BADAJOZ
Morante firma el muletazo y Manzanares se lleva la oreja en el cierre de Olivenza
Decepcionante fin de feria en Olivenza por culpa de un manso encierro de Zalduendo. Manzanares cortó una oreja y Morante dejó un muletazo para el recuerdo.
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Los ecos taurinos traían voces de triunfo este sábado en Illescas con el mismo cartel que echaba el cierre a Olivenza. La diferencia con el festejo de hoy y su resultado final fue la materia prima. Si los ‘zalduendos’ madrileños de José Vázquez propiciaron el triunfo en tierras de La Sagra, los toros del hierro matriz arruinaron el que se celebró este domingo en tierras pacenses.
Pero entre tanto nubarrón de mansedumbre, de pronto, un redondo de Morante que alumbró la corrida entera y disipó las nubes que se cernían sobre el coso oliventino a esa hora de la tarde. Un muletazo eterno entre la nada. Un toro de Zalduendo que iba y venía sin gracia por el que apostó el torero cigarrero. Estuvo tirando líneas Morante hasta que alumbró “el muletazo”. Soberbio. Enganchándolo muy adelante, embarcando las embestidas y pasándosela por la faja, cimbreándose la figura, cargando la suerte y despidiendo al toro por debajo de la pala del pitón. Fue solo uno, ¡pero qué muletazo por Dios! Después, aunque lo intentó, nada fue igual. La estocada viajó trasera y tendida y ralentizó la muerte del toro. La ovación final fue para ese muletazo que perdurará en la retina durante bastante tiempo.
No comenzó con buen pie el festejo con la devolución del primer toro de Zalduendo. Quiso cuidarlo en varas Morante, pero el animal se de derrumbó y no hubo más remedio de asomar el moquero verde. El panorama no lo mejoró el sobrero del mismo hierro. Lo paciencia que estuvo el sevillano con el capote para poder dejar dos verónicas y una media con sabor, no la tuvo con la muleta cuando el de Zalduendo perdió las manos y la gente se impacientó. Con la espada, Morante no lo vio claro y esperó a que el toro se echase él solo tras tres pinchazos.
José María Manzanares lidió en primer lugar un astado de noble pero muy endeble condición. El alicantino intentó aplicar temple y cadencia a sus tandas. Pero a partir del tercer muletazo el toro agonizaba en vida. La espada se encasquilló hasta en dos ocasiones en la suerte de recibir. A la tercera fue la vencida con un perfecto volapié. Una ovación premió generosamente el conjunto.
El quinto fue un oasis dentro del encierro de Zalduendo. Éste fue un animal noble pero exigente que pedía mando y sometimiento. Cuando no lo había, tendía a no soltarse de la muleta de Manzanares. La faena creció cuando aplicó mano baja. Una tanda en redondo fue las más completa ya mediado el trasteo. Esta vez amarró la oreja con un contundente volapié.
La tarde se desesperezó del letargo inicial con el tercero, un toro de Zalduendo cómodo de cara pero de una nobleza suprema. Un toro ideal para el concepto de Pablo Aguado. La innata torería que surge de la naturalidad salió a relucir en un trasteo de gran armonía en las formas. Siempre toreando con lo vuelos de la muleta. Sin toques bruscos. Todo fluía al compás que marcaba Agudo. Una tanda postrera al natural y a pies juntos rezumó aroma a toreo caro. Pero dos pinchazos antes de la estocada redujeron el premio final a una ovación de reconocimiento.
Con el sexto hubo poca historia. El de Zalduendo no quiso pelea y embistió siempre sin celo y a media altura. Agudo le puso empeño pero había poco donde rascar.
Olivenza (Badajoz), domingo 8 de marzo de 2020. 4ª de Feria. Casi lleno.
Toros de
, de amable presencia y de juego manso y descastado. Manejables pero sosos. El más vivo, el quinto. Noble el tercero.
Morante de la Puebla, silencio y saludos tras aviso.
José María Manzanares, saludos y oreja.
Pablo Aguado, saludos y silencio.