¿Por qué se empezaron a poner el belén y el árbol en Navidad?
Te contamos el origen de los dos elementos indispensables de la decoración navideña a pocos días de que lleguen las fiestas
Publicado el - Actualizado
3 min lectura
La Navidad ya está a la vuelta de la esquina. Es tiempo de comilonas, villancicos, (mucha) familia y regalos. Aún quedan unos días para el comienzo de las fiestas, pero la presencia de dos elementos imprescindibles de las mismas empieza a ser constante. Hablamos, cómo no, del belén y del árbol.
Raro es el hogar, comercio o lugar público que no cuenta con un nacimiento y con un abeto (ficticio o real) en estas fechas tan entrañables. Están vinculados de forma tan estrecha a este momento del año que es difícil no hacerse la pregunta: ¿de dónde surge la tradición de poner el belén y el árbol en Navidad? En COPE te traemos la respuesta.
El belén nació en la Edad Media
Italia, en la Navidad de 1223 (siglo XIII), inauguró esta costumbre navideña. De hecho, se dice que su ideólogo fue nada menos que San Francisco de Asís. Según parece, al santo le impactó mucho un viaje que realizó a Tierra Santa. Tanto que decidió celebrar una misa de Nochebuena muy especial en la localidad de Greccio.
En ella, con todo el pueblo presente, se asistió a la representación del nacimiento, llevada a cabo en una cueva. Algunos dicen que San Francisco montó el Belén con personas y animales vivos. Por su parte, otros afirman que sólo la mula y el buey eran de verdad, con figuras completando el resto del conjunto.
Incluso se ha llegado a contar que los ángeles, el Niño Jesús, la Virgen María y San José se aparecieron en un momento de la ceremonia religiosa. Aunque hay otra versión de la historia que dice que fue sólo la figura del Niño la que cobró vida, sonriendo y extendiendo los brazos hacia San Francisco.
El Belén habría llegado a España de la mano de Carlos III, aunque el primer taller belenista del país no se creó hasta 1471 en Alcorcón.
El norte de Europa, clave en el origen del árbol
Parece que fueron los germanos quienes más pusieron de su parte para la posterior aparición del árbol de Navidad. Ellos decoraban un roble con antorchas y bailaban junto a él para celebrar el solsticio de invierno. Tanto los dioses como los muertos tenían representación en la copa y en las raíces del árbol, respectivamente.
Allá por el año 740, San Bonifacio sustituyó el roble por el pino para que este simbolizase el amor de Dios y la vida, ambos de forma eterna. Manzanas (tentación) y velas (luz y gracia divina) lo decoraban, con la Santísima Trinidad como explicación para la forma triangular del árbol.
Las bolas y guirnaldas no llegarían hasta 1605, cuando empezaron a adornar el árbol en Alemania. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para que la tradición se extendiese por el resto de Europa. 1870, por ejemplo, fue el año en el que el árbol de Navidad empezó a popularizarse en España.
Además, el 8 de diciembre suele ser la fecha elegida por muchos para colocarlo. ¿Por qué? Todo apunta a una encíclica que el Papa Pío IX publicó un día como ese de 1854. En ella se honraba a la Virgen María, declarándose el dogma de la Inmaculada Concepción, cuya fiesta se celebra en esa fecha.