MADRID

Las Ventas caen en una sima con una novillada plúmbea y vacía de contenido

Tres avisos al Niño de las Monjas en una plaza casi vacía y con una descastada novillada de Paloma Sánchez Rico.

El Niño de las Monjas ante su primer novillo de Paloma Sánchez Rico este domingo en Las Ventas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La pésima programación veraniega de la empresa Plaza-1 llegó hoy a la sima del anti-espectáculo con la lidia plúmbea y dilatada de una seria pero descastadísima novillada de Paloma Sánchez Rico a cargo de una terna de veteranos y poco acertados novilleros, que presenciaron poco más de un millar de espectadores desde los tendidos.

Con los burladeros de la propia empresa y del Centro de Asuntos Taurinos también vacíos, el "festejo" se desarrolló sin apenas momentos de brillantez, a causa del nulo juego de unos utreros con hechuras de toros, y algunos con aparatosas cabezas, pero absolutamente vacíos de bravura, con los que se dilataron, sin éxito, unos novilleros ya sin apenas expectativas.

Pero del pésimo resultado de la cita no cabe culpar tanto a los lidiadores, que pusieron más o menos voluntad, pese a sus pocos aciertos, como a la propia organización, que ha puesto muy poco interés en relanzar una temporada de verano que está llegando a uno de los peores niveles de la casi centenaria historia del coso.

En cuanto a lo visto, el cordobés Rafael Reyes, a sus treinta años de edad, se mostró opaco con un primero noblón, apagado e insulso, al que pinchó, y se alargó de más, y sin acabar de verlo claro, con un cuarto novillo con hechuras de toro cuajado que se paró por completo ya en el tercio de banderillas.

De los tres espadas fue Niño de las Monjas quien puso más empeño y fibra ante tan pésima novillada, lo que quiso demostrar desde el principio yendo a recibir al portagayola al segundo, que tuvo hechuras y comportamiento de morucho.

Pero el valenciano, que estuvo tesonero sin sacar mucho a cambio, acabó viendo como, conformándose con una media estocada sin apenas efectos, le sonaban los tres avisos y el utrero pasaba moribundo al túnel de chiqueros, desde donde le tuvieron que arrastrar las mulillas. Con el quinto, que no dejó de soltar cabezazos, se repitió la escena, salvo a la hora de matar.

Por su parte, el sevillano Uceda Vargas no pudo sacar más que una docena de medios pases a un tercero que apenas tomaba los engaños durante medio metro tras muchas insistencias, y cortó pronto con el cornalón sexto, que se gastó con genio de manso en los primeros tercios y con el que no llegó a tomarse apenas confianzas.

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