2ª SEMANA GRANDE

Orejas de saldo para las descentradas actuaciones de Manzanares y Talavante en Illumbe

El amable público donostiarra y una complaciente presidencia premiaron con orejas a Manzanares y Talavante.

Natural de Alejandro Talavante al tercer toro de Juan Pedro Domecq en San Sebastián

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Cuando se cumplen 25 años de la inauguración del moderno coso de Illumbe, que vino a reparar el vacío de otros cinco lustros sin toros en Donosti tras el derribo del Chofre, la afición local no ha terminado aún de encontrar su propia personalidad y de mantener un criterio más o menos exigente.

De momento, sigue siendo un público amable que sube hasta la elevada posición del nuevo recinto con la idea de acudir a un acto social, y lo hace en mayor número cuanto más les suenan los nombres anunciados en el cartel, como sucedió hoy, con el aforo cubierto en más de su mitad.

Y es dentro de ese contexto como pueden encontrar cierta explicación esas dos baratas y muy poco justificadas orejas que pasearon esta tarde tanto el alicantino como el extremeño, ante dos de los toros de más opciones de un encierro de Juan Pedro Domecq desigual en todo.

Porque el segundo, del que Manzanares obtuvo el pírrico trofeo, tuvo buen son y nobleza en unas embestidas a las que solo les faltó un punto más de recorrido, justo ese tramo final del que también adolecieron los pases del alicantino, al que aun así quisieron premiar con esa holgura tras un remate de faena con más entrega pero plagado de enganchones.

Pero más trabado y tropezado aún fue su muleteo con el quinto, un sobrero terciado pero más ofensivo de pitones, que no dejó de tomar la muleta con cierta clase, a pesar de la absoluta destemplanza con que la manejó Manzanares, al que seguro que hubieran vuelto a pedir la oreja de no pinchar dos veces en dos erráticos intentos en la suerte de recibir.

La oreja que le dieron también a Talavante del tercero tampoco encuentra argumentos lógicos desde un punto de vista meramente torero, pues a un astado noblote, que se movió sin gran celo y siempre a su aire, tampoco logró el extremeño atemperarlo ni centrarlo mucho ni poco, a lo largo de un trabajo embarullado y sin limpieza.

Y aún peor fue lo del sexto, un toro hondo y, aparentemente, más que manejable, con el que Talavante no se quedó quieto ni una sola vez durante un nada comprometido pasar "p'acá y p'allá" de tirones y enganchones, del que desde los tendidos se echó la culpa al animal.

En cambio, el público se enfadó, aunque también sin excesiva acritud, con Morante de la Puebla, el único de la terna que intentó torear por derecho y con el lote de menos fondo de raza del sexteto.

Con el que abrió plaza dejó buenos detalles de capote el sevillano, así como un pausado inicio de faena antes de que el colorado se parara absolutamente vacío de raza, como también sucedió con el serio cuarto, solo que éste, que flojeó de salida, acusó además el certero efecto de un leve pero sangriento puyazo.