SEVILLA
Roca Rey despierta de su sueño y sale por la Puerta del Príncipe
Roca Rey abre la Puerta del Príncipe tras desorejar a un buen toro de Cuvillo. Urdiales y Manzanares fueron silenciados.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Andrés Roca Rey ha salido por la Puerta del Príncipe, su sueño más ansiado. Y lo ha hecho ante la apoteosis y alegría de una gente que también deseaba verlo traspasar a hombros de improvisados costaleros la anhelada bóveda con vistas al río. Se lanzó a la conquista de Sevilla desde que salió el tercero, un toro con cara y hechuras de novillo al que dejó sin picar, como todos. Como todos lo que se llevan lidiados en lo que va de feria.
Ya no es noticia la inexistencia de la suerte de varas convertida en puro tramite de la lidia. El diestro peruano sometió al “núñezdelcuvillo”, le bajó la mano y ejecutó series a derecha e izquierda con desigual resultado. Hubo buenos naturales y notable muletazos diestros con el compás abierto. No fue faena contundente la realizada a un animal que embestía a la defensiva y mermado su fondo en el epílogo de la lidia. Pero lo finiquitó de forma admirable. La espada fue un cañón y la oreja no la dudó en esta ocasión quien se la negó hace días al que empieza.
El sexto fue un toro noble con calidad en su embestida y Andrés lo metió en cintura con un toreo que sabe muy bien transmitir al espectador. Tampoco se picó el buen ejemplar de Núñez del Cuvillo al que banderilleó con total pureza Antonio Chacón, tan emotivo fue el par que la banda del maestro Tejera sonó en su honor. Roca Rey se hincó de rodillas y comenzó a torear. Quieto, sin mover un músculo, hizo pasar la embestida por delante y por detrás. Su arma, el valor, la utilizó para escupir muletazos diestros hilvanados y rematados con redondos pases de pecho. Las series se sucedieron por uno y otro pitón con alguna desigualdad hasta que se decidió a bajar la mano, arrastrar la muleta y conducir la embestida con la diestra para esculpir muletazos antológicos con los que puso la plaza en pie. El delirio se había consumado y una estocada de efecto rápido ayudó a que las dos orejas no se hicieran esperar tras el vocerío del público al un palco que, en tardes de lleno y figuras acarteladas, no aguanta la más mínima presión.
Esta vez la toros del ganadero gaditano no defraudaron como lo hicieron el día de Resurrección. Sólo el lote de Urdiales no embistió con la fuerza y calidad deseada. Sí lo hizo el segundo de la tarde que lidió Manzanares. Un buen toro. El alicantino no está ni para grandes ni pequeños desafíos. Es una pena verlo sin ideas, inseguro, y muy lejos de la tauromaquia con la que tanto sedujo a Sevilla. No está. Su toreo hacia afuera predominó en una faena colmada de ligereza. Algún que otro muletazo con encanto y poco más. Con la espada, que fue su fuerte, mal.
Tampoco se le vio fino con el noble quinto que mostró su bravura en el caballo, pese a la medida suerte de varas. Faena de altibajos con un toreo despegado y con algún que otro natural notable y buenos pases de pechos. Muy poco para tanto deseado. Y con los aceros un calvario.
Diego Urdiales se llevó lo peor del los toros que vinieron desde El Grullo. Al primero, embistiendo a la defensiva por su escasa fuerza, destacar un par de lances con su peculiar estilo. Después un trasteo por la cara sin florituras para tumbarlo con eficaz estocada. También su toreo a la verónica destacó en los lances de recibo al noble cuarto, pero el toro no aguantó para aprovechar la calidad que mostraba su embestida. Algún muletazo diestro, templado y profundo, con la verdad de su tauromaquia fue lo mejor de la breve faena