MADRID
Un 'Duende' de Victoriano se impone en el colosal monólogo de Emilio de Justo en Las Ventas
El torero extremeño sale a hombros con tres orejas tras una tarde de consagración en Las Ventas con una sensacional corrida del hierro madrileño.
Madrid - Publicado el - Actualizado
6 min lectura
Salvo que seas figura del toreo y estés leyendo esto, no puedes negar que Emilio de Justo es el mejor torero del momento. No hay otro que toreé más puro. No lo hay que mate mejor. Otra cosa es la medida de los tiempos y de las tandas, pero poco se le puede exigir al que viene a Madrid con semejante disposición. Las tres orejas de Emilio de Justo fueron discutidas, pero su puerta grande fue tan rotunda como sus últimas andanzas. La época de Emilio de Justo. Su toreo poderoso se impuso en una tarde majestuosa. No redondeó ninguna faena, pero la espada terminó de corroborar el monopolio de su verdad.
El paseíllo en Las Ventas ya no es puntual. Ya no es a las 19.00 horas de la tarde. Ahora llega un ratito antes, cuando llega el político de turno. Entra por la puerta más alejada al burladero del trinque para llevarse la ovación. Almeida y Ayuso son ya toreros de Madrid. La primera bronca no fue política sino técnica, ni siquiera a los toreros. No se sabe si por recortes del canon o por qué, pero a alguien se le olvidó echarle cal al cacharro que pinta las rayas. Ferrera tuvo buen ojo e instó a los operarios a pintarlas. Y como aquí quiere ser protagonista 'to quisqui', el pintor frenó en los bajos del Siete. Primeras palmas de tango sin salir el toro a la plaza. Vivan los domingos de julio en Las Ventas. Viva el Siete.
Eso fue lo mejor de la tarde de Ferrera, más allá de un tercio de varas extravagante y de un par de muletazos cadenciosos al primero del festejo, Soleares, que fue un toro extraordinario, por bravura, casta y empuje. Se comió una muleta, la de Ferrera, que no pudo someter ni embarcar al animal. Y ahí se quedó la tarde del extremeño. No pudo en ningún momento con su paisano. No obstante, y Soleares mediante, la tarde estuvo casi más cerca de Madrid que de la región limítrofe con Portugal. Victoriano del Río constató en Madrid su poderío en plaza de Primera. En este tipo de finales, solos los grandes son capaces de estar a la altura. Los de Guadalix rara vez fallan. No fallaron en la verdadera vuelta de los toros a Madrid. A plaza "llena", por desgracia.
Lo mejor de los primeros tercios en el segundo acto, primero en el turno de Emilio de Justo, llegó en un avinagrado duelo de quites. Primero, una media de Ferrera sacando al toro del caballo y tres chicuelinas y otra media abelmontada de De Justo que paró el tiempo. Segundos de oro. Con el permiso de la presidencia, el de Torrejoncillo hizo lo que mejor sabe, quedarse quieto. El toro cazó moscas en cada envite, pero el torero le dejó la muleta como un caramelo a un niño. Imposible no agarrarla. Tremendo el mérito.
Cuando consiguió embeber al toro, le arrancó tres naturales que crujieron Madrid. Esa tanda encumbró al torero y le dejó caer. El toro fue a más y Emilio no terminó de refrendar la tanda. A más el animal y a menos el torero. Un final a pies juntos con la zurda avivó las ascuas, pero todo quedó en nada. Pese al fervor de un público de Eurocopa, la faena no se redondeó. El último acto, la espada, fue mediocre. Aún así, este Madrid neoviral regaló una oreja que no molestó, pero que vislumbró épocas peores. Y lo que es peor, cercanas.
Muy forzado con la capa se mostró De Justo con su segundo, que hizo cuarto en el encierro. Desacompasado en el toreo fundamental. Si la lidia fue mala, el tercio de banderillas fue horrible. Brindó el toro a César Rincón y empezó la faena poderosamente. Tremenda la primera tanda a derechas. Fue esa la mejor, la primera. El resto del traste estuvo bien, pero se quedó muy corto. Ninguna tanda pasó de los habituales tres muletazos y el de pecho. El sota, caballo y rey que ha anquilosado al toreo de pitiminí. Cuando Madrid rompía, Emilio terminaba la tanda. Más allá de las palmas, Las Ventas no se cerró nunca en esa ovación que acojona. Acelerado y con más corazón que cabeza, De Justo no midió las tandas en ningún momento y se quedó cortó en cada una de ellas. Madrid quería más y así se lo hizo saber.
Sobre todo, se lo dejó entrever un toro, Duende, que rompió los moldes de la bravura actual. El de Victoriano del Río fue bravo, encastado y tuvo es punto de picante que deja siempre lo más selecto del monoencaste. Duende fue, es y será uno de los grandes toros de este siglo en Madrid. Compite con Cantapájaros, Beato o Dalia. Casualidad o no, son familia. Casualidad, digo, para los pobres de espíritu. La vuelta al ruedo al toro fue clamorosa y la dos orejas al torero se quedaron cortas. Una por la faena y otra por la espada, pero el toro era de dos y rabo.
Para cerrar su tarde, Emilio no lo quiso ver con el capote y dejó que picasen a su último oponente en la querencia. Eso sí, se le picó genial. Los tres puyazos de Manuel Quinta fueron sensacionales. En su sitio, que ya es decir. Se fue al final con cinco encuentros con las cuerdas dentro. Cinco puyazos. Otra vez, Emilio no lo vio en la muleta. Al menos, tardó en verlo. Antes de romperse con el toro, dejó un par de tandas en perpendicular a las tablas en los bajos del 9 de poca ligazón, menos compromiso y nula exposición. Se veía un torero consagrado, pero malogrado por el éxito. Emilio, que si algo tiene es ambición, vio que Madrid se dio cuenta de que allí había oponente. Y tragó. Y se cruzó. Y expuso. Y toreó. Vaya que si toreó. Los mejores muletazos, con permiso de esos naturales a su primero, llegaron en el epílogo. Un par de tandas por la derecha que crujieron, esta vez sí, al pobre cuarto de plaza que pobló los tendidos. Una borrachera de toreo en formato breve. Un par de tandas. Para qué más. La estocada no fue precisa y todo quedó en una ovación.
Así, la tarde de Emilio de Justo le consagró como uno de los grandes toreros de la última década y dejó constancia del gran momento que atraviesa. No obstante, su lote fue de cinco o seis orejas rotundas. Todo quedó en tres y no fue ni mucho menos por la espada. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero el dicho no se refiere a las tandas. Es mejor dar cuatro tandas de seis muletazos que pegar 87 de tres y el de pecho. Son igual de buenos, pero no hacen honor al toro ni al escenario. Madrid encumbró, otra vez, a De Justo, pero Madrid sigue esperando a un torero que es capaz de reventar esto sin medida. Eso, la medida, es lo que le queda a Emilio de Justo para hacer de su toreo el mejor de los monólogos.
Madrid, domingo 4 de julio de 2021. Corrida de la Cultural. Lleno sobre el aforo permitido.
Toros de Victoriano del Río, bien presentados y de buen juego, en general. Extraordinario el 4º, 'Duende' al que se le dio la vuelta al ruedo. Muy bravo y encastado el 1º; de gran clase el 2º y con gran clase y profundidad el 6º.
Antonio Ferrera, silencio, división y silencio.
Emilio de Justo, oreja, dos orejas y palmas.