3ª feria de san blas y la candelaria
Emilio de Justo sale a hombros con el único toro potable de un descafeinado mano a mano en Valdemorillo
Se llenó el coso de La Candelaria pero falló el toro. Juan Ortega, de vacío con un lote ayuno de casta y fortaleza.
![Emilio de Justo en su salida a hombros este domingo en Valdemorillo (Madrid)](https://imagenes.cope.es/files/webp_425_238/uploads/2025/02/09/67a908b38705f.jpeg)
Emilio de Justo en su salida a hombros este domingo en Valdemorillo (Madrid)
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Cierre de feria y lleno de “No hay billetes”. Si alguien dudaba del éxito de la nueva fórmula por la que ha apostado Valdemorillo, aquí está la prueba. Y es impepinable, se diga lo que se diga. Un día más el pueblo a rebosar y el coso de La Candelaria repleto de aficionados y público.
El mano a mano entre Emilio de Justo y Juan Ortega había levantado gran expectación. Pero falló el toro, el principal ingrediente para un guiso de este tipo. Toros impropios para un festejo de esta envergadura que lastró el devenir de la tarde. Solo el quinto de Garcigrande colaboró para el triunfo. Si no se cuida el toro, todo el trabajo anterior se viene abajo. Así que avisados quedan los que tienen que velar por ello.
De José Vázquez fue el toro que abrió plaza, un ejemplar corto de manos, bajó de cruz y algo regordío que desde salida estuvo cogido con alfileres en el aspecto físico. No ayudaron dos vueltas de campana que dio en estos primeros tercios. Emilio de Justo se aplicó en el temple y el mimo en los primeros compases de faena. Pero levantaron más pitos que aplausos las tandas con el toro moviéndose rebrincado y feble. Al natural, a media altura y de uno en uno, dibujó muletazos templados. Pero la falta de oponente enfrente imposibilitó el lucimiento. Tampoco con la espada estuvo acertado el cacereño.
También lució el hierro de la vacada madrileña el primer toro del lote de Juan Ortega, al que quiso lancear a la verónica, pero al que solo pudo dejar un par de ellas de acompasado trazo. El de José Vázquez tuvo nobleza y cierto son en sus viajes, pero el depósito de casta estaba en la reserva. Se jaleó algún muletazo templado y armónico, aunque el conjunto no pudo compactarse por el nulo empuje del toro. La espada viajó muy caída y tendida, pero fue muy efectiva.
Impresentable a todas luces fue el tercero de El Parralejo. Con cara de eral adelantado, más propio de un festejo sin picadores que de una feria a la que este tipo de toros resta importancia y categoría. Tras el simulacro en varas embistió con chispa y transmisión en un prólogo muleteril de Emilio genuflexo, donde fue abriendo los caminos al toro. A derechas sacó movilidad y encastada transmisión y el diestro ligó más que mandó. Al natural quiso también acompañar la embestida y a punto estuvo de verse volteado. Una tanda al final de faena, al natural con la mano derecha, fue jaleada aunque también alguna voz desde el tendido le recriminó que el toro se había ido sin cuajar. La espada se le volvió a encasquillar a Emilio de Justo.
De Garcigrande fue el cuarto toro del festejo, otro astado de ínfimo trapío y feas hechuras. Sin cuello ni remate. Otro saldo en tiempo de rebajas. Para más inri, adoleció de unas fuerzas que encresparon hasta a los más pacientes y festivos espectadores. El palco se sumó al despropósito aguantando al toro tras el tercio de varas. No tuvo más remedio que devolverlo tras derrumbarse en el de banderillas. Tiempo perdido de forma absurda vistas las condiciones del animal.
En su lugar saltó otro ejemplar de la vacada salmantina, más cuajado y serio por delante. Ortega le sopló una muy buena media verónica acinturada a la conclusión de un quite y su subalterno Andrés Revuelta dos buenos pares de banderillas. Con ese caldo de cultivo la gente se las prometió felices cuando el sevillano inició faena. Pero después llegaron las intermitencias, afloró la falta de casta del toro y algún que otro buen muletazo espolvoreado en un trasteo que no cogió vuelo. Quiso alargar el quehacer Juan, mas no hubo lucimiento alguno.
Vistos los derroteros que estaba tomando la tarde, Emilio de Justo se fue hasta la puerta de chiqueros para recibir con una larga al quinto de Garcigrande. Salvado el trance, un ramillete de verónicas vibrantes levantó la ovación mas fuerte de lo que llevábamos de tarde. El posterior quite por chicuelinas resultó movido y embarullado. El pupilo de Justo Hernández rompió a embestir con clase y entrega por el pitón derecho. El extremeño cuajó dos grandes tandas por ese pitón. Ligazón, ajuste y profundidad para aprovechar el buen fondo del toro. Al natural no hubo la misma conjunción toro-torero y por eso volvió a la diestra. Sin la ayuda, levantó el diapasón de la intensidad. Los dos de pecho a la hombrera contraria con los que abrochó estas tandas los bordó. Todavía hubo tiempo para una coda mas de la misma guisa con la que convenció a todo el mundo. Amarró el triunfo con una estocada muy trasera pero letal. Las dos orejas cayeron por aclamación y júbilo en los tendidos.
Unos tendidos que, resacosos tras los efluvios de lo visto anteriormente, constataron como Juan Ortega se estrellaba con un sexto de Él Parralejo de mortecinas embestidas con el que abrevió.