10ª FERIA DEL PILAR
Diego Ventura vuelve a poner, un año más, el broche triunfal en Zaragoza
El rejoneador hispano-luso salió a hombros por la puerta grande del coso zaragozano tras cortar dos orejas.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El sevillano Diego Ventura, que cortó las dos orejas del quinto de la tarde y salió a hombros de la plaza, como viene sucediendo desde hace varias temporadas, volvió a poner el broche triunfal a la feria taurina del Pilar de Zaragoza, en la corrida de rejones que cerró hoy el abono y en la que también paseó dos trofeos el conquense Sergio Galán.
Con todo, fue Ventura, por obtener ese doble trofeo de un mismo astado que exige para ello el reglamento taurino aragonés, el único que se fue por la Puerta Grande, aunque, más allá de los números también antes había marcado las diferencias con sus dos compañeros de cartel, lo mismo con su faena al primero, que fue la más redonda, como con esa del quinto, que fue la más vibrante.
Si el jinete de Puebla del Río no obtuvo premio del que abrió su lote se debió únicamente a que el "murube" del Capea no cayó del primer rejonazo, sino con el descabello que, ya pie a tierra, necesitó Ventura para rematarlo, no sin antes pegarle un torerísimo molinete de adorno, que hasta para eso tiene recursos esta primera figura del rejoneo.
Pero esa en la que no tocó pelo fue la más redonda de sus dos faenas, por su certera y auténtica forma de clavar, con varias batidas ajustadas y arrancando muy en corto, y por su manera de torear, llevando cosidas las nobles y enclasadas embestidas del de Capea de un lado a otro del ruedo, casi a capricho, para terminar con tres cortas al violín y adornarse con el "teléfono de Arruza apoyado en el testuz.
La del quinto, sin que esta vez necesitara usar la cruceta que enfriara el entusiasmo, fue menos compacta, porque tardó en calentar y en ajustarse con un toro de menos clase y menos ritmo en su galope, aunque todo lo que realizó el sevillano tuio ese toque de fibra de quien salió a no dejar que la tarde se le fuera en blanco.
En este caso, la clave llegó de nuevo al final, con otras tres cortas al violín y, sobre todo, con un añadido par a dos manos realmente soberbio, dejándose llegar muy despacio los pitones hasta el estribo y sacando los dos palos desde abajo para dejarlos en las mismas péndolas, antes de que un espontáneo añadiera a la escena la nota emotiva cantándole una jota de agradecimiento al tiempo que Ventura dejaba el rejonazo definitivo.
Las dos labores de Sergio Galán, premiadas con sendas orejas, tuvieron el denominador común de su elegante ortodoxia, con una templada ejecución de las suertes para clavar los hierros siempre arriba, aunque añadiéndoles más vibración cuando montó a la nueva estrella de su cuadra, el castaño "Capote", con un aire muy similar al legendario "Cagancho" de Hermoso de Mendoza.
Claro que el premio en su primero estuvo más justificado que el de su segundo, por mucho que el público pidiera que este se le doblara, ya que, muy sobrio y sin apenas adornos, Galán emocionó menos con un astado de reducido empuje y celo al que, eso sí, tumbó de un rejonazo fulminante que motivó claramente esa desaforada pañolada.
Quien no tuvo su tarde fue la francesa Lea Vicens al que le correspondió un tercero, flaco y feo que, sin que lo fijara lo suficiente en el primer tercio, derribó aparatosamente a la amazona y a su caballo "Bético" en un arreón a favor de su querencia de chiqueros.
Herido el equino y conmocionada la amazona en la caída, continuó la lidia de un animal algo descompuesto y rajado al que se encargaron de someter y dominar mayormente los capotes de los auxiliadores, que trabajaron todavía más con el sexto, un toro de más clara condición del que la francesa, tal vez afectada aún por el percance, siempre procuró mantener a distancia a sus cabalgaduras, limitándose únicamente a pasar con ligereza para clavar a la grupa.
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FICHA DEL FESTEJO:
Seis toros, despuntados para rejones, de la ganadería de Pedro Moya "Niño de la Capea", con los hierros de Carmen Lorenzo, San Pelayo (3º) y El Capea (5º y 6º), de buena y armónica presencia, salvo el tercero, vareado y feo de hechuras, que fue también el único de mal juego dentro de un conjunto con nobleza y clase general.