SEVILLA
A Manzanares se le paró el tiempo
Manzanares cortó un apéndice tras lidiar dos buenos toros de Juan Pedro Domecq. Cadaval dio una vuelta al ruedo y Morante fue ovacionado.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hay un más acá y un más allá de las cosas. Más acá, nada, más allá de la actitud estuvo la singularidad de una lidia con momentos sublimes. Más allá de la elegancia. Más allá de la distinción de sus formas existió la naturalidad. Lo inesperado, lo sentido. La riqueza extraordinaria de una manera de mostrarse de un torero que tiene en Sevilla el lienzo ideal para crear y recrear la belleza. En su mano derecha, y en la izquierda, estuvo verdaderamente el toreo, a veces, trascendente, templado, profundo y ambicioso. La emoción del toreo de Manzanares al alcance de los que hoy lo presenciaron.
En el museo de la memoria se colocará la obra esculpida al quinto de Juan Pedro Domecq, un toro muy noble en sus notables embestidas. Todo un catálogo representativo del toreo manzanarista. Nadie ha debido dudar de que lo mostrado es indiscutible. Con todo, lo hecho carecería de verdad si no hubiese sido revelado de manera tan precisa y sutil con la que explicó el alicantino los entresijos de su arte.
A Manzanares se le paró el tiempo en un trio de naturales majestuosos. Se hizo evidente en el momento en el que completó la serie con un pase de pecho sensacional. Después el turno fue para los lentísimos muletazos diestros. Ora con la derecha, ora con la izquierda. Los instantes de mérito que ofreció con ambas manos fueron sorprendentes. De peculiar empaque, sentido estético y con el encanto de los cambios de manos, molinetes y fenomenales de pecho. Un descuido, perdiéndole la cara al toro, le pudo costar un serio disgusto por un feo revolcón sin consecuencias finales aparentes. Las manoletinas fueron epílogo de la formidable faena. Obsesionado por ejecutar la suerte de matar recibiendo pinchó, en dos ocasiones, cerrando una Puerta del Príncipe que se vislumbraba casi abierta.
La belleza y reciedumbre del trazo, la perfección técnica, la impetuosidad rítmica y la gran capacidad para templar estuvieron también al servicio de un toreo tan emotivo como natural. Lo hizo con el tercero. Otro buen toro con el que puso a prueba su despaciosidad en el lance a la verónica. Y su virtuosismo y expresividad en una faena que, aunque con matices de intermitencia, supo mostrar con ambas manos de forma sensacional. La estocada hizo su inmediato efecto y el premio de la oreja no se hizo esperar.
Morante fue todo voluntad. Pero la Maestranza, Sevilla, se le resiste de manera preocupante. Deleitó con el noble y descastado segundo en unos laces genuflexo sin palabras para explicar. Verdad sin gestos superfluos. Narración sin gesticulaciones. Un toreo en el que todo fue naturalidad. Pero no hubo más. Con una estocada casi entera lo mandó al desolladero.
Con el complicado, por descastado cuarto, quiso reconstruir la historia del toreo con el galleo del Bu, que combinó con la verónica y la chicuelina para acabar con una vistosa serpentina. El prometedor inicio de faena se desvaneció de inmediato. Sopló el viento y todo acabó. Tras la estocada le aplaudieron por su voluntad de agradar..
Pareció novedad el toreo de Alfonso Cadaval. Quizá porque estuvo dispuesto y decidido a dar versión muy distinta a la de aquellos inicios de titubeante concepto. Y es que el sevillano mostró un toreo serio, amable, elegante, reposado y con tintes muy de aquí, muy de Sevilla. Lo consiguió en un ramillete de trazos diestros y al natural con el toro de su alternativa. “Piripi”, de 570 kilos, mostró la deseada nobleza en sus embestidas, pero careció de fuerzas. La falta de emoción fue palpable en lo bien hecho por el nuevo matador de toros. Hundió casi la totalidad del acero y le obligaron a saludar.
Cadaval resolvió la tarde de su doctorado con dignidad. Incluso con buen toreo. Todo lo mostrado lo hizo con absoluta honestidad en su planteamiento. Su toreo ha ido tupiéndose hasta ofrecerlo más reposado, más despacio, con enorme gusto, para conseguir con solvencia la profundidad que necesitaba. Satisfactorio hacer en la lidia del noble sexto. Con el que se enfrentó a la difícil tarea de capturar la atención de la gente tras lo hecho por Manzanares. Y lo consiguió tras un prólogo de rodillas en el que templó la embestida de forma sorpresiva para continuar con la expresividad de un toreo hondo e hilvanado, hecho con enorme despaciosidad y buen gusto. Muy seguro en la lidia, no dudó en los quites e, incluso, le replicó a Morante en el suyo. Un pinchazo lo dejó todo en una justa vuelta al ruedo.
Sevilla, domingo 30 de septiembre de 2018. 3ª de Feria. Casi lleno.
Toros de
, aceptables de presentación y nobles. Falta de fuerza acusó el primero; con escasa casta el tardo segundo; muy noble y de notable calidad en sus embestidas el tercero; complicado el cuarto; bravo en los engaños el quinto; bueno el sexto.
Morante de la Puebla, silencio ysaludos.
José María Manzanares, oreja con petición de la segunda y vuelta al ruedo tras dos avisos.
Alfonso Cadaval, que tomaba la alternativa, saludos y vuelta al ruedo.