2ª FERIA DE SAN BLAS

Juan Ortega, comienzos y finales como alimento espiritual para triunfar en Valdemorillo

El torero sevillano firma una faena plena de detalles y corta dos orejas que le abren la puerta grande del coso de La Candelaria.

Juan Ortega durante su faena de muleta al quinto toro de Cuvillo en Valdemorillo

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

No es torero de faenas rotundas. Que nadie espere eso. Es torero para el goce de los sentidos. Juan Ortega, más allá de un reclamo mediático que no ha buscado, es un torero para alimentar el alma del aficionado. Este sábado ‘volvía’ a los ruedos tras su espantada en el altar que tanto interesó a los ‘profesionales’ del corazón y tan poco importó a los aficionados al toreo. Al buen toreo.

Juan Ortega se plantó en Valdemorillo para deleitar los sentidos. Fue en el quinto, un toro de Cuvillo que fue y vino sin sal alguna. Pero sirvió lo justo para ver al trianero firmar un inicio de faena pleno de gusto a dos manos. Dando el pecho, pasándose la embestida por la faja y soltándola con gracia y sabor. Un cambio de mano aún perdura por la sierra madrileña. Después, apuntes sin rematar en el tramo mollar del trasteo. Ahí es donde flojea Juan. No armó faena. Pero de nuevo reventó el aplausómetro cuando la faena iba cuesta abajo. Aprovechó las inercias del toro para epilogar el trasteo genuflexo a izquierdas. Ahí halló la profundidad y la enjundia del toreo verdadero. Respondió el toro de Cuvillo con finales y celo. Y el espadazo letal para desatar la locura en el coso de La Candelaria. Valdemorillo rendido al toreo tan personal de Juan Ortega, que paseó las dos orejas.

Fue la cima de una tarde desbaratada por una desfondada y pobre corrida de Núñez del Cuvillo. Nada nuevo si se atiende a la trayectoria última del hierro gaditano. No se esperaba más de ella, la verdad.

Antes de las dos orejas, tuvo enjundia el saludo capotero de Juan Ortega a la verónica a su primero. Cintura, muñecas y empaque para conducir con estética las primeras embestidas del toro de Cuvillo. El nivel se mantuvo en un posterior quite por chicuelinas y en el inicio de faena. Pero hasta ahí llegó el resuello del toro. Después solo hubo un ejercicio de posturas que desembocó en una estocada en buen sitio de la que salió el toro rodado. Hubo una petición de oreja que no alcanzó la mayoría necesaria.

El primero de Alejandro Talavante mostró sus nulas condiciones de casta nada más salir de chiqueros. Sin raza ni celo ni cualquier atisbo de cualidades para la lidia. La faena de muleta fue un simulacro que acabó con el toro echado sobre la arena del coso cubierto.

Menos historia tuvo la lidia del cuarto, un semoviente con el que Talavante mostró su versión más estajanovista sin decir absolutamente nada. No demostró el extremeño que el invierno le haya sentado bien para mejorar la imagen que dejó el pasado año.

Ginés Marin lidió en primer llegar un animal tan simplón como su rutinaria faena. Muletazos al por mayor en un ejercicio de escaso eco en los tendidos. Lo mejor, la estocada con la que pasaportó al de Cuvillo.

El sexto tampoco subió la nota media del encierro del hierro gaditano. Ginés apostó en un inicio de faena de rodillas de alto voltaje. Pero no hubo más. El toro sacó rápido la bandera blanca de la rendición y el extremeño no pudo armar faena más allá del arrimón forzado para intentar llegar arriba.

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