5ª VIRGEN DE LOS LLANOS

Miguel Ángel Perera y Juan Leal triunfan sin rotundidad en Albacete

Perera corta dos orejas al cuarto y Leal suma un trofeo en cada toro. Ginés Marín se fue de vacío y el encierro de La Palmosilla suspendió

Juan Leal y Miguel Ángel Perera en su salida a hombros este martes en Albacete

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Cuando algo sucede una vez, puede ser por cuestiones de suerte. Cuando pasa dos veces seguidas, quizás sea casualidad. Pero si llega a las tres veces consecutivas m, ya es tendencia. Y ahí es donde se encuentra Albacete en este momento: un torero se empeña y muestra su voluntad de agradar, con independencia del juego de los toros. Con mostrar voluntad, ya parece que esté todo hecho. Y si encima mata bien -que a veces ni eso- las orejas llegan casi por obligación tras pedirlas la afición por mayoría.

¿Y en qué se traduce esto? Pues en una plaza anteriormente dura y exigente que ha mutado, lenta pero inexorablemente, en un coso amable donde ahora cuesta menos triunfar. Porque Perera salió a hombros tras mostrar su superioridad sin enemigo enfrente y Leal le acompañó con la modalidad una más una sin rotundidad. La corrida de La Palmosilla suspendió en Albacete.

Perera solo pudo hacer labores de cuidador con el flojo primero en el recibo de capote. A media altura, incluso por alto y sin forzar, ya que no había más cera que la que ardía. Tras un amago de vara y unos palos puestos de manera funcionarial, la faena de muleta transcurrió entre blandeos, estertores de embestida y un Miguel Ángel que rebañó una serie al natural entre un largo y anodino trasteo que no iba a ninguna parte. Mató de estocada defectuosa por atravesada, caída y delantera, dando por finiquitado el soporífero capítulo.

Tras el descanso y merienda, el visiblemente mermando cuarto no pudo ni con su alma, así que menos aún con la vara. Se animó el toro en banderillas pero siempre cabeceando. Perera brindó al público y diseñó su faena en los medios acortando distancias y terrenos. Luego tapó y llevó largo al protestón toro. Después, al forzarle un poco se soltaban las costuras del astado. Toreó al natural largo y templado de libro pero sin apreturas, exhibiendo el toro que precisaba una transfusión de casta y fuerza. Igual que ese neófito corredor al que le falta el resuello. Desigual combate entre un superior Perera -tanto que iba sin zapatillas- y un claudicante toro. Mató de estocada que casi dio en la diana y la presidenta Armero dio un excesivo doble y raudo trofeo.

Juan Leal se las vio con un calco del primero de la tarde en cuanto al comportamiento en los primeros tercios. Se puso de rodillas y alternó pases de frente y por detrás. Ya en pie, tras probaturas iniciales a media altura, sumó otra serie por bajo acompañando el viaje. Después lo toreó abriendo el compás y retrasando la pierna de salida, de uno en uno y con varios toques de telas. Labor de cercanías basado en el toreo accesorio en lugar de hacerlo en el fundamental, en resumen. Mató de estocada baja y se pidió una oreja por mayoría que hubo que conceder. Trofeo sin un solo pase para el recuerdo, debe añadirse.

El quinto no fue bueno ya que no mejoró lo visto hasta el momento. Juan se fue a los medios y tanteó por alto entre blandeos y besar el albero por parte del de La Palmosilla. Se amontonaron los pases, los trallazos en un insulso capítulo que estuvo a punto de complicarse. Con estos toros tan bajo de todos, sin movilidad y transmisión, el concepto de Juan Leal se queda como el que intenta freír un huevo en aceite frío. Alargó tanto el trasteo que llegó a pitarle parte del respetable. Se volcó y dejó una estocada trasera que le valió una oreja y la salida a hombros tras ajustada petición.

Ginés Marín poco pudo hacer antes un insustancial tercer toro que pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios. Marín propuso y aunque acudía el toro pronto a los cites, el resto era una engañifa porque la embestida era a media altura, sin casta ni franqueza por rebrincada y a trompicones. La parte final de la faena fue un totum revolutum sin nada rescatable. Tras pinchazo y estocada tendida, con golpe de descabello, se finalizó otro prescindible toro.

Ginés cerró plaza con un toro que apenas empujó con un pitón en peto e hizo sonar el estribo. Tras un aseado tercio de banderillas, Marín dio uno por aquí y por allá ante un nuevo ejemplo teórico-práctico de descaste. De nuevo, capítulo vacío. Tras media atravesada y descabello, puso el punto final a una tarde que no fue para el recuerdo.

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