9ª FERIA DEL PILAR

Decepción con los "miuras" y con la terna en la última de a pie de la feria del Pilar

Corrida Goyesca decepcionante con toros de hasta cuatro hierros en la que se homenajeó a la Policía Nacional en su bicentenario.

Philipe Gil Mir / @zaragoza_toros

Natural de Manuel Escribano al cuarto toro de Miura en Zaragoza

Agencia EFE

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Paco Aguado

La generalizada y acusada falta de fuerzas de los toros de Miura, de los que dos fueron devueltos a los corrales, y la incompleta actuación de la terna que se enfrentó a ellos contribuyeron por partes iguales a decepcionar a los tendidos en la corrida goyesca de hoy en Zaragoza, última de a pie de la feria del Pilar y en homenaje a la Policía Nacional en su bicentenario.

Ya de los anunciados toros de la mítica divisa sevillana solo cinco salieron a ruedo, tras un previo rechazo de los veterinarios, mientras que dos más fueron posteriormente rechazados en la arena por su manifiesta invalidez, lo que bien pudo haber sucedido también con alguno más de sus hermanos finalmente estoqueados.

Aun así, hubo al menos uno, el cuarto, que defendió el honor de la ganadería y que le cupo en suerte a Manuel Escribano, el único de la terna que acabó enfrentándose con la muleta a dos astados del hierro de la A con asas, como figuraba en su contrato. Y si el de Gerena se mostró seguro y fácil ante el primero, un cárdeno rebrincado y de cortas arrancadas a causa de esa general debilidad, otro cantar fue lo de su segundo.

Ese cuarto fue un toro hondo y fino, dentro del fenotipo de la casa, que tras galopar de salida y empujar en varas terminó rompiendo en la muleta una vez que Escribano protagonizó con él un poco afortunado tercio de banderillas, en el que el de Miura mantuvo la nobleza a pesar de acusar, aunque en menor medida, el defecto de los otros cinco.

Pero esas justas fuerzas no fueron óbice para que el "miura" acabara embistiendo con entrega y temple, sobre todo por el pitón izquierdo, durante una faena con más oficio que apuesta por parte del torero de Gerena, que lo movió en muchos muletazos pero a falta de un punto más de pulso y asiento para aquilatar esas buenas condiciones.

No fue de Miura, sino del también asolerado hierro de Concha y Sierra, el otro toro con claras opciones de la tarde, que salió como remiendo de la corrida en segundo lugar. Aunque algo basto de hechuras, este mantuvo su viveza hasta que dobló, aun a falta de un punto más de entrega al final de unas arrancadas que Esaú Fernández siempre se pasó a una exagerada, que no prudente, distancia.

El otro sevillano del cartel no lidió, por tanto, ninguno de los toros de Miura, pues el quinto volvió con los cabestros visiblemente impedido de los cuartos trasero, para que en su lugar se lidiara un suave ejemplar de Gavira que, hasta que se apagó, recibió el mismo "trato distante" que el anterior, entre las protestas de un público que acabó por recriminar también a Fernández un injustificado remate de alardes populistas.

El venezolano Jesús Enrique Colombo, que brilló algo más en los tercios de banderillas que compartió con Escribano, estoqueó primero un sobrero de Peñajara, brusquito y sin clase, con el que no logró concretar casi nada en un trasteo plagado de pausas y dudas, más o menos como le sucedió con el último, éste sí de Miura.

Con 699 kilos de peso, ese basto cárdeno que cerró plaza se derrumbó al salir de primer puyazo, sin que la presidencia accediera a sacar el pañuelo verde por tercera vez. Y, aun con el enemigo tambaleante, Colombo decidió banderillearlo, con gran desacierto, y se empeñó luego en un trasteo largo e imposible, intentando buscar el calor del tendido sin temple pero con efectismos fuera de lugar, que también se le pitaron.