4ª FERIA DE JULIO

Roca Rey, a hombros, salva in extremis una opaca tarde en Valencia

El peruano cortó las dos orejas al sexto toro de Cuvillo. Castella y Manzanares, de vacío.

Andrés Roca Rey en su salida a hombros este domingo de la plaza de toros de Valencia

Agencia EFE

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El diestro peruano Andrés Roca Rey, que salió a hombros tras cortarle las dos orejas al sexto toro de Núñez del Cuvillo, salvó in extremis la que hasta ese momento era una opaca tarde de figuras del toreo con la que se cerraba hoy la breve feria de Julio de Valencia.

La faena del joven suramericano, que hizo todo un despliegue de determinación, seguridad y desparpajo, vino a recompensar al público que casi llenó la plaza de las dos tediosas horas de festejo transcurridas, por lo que agradecieron con mayor entusiasmo si cabe todo cuanto vieron en la arena en ese último turno.

Y es que Roca, que tampoco había estado acertado, sino más bien apurado, ante el áspero tercer toro de la tarde, salió dispuesto a triunfar desde el primer momento con ese sexto de pelo jabonero.

Fácil con el capote en el saludo, el limeño galleó por tapatías para llevarlo al picador y abrió la faena de muleta con unos ajustados e impávidos estatuarios, a los que el astado acudió con brusquedad y a cuyo remate hizo amago de rajarse camino de tablas.

No obstante, Roca Rey se asentó con firmeza y, sin quitarle el engaño de la cara, logró disuadirle de la rendición y, a base de exigir, aún le sacó el que parecía inexistente fondo de casta, ese que hizo aguantar al animal la larga faena del peruano.

La ligazón de los muletazos con ambas manos, más largos los derechazos que los naturales, fue calentando aún más a un público ávido de diversión y que respondió con creciente calor a medida que el peruano se adornaba con alardes, cambiados por la espalda, largos pases de pecho y muletazos mirando al tendido.

La contundente y limpia estocada con que se cerró la faena desembocó en la lógica petición de las dos orejas y una generosa y exagerada vuelta al ruedo para el toro en el arrastre, entre las ovaciones de un público que se sintió así resarcido de todo el tedio anterior.

Y es que en los cinco turnos anteriores hubo muy pocos detalles que reseñar o resaltar, a pesar de que en la corrida de Cuvillo salieron varios ejemplares con notables opciones de triunfo, especialmente los dos de José María Manzanares.

Pero, aparte de que, raramente, no acertara a matar a la primera a ninguno de los dos, el alicantino se alargó en dos faenas destempladas y plagadas de altibajos, con visibles desajustes técnicos que le impidieron cuajar como merecían a un segundo toro de mucha calidad y a un quinto encastado al que nunca logró someter ni atemperar.

Por su parte, Sebastián Castella sorteó el lote más deslucido de la corrida, ya que su primero se rajó pronto y el cuarto apenas tuvo fondo ni empuje para desarrollar la gran clase que apuntó en los primeros compases de la lidia. Más allá de sus virtudes o defectos, el veterano espada francés se dilató con ambos en dos trabajos tan machacones como anodinos.

Valencia, domingo 29 de julio de 2018. 4ª de Feria. Más de tres cuartos de plaza.

Toros de 

, de correcta presencia y finas hechuras, aunque dispares de volumen. Corrida también desigual de juego, con toros encastados y con temperamento frente a otros rajados o de escaso fondo y alguno, como el segundo, de embestidas enclasadas. Al sexto se le premió, exageradamente, con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Sebastián Castella, silencio y silencio.

José María Manzanares, silencio tras aviso y saludos tras avisos.

Roca Rey, silencio y dos orejas.