3ª FERIA DE SAN JORGE

Un bravo utrero de Montealto salva un deslucido duelo de novilleros en Zaragoza

Javier Zulueta paseó el único trofeo de la tarde ante el último novillo del festejo, mientras Marco Pérez dio una vuelta al ruedo. Percance del picador Pedro Morales.

Javier Zulueta, en la voltereta sufrida al entrar a matar al sexto novillo de Montealto

EFE

Javier Zulueta, en la voltereta sufrida al entrar a matar al sexto novillo de Montealto

Agencia EFE

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Paco Aguado

El bravo utrero de Montealto jugado en último lugar levantó el que hasta ese momento, a causa del descastamiento de sus hermanos, estaba siendo este martes un deslucido mano a mano entre novilleros punteros, el segundo ya de esta feria de San Jorge de Zaragoza, que se saldó con una solitaria oreja para Javier Zulueta precisamente de ese mismo ejemplar.

Había pasado poco y hubo, por tanto, poco que destacar en la lidia de los cinco primeros novillos de la divisa madrileña, básicamente porque todos acusaron una notable falta de raza que les hizo acudir a los engaños sin apenas celo o saliéndose distraídos de los embroques, cuando no se rajaban o volvían grupas hacia las tablas.

Pero en cuanto asomó en el ruedo ese novillo "de la jota", la que suena siempre en esta plaza a la salida del sexto, la decoración cambió por completo, ya por las finas hechuras que lució el castaño, muy distintas a las de los otros cinco, pero sobre todo por la forma en que puso la cara abajo al rematar en los burladeros.

Tras un discreto saludo a la verónica de Javier Zuluelta, el de Montealto acudió con alegría y descolgando su cuello al caballo de Rafael Morales 'Carioca', que se lució al hacer la suerte que precedió a un tercio de banderillas en el que 'Puchero' mantuvo su codicia, hasta el punto de perseguir hasta la misma barrera, y golpear duramente, al subalterno Manuel Reyes, que luego le clavó un buen tercer par por el que le obligaron a saludar una fuerte ovación.

Ese extendido derroche de bravura hizo que se acogiera con expectación el inicio de faena del novillero sevillano, que consistió en unos elevados pases de telón que el novillo tomó con espectacular fuerza, antes de llevárselo a los medios, que era donde mejor iba a lucir la buena casta del animal.

Dos tandas con la derecha aseadas y sin demasiada apuesta de Zulueta precedieron al verdadero meollo del trasteo, otras dos tandas con la mano izquierda, especialmente la primera, en la que acertó a enganchar las embestidas por delante y con los vuelos de la tela, potenciando como merecía así esa brava entrega del de Montealto, que siguió el engaño con el hocico abajo hasta el final de los pases.

En cambio, en el último tramo no apostó tanto el novillero de Sevilla, que volvió a un toreo de menos compromiso antes de unos bonitos adornos y, eso sí, también de volcarse por completo en la estocada para amarrar el triunfo, que le llegó en forma de una oreja tras ser zarandeado duramente, aunque sin consecuencias, por un novillo que sacó su casta hasta el último momento.

Antes Zulueta se había mostrado compuesto y medido con un primero de su lote que se dio a la huida a tablas apenas le abrió faena y con un cuarto que duró algo más, aunque con unas embestidas aplomadas e insulsas que el hispalense manejó con aseo.

El mismo comportamiento, sin apenas diferencias, tuvieron los tres 'montealtos' que sorteó Marco Pérez, el precoz novillero salmantino que tomará la alternativa en apenas un mes. Pero, en este caso, más allá de las pocas opciones que tuvo delante, no se le apreciaron grandes avances en la técnica del mejor toreo, el de más sinceridad.

Casi siempre despegado en los cites y con muletazos rápidos y cortos para desplazar hacia afuera las embestidas, cuando no buscando la comodidad de la pala del pitón, Marco Pérez se manejó con una poco comprometida habilidad como base de unos trasteos con algunos momentos aislados medianamente brillantes, con pases cambiados o de rodillas, que no ayudaron a compensar los defectos.

Con todo, el público quiso premiar su largo empeño con el descastado quinto, prácticamente un toro por su volumen y cuajo, una vez que, por primera vez en la tarde, acertó a meter la espada de un único intento, mérito que, en cambio, no quiso valorar la presidencia.

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