EFEMÉRIDE

Marcial Lalanda, cien años de su alternativa en Sevilla

Este martes se cumplen cien años de la toma de alternativa en Sevilla de uno de los grandes nombres de la tauromaquia, Marcial Lalanda.

Marcial Lalanda

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

El diestro madrileño Marcial Lalanda tomó la alternativa el 28 de septiembre de 1921, justo hace un siglo, en la plaza de la Real Maestranza de Sevilla de manos de Juan Belmonte y en presencia de Manuel JIménez 'Chicuelo' con toros de Surga.

Fue el primer festejo de la Feria de San Miguel en una temporada, la de 1921, en la que había pesado como una auténtica losa la ausencia de Joselito, quien había caído el año anterior en la plaza de Talavera marcando un antes y un después en la propia historia del toreo.

Pero el espectáculo debía continuar aunque Belmonte se había quedado solo en la cúspide del oficio, vagando como una sombra de sí mismo y rumiando una primera retirada que se haría esperar hasta 1922 en la plaza de Lima.

Había llegado una nueva generación de matadores y otra estaba por llegar en la ausencia de José. Pero el hilo del toreo se preparaba para culminar su definitiva revolución pagando un alto precio de sangre en la dura, luminosa y fundamental Edad de Plata, verdadero laboratorio e ideas de lo que estaba por venir.

Granero y Chicuelo, entre otros toreros de la nueva hornada, ya eran matadores. Al valenciano le habían colgado la etiqueta de sucesor de Joselito pero un toro de Veragua llamado ‘Pocapena’ acabaría con su vida dos años después del ocaso de Gallito, el mismo día que iba a confirmar su alternativa Marcial Lalanda, un novillero puntero –inminente figura antes, durante y después de la Guerra- doctorado en Sevilla hace justo un siglo.

Pero fue el sevillano Chicuelo el que acabaría completando el definitivo legado gallista cimentando la piedra angular de la tauromaquia moderna: el toreo ligado en redondo, encadenando los muletazos a modo de estrofas y sobre un solo pitón.

La temporada de 1921 en Sevilla, Chicuelo fue el encargado de inaugurar la temporada el Domingo de Resurrección, encerrándose en solitario con un envío de Curro Molina con el que no pasó de discreto. Una semana después se celebró una curiosa corrida en ‘Homenaje a la historia del toreo’ en la que no faltaron ‘cabaleiros’, alabarderos y hasta mojigangas.

Pero el centro de la temporada, lógicamente, fue la Feria de Abril. Fueron cinco tardes en las que alternaron Rafael El Gallo, el propio Belmonte y su hermano Manolo además de Chicuelo, Granero y Alcalareño que despacharon un representativo muestrario del campo bravo de la época: Rincón, Santacoloma, Guadalest, Miura y los ‘murubes’ de Carmen de Federico.

Fue la peor temporada de Belmonte en Sevilla. El trianero, además, recibió una cornada junto a la boca en la tarde del 19 de abril. La herida tardó en sanar y le marcaría el rostro para el resto de su vida. También fue la única campaña completa que pudo completar Granero, que había tomado la alternativa año anterior La Maestranza.

El valenciano, que dio algunas de cal y otras de arena, alcanzó su mayor éxito con los toros de Guadalest. Pero el mejor de abril iba a ser el más antiguo: Rafael El Gallo logró las mayores glorias, recrecido después de la muerte de su hermano José.

Culminada la Feria, comenzó el calendario de novilladas. Las crónicas consignan nombres a los que cuesta sacar del olvido como el de Montes, Ginesillo, Ferrezano, Navarro de Brenes, Hipólito o Gaonita junto a otros más reconocibles como los de Nacional II, el primer Andaluz, Gallito de Zafra y especialmente Maera.

Pero las figuras más rutilantes del escalafón menor en ese momento eran los primos Pablo y Marcial Lalanda, que se presentaron como novilleros con picadores en La Maestranza el 5 de junio con reses de Rincón. Aquel día cortó un rabo Correa Montes, otro nombre olvidado.

Los primos Lalanda se acabarían llevando el gato al agua en aquel serial de festejos en el que volvieron a ejercer como pareja de moda en las tardes del 12 y el 29 de junio acompañados, sucesivamente, de El Andaluz y Gallito de Zafra para despachar sendos encierros de Santacoloma y Guadalest. La guinda fue un mano a mano de los dos parientes, anunciados en la víspera del día de la Virgen de los Reyes para lidiar un envío de Gallardo.

La siguiente cita de Marcial en Sevilla ya fue para su alternativa, programada para ese 28 de septiembre de hace cien años. El compromiso no se resolvió con demasiado brillo. El nuevo matador repitió en Sevilla al día siguiente junto a su padrino y Granero –unos meses después sería el encargado de dar muerte al toro que había matado al valenciano- en la lidia de un encierro de José Domecq.

El ciclo otoñal se cerró el 30 de septiembre con una corrida de Pérez de la Concha que estoquearon Belmonte, Chicuelo y Granero. Terminaba la temporada sevillana en la plaza de la Maestranza.

El coso del Baratillo había recuperado la exclusividad de la programación taurina de la ciudad después de la clausura de la efímera Monumental de Eduardo Dato, que había quedado sin valedor a la muerte de Joselito. Comenzaba una nueva época.

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