 euros
Publicado el - Actualizado
10 min lectura
No hay habido, de momento, ni denuncias, ni multas, ni inhabilitaciones profesionales pero los psicólogos y psiquiatras de niños y adolescentes consideran que la Ley Trans, que entró en vigor hace 4 meses, está complicando su labor de acompañamiento a los menores con problemas de identidad de género. La mayoría considera incompatible la terapia de afirmación que obliga por ley a los profesionales a apoyar el proceso de transición de género -también en adolescentes- con su deber profesional de ahondar en lo que puede haber detrás de esa percepción y de su propia autodefinición como trans.
Es algo que ya hicieron ver antes de la aprobación de la ley y que, tras no ser tenidos en cuenta, se traslada ahora a sus consultas a donde llegan un creciente número de casos.
Según recoge el último Informe Trànsit de Feministas de Cataluña, 4 de cada 10 personas atendidas en este servicio especializado en disforia de género en 2021 fueron menores y el 65,4 por ciento niñas. En la última década y según constatan el número de casos se ha cuadruplicado hasta situarse en casi 1.500 y, en los últimos 5 años, el número de operaciones quirúrgicas se ha multiplicado por 5.
El director del Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, Celso Arango considera que “en los últimos años los casos de incongruencia de género crecen de forma abismal en especial en adolescentes chicas que tienen la vivencia subjetiva de estar en un sexo que no se corresponde con el biológico. En 3 o 4 años cuadros que antes veíamos muy raramente se han incrementado un 200 por 100”.
Una parte de los profesionales tiene miedo a ser denunciado
La psicóloga sevillana Carola Lopez Moya fue la primera de ser acusada de promover terapias de conversión. Ocurrió tras publicar unos tweets en los que afirmaba que “las mujeres trans son varones” o que “las cirugías de reasignación de sexo son un negocio que se lucra del malestar que produce el género”. Lo hizo en 2021 y antes de la entrada en vigor de la Ley Trans y se archivó. A su juicio y según explica a COPE, la puesta en marcha de la nueva legislación está condicionando el trabajo de los profesionales en niños y adolescentes con problemas de identidad de género.
“Hay compañeras especializadas en tratar a menores que se autoafirman trans y que por supuesto me han trasladado su temor a ser denunciadas. A mi juicio cuando un adolescente pide ayuda porque no está a gusto con su cuerpo lo que tenemos que hacer es indagar en ese malestar, en qué le está llevando a sentir eso que siente”.
Considera que lejos de lo es una buena praxis en el ámbito psicológico, la ley empuja a los profesionales a “inducir a los menores a acudir a bloqueadores, hormonas y operaciones y con ello a fomentarles como única respuesta un cambio radical de su cuerpo para ver si así alcanzan la felicidad”.
Sin embargo y, según Arango que lleva décadas dedicado a la atención de niños y adolescentes, "hay un patrón muy común en quienes acuden autoafirmándose como trans, son chavales que muchas veces han sufrido discriminación, abuso y maltrato o trauma infantil y que ven muchas veces en la situación de ser trans una salida a los múltiples problemas que llevan en la mochila. La mayoría son casos de origen rápido en adolescentes que de base tienen algún trastorno mental como rasgos anómalos de la personalidad, trastornos del espectro autista y cuadros impulsivos o depresivos”.
“Nosotros somos un servicio de salud mental al que acuden las personas, no vamos a buscarlas a la calle, sino que vienen a nosotros porque tienen problemas a los que debemos darles solución” asegura.
Pese al riesgo de ser multado con hasta 150.000 euros de multa en el caso de ser denunciado, el psicólogo forense de la Fiscalía del Menor Javier Urra explica a COPE que no va a cambiar ni sus principios ni su forma de trabajar con los menores: “voy a hacer lo que crea que debo hacer en bien de mi paciente que no es un cliente ni un usuario y lo voy a hacer en todo momento ¿que eso me puede llevar a una situación compleja? Pues lo asumiré encantado, lo explicaré donde haga falta y, tras ser el primer Defensor del Menor, explicaré que lo hago por el interés superior del menor. No van a conseguir en mí que no haya lo que tengo que hacer”.
Otra profesional de la Red Casandra que trabaja con adolescentes y jóvenes de la Agrupación de Madres de Adolescentes y Niñas con Disforia Acelerada AMANDA y que prefiere no dar su nombre admite tener más miedo que antes de la entrada en vigor de la ley algo que puede influir negativamente en el proceso terapéutico y en la calidad de la atención que merecen estas personas. Muchas veces, admite, no es fácil derivar a estos adolescentes ante el temor a una denuncia porque tampoco los otros profesionales quieren hacerse cargo de la situación por miedo, según subraya, no por transfobia.
Es una situación que, por desgracia, conoce bien Nuria Pascual, de 57 años. Recurrió a un psiquiatra cuando su hija se planteaba hormonarse para ser chico: “fuimos a una consulta que me costó 120 euros que aún me duelen por ver una hora y poco a mi hija y cuando le pregunté por la siguiente cita me dijo que no habría más. Debió ver a mi hija muy guerrera, muy convencida dentro del pensamiento queer y pensó: esta tía me puede meter en problemas, me puede denunciar por transfobia. A todos los que acudimos salieron huyendo o se limitaron a darle la razón en todo”.
A quien ella considera como su hija tiene ahora 22 años y lleva dos años y medio hormonándose sin acompañamiento psicológico de ningún tipo porque Nuria no quiere pagar una terapia afirmativa y asegura que, como otras familias, en la misma situación, se siente muy sola y ha tenido que recurrir a un tratamiento farmacológico para poder afrontar la situación.
“Por ejemplo ahora mi hija se está quedando calva, le están saliendo entradas. Y tampoco le admitirá a nadie que estuvo a punto de perder la voz porque con las hormonas que le recetaron le creció la nuez y le presionaba sobre las cuerdas vocales. Es triste y es difícil la impotencia que tienes que ves que se están arruinando la vida, que son cambios irreversibles, y que si sigue así en cinco años va a empezar a tener problemas de riñones, de hígado, de diabetes. A veces la miro y pienso que se me está muriendo y que la voy a enterrar yo en lugar de ella a mí”, lamenta esta madre.
Todo empezó cuando de la noche a la mañana y con 18 años su hija que hasta entonces no había mostrado ningún tipo de incongruencia de género llego a casa y les dijo que era trans. Ocurrió en plena pandemia y sumergida en redes sociales que no hacían más que reafirmarla pidió cita en el servicio catalán Tránsit donde al médico de cabecera, y según explica su madre, le bastaron 5 minutos para confirmar su autodiagnóstico. A los pocos meses ya tenía incluida la testosterona en su tarjeta sanitaria.
Pascual admite que la infancia de su hija fue muy complicada siendo víctima de maltrato, abuso y acoso escolar que obviamente han contribuido a que fuera una adolescente vulnerable que “la han llevado a querer matar a la mujer que era porque no le gustaba”.
Asegura que no pierde la esperanza de que “un día se dé cuenta de que ha sido víctima de una manipulación. Busco un mentor alguien con suficiente ascendente sobre ella que le escuche y le haga pensar por sí misma, para mí es como si estuviera en una secta”.
“La secta. El activismo trans y cómo nos manipulan” es el título del último libro de López Moya. En él analiza cómo el movimiento queer convierte su ideología en dogmas que impone sirviéndose de la persuasión coercitiva, la propaganda, la censura y las promesas de salvación, y cómo se centra en personas vulnerables como los adolescentes.
Para esta psicóloga sevillana si un joven está a disgusto con su cuerpo, lo lógico es ayudarle a aceptarse con la mínima invasión posible a través de la terapia, pero para muchos, lamenta, esta reflexión equivale a un delito de odio tránsfobo.
Denuncia cómo prestar atención al malestar psicológico puede ser considerado como terapia de conversión y a la paradoja que supone que el movimiento transgénero habla de despatologizar y al mismo tiempo lo que ofrece es sobre todo tratamientos hormonales y cirugías.
“Lo que hacen es en definitiva inducir una situación médica y efectos secundarios que no tenían previamente estas personas. Tienen que permitir que los profesionales hagamos nuestro trabajo que consiste en indagar de dónde viene el malestar con un abordaje exploratorio amplio para que estos chicos y chicas no tomen decisiones de las que luego se pueden arrepentir para siempre” subraya.
Desde la Red Casandra insisten en que no trabajan para decirle a los adolescentes ni a ninguna persona lo que es o lo que no es ni lo que tienen que hacer o no hacer. Que el trabajo de un psicólogo no consiste en tomar decisiones por nadie sino en explorar. Aseguran que cuando les llega alguien que quiere hacer una transición lo que hacen es ahondar en qué significa esa transición para esa persona, qué significa para ella ser hombre o ser mujer, qué expectativas tienen sobre el proceso, qué creen que va a cambiar. Y todo tras constatar que algunos adolescentes que reclaman insistentemente ser hormonados desconocen sus efectos secundarios y tienen una idea errónea de los resultados que van a obtener.
Hay otro factor especialmente relevante en el trato con adolescentes y con jóvenes al que apuntan y, es que, hasta los 24 años no está completamente desarrollada la corteza prefrontal que es la que regula la percepción de los riesgos, la toma de decisiones y que también está relacionada con el control de la conducta, la personalidad, la identidad y la capacidad cognitiva.
Así por ejemplo y según nos cuenta Pascual en su caso: “mi hija sabe que ya no tiene la regla, que tiene barba y nuez y que le ha cambiado la voz, pero para ella percibir que dentro de algunos años esa medicación que toma le puede causar graves problemas de salud es algo que se le escapa por completo. Un plazo de 5 a 10 años le parece muy lejano, toda una vida”.
Auguran futuras denuncias en los tribunales por daños irreversibles
López Moya no descarta que cuando comiencen a aumentar los casos de menores enfermos de por vida, arrepentidos y con sus órganos atrofiados o amputados, acudan a los tribunales para denunciar a las personas cómplices con esta situación.
“Espero que denuncien para que los profesionales no sigan con este daño hacia los niños y niñas. La posibilidad está allí porque precisamente lo que hace la terapia afirmativa es crear una patología donde no la hay”, subraya la psicóloga.
En la misma línea se pronuncia Urra quien augura que “con los años va a haber muchas denuncias de chicos y chicas que, cuando sean adultos, se van a revolver contra sus propios padres por no haberles impedido hacer esa transición porque en eso consiste la patria potestad, en respetarles y llevarles de la mano, pero no hacer solo y siempre caso a lo que pide o quiere ese hijo, esa es la responsabilidad que implica ser padre”.