Los selfies de la vergüenza: desde Auschwitz hasta Alcàsser
La curiosidad o el morbo mueven los visitantes a fotografiarse en estos lugares
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La zona cero de las Torres Gemelas, los campos de concentración de Auschwitz o el paraje de Tous, por enumerar tan solo tres lugares, guardan entre sí un patrón común. Acogieron acontecimientos tan históricos como trágicos, cada uno con sus circunstancias propias. A lo largo de la historia, son miles las personas que han visitado estos y otros lugares con gran carga simbólica. Muchos de ellos lo hacen conscientes del episodio histórico que en el pasado se vivió en ese preciso espacio. Pero el afán por asistir a determinadas zonas es más difícil de explicar. Es el caso de las macabras visitas al escenario del triple crimen de Alcàsser (Valencia), que han aumentado en los últimos meses tras la emisión en Netflix de un documental sobre el caso. Y ojo, porque la tarea no es sencilla. Quienes acuden, se ven obligados a caminar unos seis kilómetros desde el lugar donde tienen que estacionar su vehículo, a lo que suman los mismos kilómetros para regresar. Los campos de concentración nazi o el entorno donde se derrumbaron las Torres Gemelas se han convertido en verdaderos reclamos turísticos, hasta el punto que son pocos los visitantes a la ciudad neoyorkina que no publican en sus redes sociales un selfie en la zona cero.
La psicóloga Marina Fernández ha explicado en COPE.es que la mayoría de la gente lo hace por “curiosidad y la necesidad de estar informado de lo que sucede a tu alrededor. No empatizan con el sufrimiento de las personas que allí fueron dañadas, y por eso no perciben ese lugar como un lugar triste. Hay una distancia emocional muy grande.”
El morbo nos atrae a todos, aunque la experta en psicología matiza entre el patológico o el “morbo sano”: “Pararse a ver un accidente de tráfico no es patológico, pero acudir a un lugar macabro para buscar una especie de placer o incluso tratar de conectar con el más allá, sí que podríamos hablar de una enfermedad, porque existe una distorsión a la hora de interpretar los hechos.” Marina Fernández ha añadido que recordar a bombo y platillo el aniversario de un suceso de este tipo, hace que se active la parte más emocional de nuestro cerebro.
Por otro lado, de sobra es conocido que ser humano es cotilla por naturaleza. Es algo innato al ser humano. Y cuanto mayores dosis de dramatismo y morbo le añadamos a la historia, mejor. De manera que nuestro interés se verá incrementado cuando más escabrosa o impactante sea la situación o la experiencia vivida en un determinado lugar. Pero… ¿qué atrae a las personas para que vayan a un lugar así a hacerse fotos?
Muchos psicólogos explican que el morbo es un comportamiento insano pero en muchos casos inevitable. Y es que según algunos estudios científicos, el cerebro responde automáticamente a imágenes o noticias de impacto disparando grandes dosis de adrenalina, tal y como afirma la psiquiatra Vanessa Muñoz, que ha explicado que cuando nos encontramos ante unas circunstancias de este tipo, “los músculos se tensan, la respiración se acelera hasta que llega un momento en el que tomamos el control, que es cuando llega el alivio, generando sensación de placer y bienestar por la gran cantidad de dopamina que se libera.”
La psiquiatra añade que “este estado de alerta inicial y posterior relajación, produce un efecto estimulante que incluso puede generar adicción.”