¿Qué ocurre cuando pierdo los anticuerpos del coronavirus?

El “recuerdo” de nuestras células juega un papel fundamental cuando nuestros anticuerpos dejan de estar presentes en nuestro organismo

¿Qué ocurre cuando pierdo los anticuerpos del coronavirus?

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Según una investigación publicada en la revista ‘Nature’ y llevada a cabo en China, los anticuerpos contra la COVID-19 desaparecen de nuestro cuerpo a los 2-3 meses aproximadamente. Esta era una de las grandes incógnitas que ha quedado aparentemente resuelta por parte de la comunidad científica.

Los expertos chinos estudiaban a finales de junio a 37 personas que se infectaron del coronavirus y que presentaban síntomas y a otros 37 que se infectaron pero que eran asintomáticos. La conclusión era clara: a las ocho semanas, los niveles de anticuerpos bajaban hasta el 40% de las personas asintomáticas y el 13% que presentaban síntomas.

Este hallazgo pondría en evidencia la idea de los “carnés de inmunidad” contra el coronavirus, una medida que algunos países querían emitir a las personas que diesen positivo por anticuerpos para que viajasen con total libertad. Esas barreras que crea nuestro organismo, por tanto, desaparecen en un rango de tiempo que oscila los 2-3 meses.

A la misma premisa clave llegaron los investigadores del King’s College de Londres: los niveles de anticuerpos de las personas que se recuperan de la COVID-19 decaen en ese tiempo que marcaban los expertos chinos. Ese resultado, sugerían los británicos, podría implicar lo siguiente: contagiarse de coronavirus no es protección futura ante posibles exposiciones. Dada esta situación nos preguntamos entonces qué puede llegar a suceder en nuestro organismo cuando ese mecanismo de protección natural desaparece.

De forma global, por el momento se desconoce cuál es el nivel mínimo de anticuerpos que requiere un individuo para hacer frente al coronavirus.

Tus células ‘tienen memoria’ y sabrán enfrentarse al virus

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Bien… si desaparecen nuestros anticuerpos, como sucede con cualquier infección, no hay que ponerse excesivamente nervioso. La clave es que no se pierde totalmente la inmunidad, pues las células albergan una especie de “memoria”, como un ordenador, que recuerda que hemos vencido a la enfermedad. Esto provoca que nuestro organismo responda de una forma más rápida y actúe con menos incidencia en nuestro cuerpo.

Por tanto, podemos asegurar que el virus “aprende” de la infección por si vuelve a aparecer. Como por ejemplo ocurre con una gripe, que podemos pasarla un número determinado de veces a lo largo de nuestra vida y su virulencia va disminuyendo progresivamente. Eso sí, teniendo especial cuidado si nos encontramos en algún sector poblacional vulnerable (por ejemplo, los ancianos).

En una entrevista realizada a un experto en ‘La Gaceta de Salamanca’ lo explica muy bien un experto llamado Alberto Orfao, director del servicio de Citrometría de flujo de la Universidad de Salamanca.

A la espera de que llegue esa ansiada vacuna, parece ser que en concreto la del coronavirus requerirá de varias dosis para prolongar esa ‘memoria’ en nuestras células. Para que actúen con celeridad en los tres tipos de anticuerpos: “Anticuerpos IGM, IgG y IgA”

El primer tipo de anticuerpos citado actúa muy rápido pero no tiene la misma eficacia que el IgG. Los grandes desconocidos: los IgA, los que encontramos en la saliva, en las secreciones o el sudor.

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