1ª FERIA DEL MILAGRO

Juan Ortega deleita y triunfa junto a Talavante y Adrián en Illescas

El sevillano deja los mejores pasajes de la tarde y corta dos orejas, al igual que el extremeño y el madrileño. Tarde sin brillo de Manzanares.

Julio Palencia | Maxitoro

Talavante, Fernando Adrián y Juan Ortega, a hombros este sábado en Illescas

Agencia EFE

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Julio César Sánchez

Aunque en el exterior la tarde no era de paseo -ni de toros - sí lo fue dentro de la muy cómoda -y cubierta- plaza de toros de Illescas, que un año más volvió a abrir sus puertas para dar rienda suelta a la temporada taurina en Castilla La Mancha. Y lo hizo con una corrida monstruo de figuras que a la postre sirvió para disfrutar de una faena excelsa de Juan Ortega, acompañado a hombros por Talavante y Adrián.

Juan Ortega realizó lo más destacado de la tarde. Podríamos decir que debutó y deleitó en Illescas. Su toreo de caricia al cuarto, deletreando el toreo con la muleta en ambas manos, supuso una obra sublime, iniciada por maravillosos ayudados por alto barriendo el lomo del toro, y continuados con un toreo mecido, lentísimo, limpio, y ayuno de violencia alguna. Además, como mató de media efectiva arriba al magnífico toro de Daniel Ruiz, le dieron las dos orejas.

Al octavo, sobrero de Daniel Ruiz, no le sobró el fuelle, y aunque Ortega dio naturales de nota, su labor quedó diluida por la condición de su antagonista. Aún así, que nos quiten lo bailado en el cuarto.

Una tanda por el pitón izquierdo fue lo único reseñable de la faena de Talavante al apagado segundo. El sexto, de Daniel Ruiz, sin embargo fue bravo. Un gran toro. Metió la cara abajo desde el principio y ofreció embestidas vibrantes que Talavante aprovechó con brillantez por momentos aunque con alguna intermitencia de más. La notable estocada le abrió la puerta grande.

Fernando Adrián arreó de principio a fin en su primero, iniciando de rodillas tanto con capote (dos faroles) como de muleta (varios pases cambiados por la espalda), y quitando por saltilleras. El de Algarra fue pronto pero le faltó rematar el viaje por los dos pitones, diluyéndose un tanto el fulgor que causó el toreo de hinojos. Ello no impidió que a sus manos fueran dos generosas orejas, concesión lastrada por la defectuosa colocación de la espada.

En el séptimo, el de mayor presencia de Daniel Ruiz, brindó acometidas algo rebrincadas y soltando la cara, aunque dejándose. Hubo pocas sutilezas, pero innegables deseos de triunfar.

Abrió plaza un toro de preciosas hechuras que hizo el avión en el capote y tuvo codicia en la muleta. Manzanares anduvo como si estuviera en un tentadero, sin apretar ni apretarse en momento alguno. Tras matar a la primera ni siquiera se alcanzó la intensidad debida para la concesión de una oreja. Sintomático. Y más de lo mismo ante el noble quinto, algo soso pero que humilló con calidad cuando Manzanares se la dejó en la cara y tiró de él con templanza, cosa que ocurrió demasiado aisladamente. Lo mejor, la estocada; el resto, para pensárselo.