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Morante preguntó, Talavante divagó... y Luque respondió con valor y actitud

Daniel Luque paseó la única oreja del Domingo de Resurrección ante un desfondado encierro de Cuvillo. Detalles caros de Morante y tarde a la baja de Talavante.

Arjona / Pagés

Daniel Luque, durante la faena al tercer toro de Cuvillo este domingo en Sevilla

Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

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El Domingo de Resurrección siempre amanece en Sevilla con un brillo especial. Como si la ciudad entera despertara de un sueño profundo. La silueta majestuosa de la Giralda recortaba el cielo, testigo eterno de las pasiones que aquí se viven con el alma. Tras días de recogimiento y solemnidad, Sevilla cambia de piel: deja atrás la melancolía de la Semana Santa y se entrega, fervorosa, a una celebración distinta pero igual de intensa. Porque en esta tierra, la Resurrección también se canta en la plaza de toros donde el arte, el valor y la liturgia del toreo se funden con el espíritu festivo de un pueblo que, como cada año, convierte la Maestranza en templo de emociones.

Al reclamo de Morante de la Puebla se llenó el coso de El Baratillo. Y para él fue la primera ovación de la tarde. Tras el paseíllo, algo tímida de principio, pero una vez que el torero saludó, los cimientos de la plaza crujieron. Casi un año sin ver a Morante por su plaza. Este Domingo de Resurrección le vieron. Le paladearon por momentos. Pero sin redondear nada. La corrida de Núñez del Cuvillo, que volvía a esta fecha tras su sonoro petardo de hace dos temporadas, defraudó de nuevo. Más ofensiva que rematada, pero igualada en una falta de raza desesperante. Aún así, quien debutaba en este festejo, Daniel Luque, se llevó la tarde de calle. No por la vía del toreo, si no por la del valor y la responsabilidad.

Se dejó más de media vida el primer toro del lote de Morante en un volantín durante el saludo capotero. Lastimado visiblemente, fue devuelto. Al sobrero, más alto y ofensivo, le sopló una portentosa gavilla de verónicas. Sin enmendarse, solo dando el pecho en cada lance para sacar los brazos y componer lances tersos y acinturados. El toro se dejaba sin más. Así se comprobó en un voluntarioso quite por chicuelinas de Talavante. Bella y sentida fue la apertura de faena en la zona de tablas. Trincherazos y trincherillas de gusto y profundo sabor. Al natural se puso Morante. Tres tandas se sucedieron con ligazón y empaque, mas el de Cuvillo seguía diciendo muy poco. Una voz salió desde el tendido a lo que Morante respondió enfadado con un “¿Qué es lo que queréis?”. Se arrebató el de La Puebla, con tres naturales prodigiosos por su pureza, ajuste y trazo. “¡Esto es lo que queremos!”, se escuchó desde el tendido. Una tanda más por ese pitón y un pinchazo previo a una estocada casi entera y perpendicular dejó todo en una ovación desde el tercio. Pero ahí quedó ese toreo eterno que ya no se volvió a ver en toda la tarde.

Se hizo escasa la presentación del segundo ‘cuvillo’. Faltó remate y cuajo. Como faltó después casta en una faena simplona de Talavante que vio como cuando cogió la izquierda, el toro se rajó y a punto estuvo de echarse sin siquiera haber empuñado la espada. Lo avío al primer intento y se agradeció.

Daniel Luque lidió como primero de su lote a un ejemplar de gran clase, pero contado poder y raza. De ahí que no se entendiese que le atacase tan en corto en sevillano desde el inicio de faena. Lo acusó el toro. Pero cuando todo parecía diluirse, el de Gerena tiró de actitud y sitio para montarle un lío en esa distancia corta. Le exprimió por ambos pitones en tandas donde se dejó llegar los pitones a la barriga. Los tendidos agradecieron el arrimón rompiéndose las manos a aplaudir. Luque coronó su obra de un espadazo desprendido del que salió el toro rodado. La oreja aquilató lo realizado.

Que la lidia del cuarto, al que zumbó de lo lindo Pedro Iturralde desde el caballo, iba a durar un suspiro se sabía desde que Morante salió con la espada de verdad ya montada. Tras una tanda compuestita, el sevillano le quitó las moscas entre el mosqueo del personal.

Talavante desaprovechó al mejor toro del encierro de Cuvillo. Un toro con prontitud, clase y, sobre todo, duración. Pero el extremeño se enfrascó en una faena al por mayor, de intensidad decreciente que acabó amontonada y con unos tendidos que, con pitos, le hicieron ver que se habían dado cuenta del juego del toro.

El sexto prometió buenas cosas en los primeros tercios, pero echó pronto la persiana en cuanto Luque cogió la pañosa. Paciente el sevillano, que volvió a repetir fórmula y esta vez de forma más justificada. Sacó muletazos al natural de la nada, a base de pisar los terrenos del toro y obligar mucho al astado del hierro gaditano, que no tuvo más remedio que terminar siguiendo el engaño. Unas luquesinas finales dieron paso a una estocada corta que enfrió el ambiente. Una ovación final sonó a premio menor vista la disposición y la capacidad de Luque.