18ª SAN ISIDRO

Apabullante Roca Rey ante la cruz de Fuente Ymbro

Tarde decepcionante del hierro de Fuente Ymbro con la que Roca Rey firmó una gran faena que no tuvo rúbrica con la espada.

Una de las bernadinas finales de Roca Rey ante el quinto toro de Fuente Ymbro

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Tras la cara de la novillada del lunes, la cruz con la corrida de este miércoles. En apenas 48 horas el hierro de Ricardo Gallardo ha vuelto a la casilla de salida. A esos años en los que las novilladas en Madrid funcionaban y pegaba petardos sonoros cuando comenzó a lidiar cuatreños en Las Ventas.

La primera de las dos corridas de Fuente Ymbro preparadas para este San Isidro se quedó solo en la fachada. Toros para las calles con la edad ya pasada. Cinqueños todos. Mucha arboladura, muchos kilos, pero poca casta. Un petardo en toda regla.

Ante eso, emergió la actitud de figura de Roca Rey, que se la jugó sin pensárselo con el manso y huidizo quinto. Pasó por los primeros tercios sin querer pelea con nadie y cuando se arrancó a la muleta lo hizo con mucho disparo. Casi al cuerpo del peruano, que le aguantó impávido el órdago al toro. Y ahí le comenzó a ganar la pelea. Después llegaron dos tandas de sometimiento y firmeza cabal. Rotundo todo, por abajo, lamiendo el de Fuente Ymbro las espinillas del torero. Tanto poderío que el astado salió afligido del trance. Se puso Andrés en el sitio, echando la muleta y tirando la moneda. Largo el trazo, más allá de donde el toro estaba dispuesto a ir. Y los tendidos rugiendo. Buscó tablas ‘Escribiente’, y allí le terminó de plantear batalla Roca Rey. Al natural, ganándole el paso para hacerle pasar por donde no estaba dispuesto. Con la plaza bocabajo y entregada, salvo quien no quiso o no supo verlo, y tras un final por bernadinas, dos pinchazos echaron por tierra todo lo realizado. Después llegó una estocada en la yema que tumbó al toro sin puntilla. La ovación sonó a premio menor visto lo visto.

Un torazo fue el primero del lote de Roca Rey, que como carta de presentación le sopló un quite por chicuelinas de asfixiante ajuste. Como el inicio por estatuarios. No regaló el peruano ni medio paso para rectificar. Y el toro embistiendo con fuerza al engaño del peruano. Puro espejismo, porque después, cuando tuvo que empujar la muleta ya fue otra historia. Muy agarrado al piso, como el torero, pero como fuerzas opuestas. Tiró mucho de la embestida Roca, que no consiguió que el toro rompiese de verdad a embestir. La estocada, de manual. En todo lo alto. Rodado salió el toro.

Tenía su cuello el hondo y cuajado primero, un toro al que zumbaron en varas y que llegó con poca vida al tercio de muleta. Urdiales se puso por los dos pitones. Como un trámite de quien tiene que fichar en el trabajo. Aquello no fluía y comenzó el runrún en los tendidos de desaprobación. Un metisaca en los sótanos despenó al toro de forma horrenda.

No mejoró su imagen el torero riojano con el mastodonte cuarto. Un toro con dos puñales por delante que se movió sin ritmo ni entrega. Urdiales pasó un mal rato ante él. Tanto con la muleta como con la espada.

Volvía Ginés Marín diez días después de su grave cornada en esta plaza. La ovación tras el paseíllo reconoció el gesto. Hasta ahí lo amable, porque después se protestó, y con razón, la flojedad de remos del tercero. El palco desnortado de cada día lo aguantó en el ruedo. Pero apenas se puso un par de tandas. En cuanto el toro rodó como una pelota por el ruedo y amenazó con no levantarse, lo finiquitó de una buena estocada.

El manejable sexto permitió a Ginés correr la mano con temple por el pitón derecho ya mediado el trasteo. Pero aquello no terminó de prender.

Madrid, miércoles 25 de mayo de 2022. 18ª de Feria. Lleno de ‘No hay billetes’

Toros de Fuente Ymbro, bien presentados, muy armados de cuerna. Conjunto manso y deslucido. Solo el sexto sacó cierta nobleza y clase.

Diego Urdiales, silencio y silencio.

Roca Rey, saludos y saludos.

Ginés Marín, silencio y silencio.