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Un ‘Sillero’ en el erial de casta de Las Ramblas

Solo un ejemplar tuvo verdaderas opciones en un decepcionante encierro del hierro albaceteño. Juan del Álamo saludó las únicas ovaciones.

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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Bajó la asistencia a Las Ventas este martes. El cartel no levantaba pasiones a priori. Una de esas combinaciones que para muchos aficionados les ha servido para tomarse un respiro dentro de la vorágine de festejos que supone San Isidro.

Y no iban desencaminados quienes habían puesto pocas esperanzas en la vacaca de Las Ramblas. El hierro albaceteño lidió un encierro de muy desiguales hechuras que quedaron igualadas por el descastado y flojo juego de hasta cinco de sus toros. Solo un ejemplar, el segundo, dio opciones en el último tercio.

No comenzó con buen pie la tarde. El primero de Las Ramblas, feote de hechuras, resultó un animal manso y flojo. Poco pudo hacer Morenito de Aranda con él. Se justificó y poco más.

Tampoco entraba por los ojos el girón que hizo segundo. “Sillero”, un toro que rompió a bueno en el último tercio. Con nobleza, ritmo y clase en sus embestidas. Juan del Álamo sacó sus armas habituales para plantarle cara. Temple, firmeza y largura en los muletazos. Pero también esa tendencia a la falta de ajuste en los embroques, que en Madrid es algo más que pecado venial. La faena navegó siempre entre esas dos aguas que provocan que aquello no rompa. Una tanda más en corto recuperó el pulso de la intensidad al reunirse más toro y torero. Pero luego insistió en esa distancia y no le sentó nada bien al de Las Ramblas. Tras media estocada tendida, la ovación sonó más fuerte para el toro el arrastre que para el torero cuando salió al tercio.

Se ovacionó el ampuloso trapío del colorado tercero. Sobre todo la testa que coronaba su anatomía. Después, el pupilo de Daniel Martínez no tuvo el empuje necesario para embestir con tranco y transmisión. Se paró muy pronto en la muleta de Tomas Campos. El de Llerena, muy seguro de sí mismo, pisó terrenos muy comprometidos en la búsqueda de un hilo de embestidas que tardaban en manar. En un derrote quedó prendido del astufino pitón por el glúteo y la taleguilla rota. Solo el susto. Cerrado en tablas, volvió a atropellar la razón el pacense. El toro había sacado la bandera blanca de la rendición hacía ya tiempo y solo podía llegar otro susto. Esta vez, el asta viajó enhebrado por al bajo vientre. Solo la falta de celo y raza evitaron males mayores. Después hubo un pequeño apagón con los aceros y todo quedó en un silencio para el torero.

Para completar un lote infame, Morenito lidió en cuarto lugar un ejemplar de comportamiento similar al de un buey de carretas para El Rocío ahora que se aproxima. Sin atisbos de casta en el toro, lo mejor que pudo hacer el de Aranda fue abreviar.

Un toro que debió ser devuelto por flojo fue el quinto. Un astado que perdió las manos repetidamente en los primeros tercios y que nunca debió llegar al de muleta. Pero don Gonzalo de Villa Parro tiró de afición y conocimientos una vez más, permítanme la ironía, para aguantarlo en el ruedo. En el pecado de la presidencia llevó la penitencia Juan del Álamo, que firmó un trasteo intrascendente. El toreo a media altura que aplicó ante el toro no calentó a nadie. El salmantino lo avío de una estocada entera pero algo desprendida.

El sexto fue otro astado con hechuras y comportamiento de buey. La nada en cuanto a bravura. De nuevo muy dispuesto Tomás Campos, que aprovechó las primeras embestidas del toro. Pero después se estrelló cuando el fondo se agotó, que fue pronto. De nuevo fue silenciado.

Madrid, martes 4 de junio de 2019. 22ª de Feria. Menos de media plaza.

Toros de 

, de muy desiguales hechuras y remates. Conjunto manso, vacío de casta y flojo algunos casos. El único noble, enclasado y con empuje, el buen segundo, ovacionado en el arrastre.

Morenito de Aranda, silencio y silencio.

Juan del Álamo, saludos y saludos.

Tomás Campos, silencio tras aviso y silencio.