“¡Que están asistiendo! ¿Qué está pasando aquí?”: el método que devuelve a la escuela a menores desfavorecidos
Carlos es maestro de escuela y ha trabajado junto con su equipo en un simple pero cuidado cambio, los menores han pasado de no ir a clase a desear volver
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Carlos impartía clase en un aula que estaba siempre vacía: “La asistencia era nula”. Pero todo cambió un día en el que los niños llegaron “a la hora en punto y no con cuentagotas”. “¡Que están asistiendo! ¿Qué está pasando aquí?” se preguntaba emocionado Carlos. Solo transformaron 15 minutos de todo el horario. Una pequeña sorpresa que atraía a los alumnos y generó una “responsabilidad social” a las familias. El secreto era este: durante el primer cuarto de hora del día se divertían jugando (y aprendiendo) con juegos de mesa.
Carlos es maestro y empezó a colaborar en un proyecto que potenciaba los juegos de mesa no solamente como “momentos de ocio” sino también para “sacar partido” de ellos para la enseñanza. Forma parte de la asociación almeriense AFIM21, que actúa en “un barrio humilde de Almería”. Y el equipo, encabezado por la psicóloga y experta en Aprendizaje Basado en Juego, Núria Guzmán, puso en marcha la iniciativa para que los juegos de mesa redujesen los problemas de menores en riesgo de exclusión social. Carlos aclara que trabajan tres áreas de la “neurocognición: la emocional, la social y la educativa”. En el centro cooperan con editoriales y distribuidoras para ver “qué juego” utilizar para desarrollar cada rama en concreto.
Y no quieren que se quede solo en esos 15 minutos. Considera que la introducción de los juegos de mesa “es vital” para la educación. La intención es “introducir el juego dentro de cada materia” porque se ha demostrado que “es una forma de enganchar al alumno y motivarlo”, explica el docente. A través de estos juegos, “esa novedad le va a llamar la atención”, y tras ello, permite “introducir nuevos conocimientos además del que trabaja el juego de mesa”. Pero además consigue que los alumnos socialicen y se comuniquen “con los demás compañeros y gestionar” emociones.
Uno de los juegos que ponen sobre la mesa es el Iconicus. Se ha utilizado para sacar a la superficie las emociones de los menores. Los niños tienen “una gran baraja en la mano” y en cada carta aparece un emoticono “como si fueran los de WhatsApp”. Explica Carlos que va “haciendo una serie de preguntas” sobre cómo se siente respecto a algo. Por ejemplo: “¿Qué sientes cada vez que pierdes en un juego de mesa?”. Y tienen que escoger una carta y utilizarla para responder a esa pregunta. Si escoge una bomba, conocen que se siente frustrado cada vez que sucede eso. Así “vas entendiendo y conociendo un poco más a esa persona” e incluso detectar algún caso de bullying.
La importancia del maestro
Para ello es importante crear un contexto inicial, “una dinamización previa y una persona” para obtener el objetivo. La figura de un maestro que coordine el juego es esencial: “Tenemos que llevar el juego a donde queremos llevarlo”.
La enseñanza de estos maestros sobrepasa las paredes del aula: “Formamos a la familia sobre lo que hacemos con el juego de mesa”. No solo para que sepan que sus hijos están aprovechando el tiempo con ello, sino también para jugar en casa. “Es un nexo de unión” y que permite “conocer fríamente la persona con la que estoy conviviendo día a día”, aclara Carlos. Los juegos de mesa tienen un poder desconocido: pueden llenar aulas, enseñar y unir familias.