La pandemia multiplica el “Síndrome de la Puerta Cerrada” en los adolescentes

Los padres tienen muchas dificultades para pedir ayuda porque no saben dónde acudir

Adolescente aislada

Sefi García

Publicado el - Actualizado

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Desde el inicio de la pandemia se han multiplicado los adolescentes que se aíslan voluntariamente en su habitación. Han pasado de la mitad a un 85% durante el confinamiento. Si bien es un comportamiento más o menos normal, puede derivar en una patología gravísima conocida como Síndrome de Hikikomori, niños caracol, síndrome de la Puerta Cerrada… un gravísimo trastorno que nació en Japón y que se extiende como la mala hierba por todo el mundo occidental. Son chavales que se encierran en su habitación rodeados de tecnología y que poco a poco dejan de salir.

El doctor Jordi Royo, especialista en comportamiento de jóvenes y adolescentes nos ha contado que cuando este aislamiento se convierte en una enfermedad “no salen de su habitación ni para ir al baño, algunos incluso se llevan el orinal, no quieren comer con la familia, las madres incluso les dejan la comida en la puerta, acumulan basura, son violentos con sus padres, no socializan con el núcleo familiar, duermen de día y abandonan los estudios”. Estos chicos “no piden ayuda porque están convencidos de que no les pasa nada” y los padres esperan porque entienden “que se les va a pasar, porque es un comportamiento progresivo”. Ocupan su tiempo jugando a videojuegos en red, escuchando música o chateando algunas veces con extraños.

Advierte el terapeuta que cuando tenemos a un chico o una chica con estas tendencias durante seis meses “se considera ya psicopatológico” y que la situación actual “va a provocar un crecimiento exponencial de los casos”.

Señales

Una excesiva exposición a videojuegos online , la desmotivación escolar, el haber sufrido o sufrir bulling o ciberbulling, familias superprotectoras, permisivas o delegativas, son signos de alerta. Pero hay otro factor de riesgo, “una cierta crisis de futuro”. En la clínica del doctor Royo, Amalgama7, han tratado a 4 “niños caracol” en los últimos meses, de edades comprendidas entre los 14 y los 19 años. “Todos ellos tenían factores en común, apunta el terapeuta, “eran adolescentes parasitarios ,muy dependientes de su familia, ninis, porque nada les interesaba para estudiar ni se veían trabajando en ningún sitio en el futuro”.

¿Qué hacer?

“No podemos hacer el avestruz”, zanja el doctor Royo. “Este problema no solo es interno de las familias, que es como se está planteando, es un problema social y generalmente hay demasiado tiempo de espera hasta que se trata, entre otras cosas porque los padres no saben a dónde dirigirse. El 60% de las familias nos confesaron en una encuesta que los hijos tenían problemas y necesitaban terapia, pero desconocían a quién debían buscar para que les ayudase”. Cuando la situación se pone seria solo hay una forma de curar a estos chavales “sacarles de su encierro”. ¿Cómo? a veces recurriendo a una orden judicial “con el apoyo de la familia y argumentando al magistrado, suelen concederla para que se les de ayuda psiquiátrica o psicológica”. Los japoneses se han inventado otro método: la patada en la puerta, “hay empresas especializadas en sacar a los adolescentes del cuarto en el que se instalan para llevarles a terapia”. No funciona el tratamiento externo, hay que ingresar a la mayoría en centros especializados para “desengancharles” del aislamiento social, del autoconfinamiento.

Coincide en el análisis Jorge Flores, director de Pantallas Amigas: “Ya había una inercia de incremento de horas de consumo antes de las restricciones -argumenta- que se ha agudizado con los confinamientos y las regulaciones para evitar contagios. Ha sido su única posibilidad , porque al final, satisface casi todas sus necesidades, y están cómodos ahí. El uso intensivo de pantallas les ha desconectado de otro tipo de actividades que antes realizaban”.

Nos cuenta Jorge Flores que el padre de un chico de 11 años “aprendió a jugar a Pokemon Go para sacar al crio de casa durante el confinamiento. Era la única forma de que saliera a pasear”. Esa es otra forma de parar a tiempo este fenómeno: meternos en su mundo para sacarles de él.