OPINIÓN

Los de Pablo y Juan

Juan Ortega y Pablo Aguado

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Cuando decimos que la pandemia también ha afectado al toreo no es solo porque los cinqueños se han quedado sin camión que los embarque. Que la guerra de Ucrania ha puesto el pienso muy caro, correcto. El principal agravio de la pandemia ha sido cerrar Madrid. No hemos tenido toros, solo algún bolo esporádico del salvador Ponce, que se enamoró en una sesión de Houseparty, y una faena suelta en Linares que equiparó a un gran emergente con otro de 25 años de alternativa. Pablo Aguado y Juan Ortega son dos toreros a los que esperamos como el agua fresca en verano. Uno por méritos propios y otro por naturales en tarde de chinos + 7 en Las Ventas. Bendita ecuación. Ojalá vuelvan los chinos. Morante debería torear la 100 en Wuhan.

El inicio de San Isidro ha demostrado que Las Ventas nunca se fue. En la Guerra fue un huerto de patatas y en la pandemia se ha convertido en el coso de Belchite, Abellán mediante. Figuras aparte, la afición quería ver a Aguado y a Ortega. Los dos artífices del resurgir de Morante. Morante de la Apuesta. La Quinta en Madrid sigue siendo una corrida de Madrid. Por eso El Juli sigue siendo El Juli. Para colmo, vuelve Castella. La burbuja del clasicismo era la mascarilla pintarrajeada del confinamiento. Tomás Rufo tiene en su mano la aguja que pinche esa burbuja. Tomás es el que tendría que torear mano a mano con Andrés en Madrid y no Juan con Alejandro. La pandemia nos ha robado también la paciencia.

Tenemos todos la culpa de haber presionado a Aguado y a Ortega. Los hemos querido sentar en la mesa de Morante, un torero con 25 años de alternativa, sin puertas grandes, pero en el Top Five de la historia del toreo. Morante ha necesitado 25 años para que algunos le dejen ponerse. A Pablo y a Juan hay que darles cariño. Sus dos primeras tardes en Madrid han sido un petardo y ellos son los que mejor lo saben. ¿Y qué? No sabían lo que era Madrid con 'No hay billetes'. Sevilla es el recreo de los que torean bien. Pablo y Juan le roban el bocadillo a los cansinos del toro de Sevilla. En Madrid el almuerzo sigue teniendo trapío y hay que venir con hambre.

Hay quien dice que solo hay dos toreros capaces de cortar un rabo en Madrid: Pablo y Juan. Lo hacen como nadie, pero la gravedad pesa más en Madrid que en la Sevilla del toro de Valencia. Parece un logro echarse encima de los nuevos, pero seremos todos los que después digamos "yo lo vi venir". Pablo y Juan son y serán siempre los toreros de la pandemia. Aguado el que se frenó por el virus y Ortega el que salió a la luz cuando nos empezaron a dejar salir de casa. Les quedan dos en Madrid, con Morante. Con Juan Pedro, la única ganadería que pierde dinero lidiando 25 corridas al año. La pandemia han sido prisas. Por pillar papel higiénico o por volver a una plaza. El toreo no ha vuelto hasta que no ha roto San Isidro.

¿Quién lo ha roto? El de siempre, El Juli. Dicen de él que por fin ha entrado en Madrid. El que salió a hombros en el 98. El de la cornada con el de Guardiola. El de la encerrona hace 19 años. El de Cantapájaros. El de Licenciado. El de las siete Puertas del Príncipe, récord histórico. El Viti será siempre leyenda por las 14 en Madrid, pero Juli será el del julipié con siete en Sevilla y otras siete pinchadas en Las Ventas. Fandi será el de las banderillas y Ponce el del pico. Morante ha pasado de Tunante al de las cien, pero ahí están Pablo y Juan, los sucesores.

Después de todo, exigirles lo mismo a Pablo y a Juan que al resto de mortales es tontería. Calma. Seguramente uno nunca llegue al nivel del 10 de mayo de 2019 y el otro no traslade lo de Linares o Córdoba a Las Ventas. ¿Y qué? El problema de la pandemia es que ya se han roto los tiempos. No hay paciencia. Por eso, los Juli y Roca salen beneficiados. A Talavante le quedan seis toros para volver a ser figura. Luque prometió que lo sería con doce. No eran toros sino años. Nos engañó. La seriedad, la exigencia y el rigor son fundamentales y eso ya solo existe en Madrid.

Pero no perdamos la paciencia y los tiempos. Pablo y Juan lo tienen y seguramente haya que afiliarse a su cuadrilla para verlos. No son toreros de público y por eso lo de Juan en Linares fue tan mágico como si hubiese pasado en Madrid. Pablo lo hizo en Sevilla un día y se puso rico. Paciencia. Que igual te llega en diez minutos o en 25 años. Morante y El Juli llevan un cuarto de siglo demostrando que son los mejores, pese al Twitter. Pablo y Juan pegan petardos, pero llegará el día que exploten. Y puestos a pedir, mejor una mala tarde de los que saben que 29 capítulos de relleno made in Simón.

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