¿Por qué cruzamos los dedos para atraer la suerte?

Tradiciones y leyendas se han encargado de fomentar a lo largo de nuestra historia ritos y costumbres que supuestamente sirven para atraer buena suerte

¿Por qué cruzamos los dedos para atraer la suerte?

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La suerte ha sido, desde tiempos inmemoriables, un factor deseado y perseguido por el ser humano. El destino de nuestras vidas parece regido por ese encadenamiento de los sucesos, considerado como fortuito o casual. Un baile del azar del cual depende nuestro futuro. Pero, ¿existe realmente la suerte? 

La ciencia cree que sí, pero la suerte como tal depende más bien de nosotros y de nuestra predisposición hacia hechos que puedan surgir.  Richard Wiseman, profesor de la Universidad de Hertfordshire en Reino Unido, llegó a la siguiente conclusión: buena parte de la fortuna o de la ausencia de esta tiene que ver con la actitud de las personas. Si uno adopta la vida con optimismo, es probable que lo considerado como "buena suerte" acabe surtiendo efecto. Las personas pesimistas o predispuestas al fracaso, son más proclives a la "mala suerte".  "Nuestra suerte no se halla fuera de nosotros, sino en nosotros mismos y en nuestra voluntad.", dijo el físico norteamericano J. Robert Oppenheimer, conocido como el "padre del la bomba atómica".

Pese a todo, tradiciones y leyendas se han encargado de fomentar a lo largo de nuestra historia ritos y costumbres que supuestamente sirven para atraer la buena suerte. Amuletos como el trébol de cuatro hojas, la herradura, los cazadores de sueños o las patas de conejo proliferan con dicha intención. Pero hay más formas.

Una manera muy frecuente de invocar a la buena suerte es cruzar los dedos. Pero, ¿por qué hacemos este gesto? Hay dos teorías sobre su origen. Algunos historiadores creen que dicha costumbre nació como una marca de concentración o buen ánimo. Posteriormente, evolucionó para expresar apoyo hacia alguien cruzando los dedos ante la persona. Y finalmente, este símbolo se afianzó para pedir la suerte para uno mismo. 

La otra opción tiene su origen en la antigua creencia de achacar los infortunios y la mala suerte a fuerzas malignas. Con este gesto se buscaba ahuyentar y protegerse de maleficios.