CORRIDA DE LA CULTURA
Talavante, una oreja en un regreso a Las Ventas con luces y sombras
El diestro extremeño paseó un trofeo en su reaparición española. Tarde a la deriva de Juan Ortega ante una corrida de Jandilla que quedó en tierra de nadie.
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Volvía Talavante a Madrid. Tres años después y una retirada de por medio, puso el ‘No hay billetes’ sobre el clarinazo de inicio del festejo. Y el lío de los saludos tras el paseíllo. La ovación que partió desde el tendido 7 se intuía que iba dedicada a Álvaro de la Calle tras su atragantón por Ramos. Pero salió a saludar Talavante, quizá pensó que por su vuelta. Después salió Juan Ortega sin saberse aún los motivos que le llevaron a abandonar el callejón. A la tercera, por fin, saludó el sobresaliente salmantino.
El extremeño firmó un regreso con luces y sombras. No es el Talavante en plenitud al que vimos hace años y aún se mantiene en la memoria. No es que haya estado mal en Las Ventas, pero tampoco tan bien como quizá se le esperaba. Así que vamos por partes.
Alto de cruz y ofensivo por delante fue el toro del regreso. No dijo nada en los primeros tercios. Llegó sin definirse al de muleta. Y cuando el torero le presentó la muleta respondió con nobleza pajuna. Firme y encajado Talavante, corriendo la mano con temple líquido y largura en el trazo. Se le vio fácil, un punto sobrado. Por esa confianza a punto estuvo de ser sorprendido al atacar una tanda al natural. La estocada, atravesada, hizo levemente guardia y tuvo que utilizar el verduguillo.
Manseó el tercero en varas. No quería caballo ni atado. Pero se le intuía nervio y fondo encastado cuando tomaba los engaños. Pronto y en la mano. Talavante se fue hasta los medios para presentarle la muleta. Hubo emoción, pero escaso mando. Con la derecha llegó ese mando. Volvió a la zocata, pero fallaba algo. Demasiado acelerado, algo brusco. No fluía pese a que el toro se deslizaba hasta el final. Todo se arregó en una nueva vuelta a la diestra. Reunión, ligazón y reducción de la embestida del toro. La plaza ahora sí crujió de verdad. Y otra tanda más con el mismo mando y rotundidad. Se fue con todo detrás de la espada, que viajó contraria. Tardó en caer el toro pero no los pañuelos en salir de los bolsillos en cuanto dobló las manos el animal. Talavante paseó la oreja y ‘Follonero’ fue arrastrado entre una fuerte ovación.
El ambiente plúmbeo que ya traía la tarde se mantuvo en el quinto, un toro manejable con el que Talavante volvió a mostrarse en exceso brusco. El muñecazo final de cada muletazo sacaba del carril al de Jandilla. No había continuidad y tampoco el extremeño quiso meterse en más profundidades. Se lo quitó de en medio con una estocada desprendida y atravesada con mucha muerte entre la indiferencia del personal.
Quien dejó aún muchas más dudas fue Juan Ortega en su primer paseíllo isidril. Y eso que el primero de su lote traía unas hechuras perfectas. Bajo de cruz, corto de manos, un cuello largo con un muelle extensor de serie. Cantó su noble y enclasada condición pronto. Tras un prometedor saludo a la verónica, Ortega no acertó en el inicio de faena. Quebró el viaje al toro en un inicio por bajo del que salió el toro dolido de los cuartos traseros. No fue el mismo que entró a la muleta con ritmo y prontitud. La faena navegó en la intrascendencia de quien no lo ve claro. Alargó el trasteo en la búsqueda de algún pasaje suelto que nunca llegó. Lo mejor, eso sí, la estocada en el sitio con la que tumbó al de Jandilla.
Con el cuarto, la tarde entró en un bache. Ni el toro, ni el torero. El de Jandilla por su cansina y sosa embestida. Ortega, porque siguió sin verlo claro. Le volaban las zapatillas a la menor duda. La ligazón era una quimera a esas alturas de la actuación del sevillano. Lo avió con más media en toda la yema.
Con la cuchara ya entregada, el sexto fue un nuevo querer y no poder. Se le hizo larga la tarde a Juan Ortega que, eso sí, volvió a manejar la tizona con eficacia.
Madrid, viernes 13 de mayo de 2022. Corrida de la Cultura. Lleno de ‘No hay billetes’.
Cinco toros de Jandilla y uno de Vegahermosa (3º), bien presentados aunque de desiguales hechuras. Manejable pero soso el primero; con nobleza y ritmo un segundo que acabó a menos; manso encastado el tercero con emoción en sus profundas embestidas, ovacionado en el arrastre; cuarto, quinto y sexto, manejables pero sosos.
Alejandro Talavante, palmas, oreja tras aviso y silencio.
Juan Ortega, silencio, silencio y silencio.