Comer demasiado sano enferma
La Orthorexia nerviosa se manifiesta como una obsesión que lleva al enfermo a hacer girar todo en su vida alrededor de la comida
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Se llama Nils Binnberg y es un conocido periodista y autor de artículos sobre alimentación en Alemania. Hace ocho años comenzó reduciendo la cantidad de carbohidratos, después se hizo vegetariano y más tarde vegano. Sustituyó productos normales por probióticos, sin gluten y los vegetales que consumía eran por supuesto “bio”. Y sobre todo ello iba escribiendo en sus textos, siempre éxitos de ventas, hasta que ha caído enfermo y se ha visto obligado a admitir que comer demasiado sano enferma. Padece Orthorexia Nerviosa, un desorden del comportamiento que lleva a la depresión, a sufrir ataques de ansiedad y al aislamiento social. Hoy entona el mea culpa y anima a los seguidores de la alimentación sana a retornar a la alimentación del sentido común.
“He vivido todo ese proceso como un camino hacia la salud extrema, casi hacia la inmortalidad. Es curioso que en nuestra sociedad la nutrición se ha convertido en algo casi religioso, forma parte de nuestra identidad si seguimos una u otra tendencia alimenticia y, tan pronto como nos adscribimos a una de ellas, sentimos la necesidad de hacer proselitismo. Pero yo he llegado hasta el final y el final ha sido la enfermedad”, explica ahora.
La Orthorexia nerviosa se manifiesta como una obsesión que lleva al enfermo a hacer girar todo en su vida alrededor de la comida, rechazar alimentos que no haya preparado personalmente y a un progresivo aislamiento de las personas de su entorno, cuya alimentación termina considerando intolerable. Fue catalogada en 1997 por el psiquiatra estadounidense Steven Bratman e incluido en el Manual de Desórdenes Mentales de la Asociación de Medicina Psiquiátrica de este país. Orthorexia significa en griego “comer correcto” y se diferencia de la bulimia y la anorexia en que estas están focalizadas en la cantidad de comida ingerida mientras que la Orthorexia se focaliza en la calidad de los alimentos consumidos.
“Tú no notas nada, es más, crees que lo estás haciendo todo bien cuando le dices a un amigo ¡estás loco! ¿cómo se te ocurre comer una patata a las seis de la tarde? ¡tu cuerpo no lo metabolizará!”, confiesa sobre sus propios comportamientos. “También he de decir que he ocultado muchas cosas, como las diarreas que causan los batidos y el estado de irritabilidad asociado a estar pasando hambre, porque cuando desayunas cien gramos de aguacate y semillas por la mañana, no estás comiendo”, reconoce.
Cuenta también que su obsesión por la salud le llevó a hacerse biopsias del intestino delgado y soportar a base de cremas de cortisona las erupciones alérgicas que le causaban constantemente las nueces. “Lo aceptaba como mal secundario para consumir esas grasas buenas”, relata, “solamente ver una barra de pan llegó a provocarme náuseas”.
Binnberg previene hoy contra la frivolidad de las dietas. “Todo empezó eliminando los carbohidratos. Perdí tres kilos en una semana. Estaba engañado, hoy sé que todo lo que perdí era agua, pero me dijeron un par de veces que me había quitado diez años de encima y eso tuvo un efecto sobre mí, me impulsó a ir más allá”, recuerda, y se prepara para publicar su próximo libro: “Ya tengo bastante. Así es como nos enferman los gurús de la nutrición”.