BIOGRAFÍA
Paco Camino, "el sabio de Camas" que reinó entre los más grandes
Trenzó 1.456 paseíllos como matador de toros y abrió en 12 ocasiones la Puerta Grande de la plaza de Las Ventas.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El torero Paco Camino, fallecido esta madrugada en su finca cacereña de "Los Camino", fue máxima figura en todo el mundo durante la época más competida de la historia de la tauromaquia, la de los años 60, gracias, aunque no solo, a esa prodigiosa inteligencia lidiadora que le valió periodísticamente el sobrenombre del "Sabio de Camas".
Hijo del modesto banderillero "Rafaelillo de Camas", trabajó como aprendiz de panadero antes de revelarse como niño prodigio del toreo, carrera que comenzó con solo doce años de edad y que le llevó a debutar con picadores en 1958 en Zaragoza, que iba a ser una de las plazas de sus mayores éxitos durante su fulgurante arranque.
Tomó la alternativa en Valencia el 17 de abril de 1960 de manos de Mondeño, que le cedió la muerte de un toro de Antonio Urquijo, para instalarse ya ese mismo años en la primera fila de los matadores, lugar que no abandonaría hasta su primera retirada, que tuvo lugar en la Plaza México el 1 de abril de 1979.
Durante esas dos décadas, Paco Camino ejerció su liderazgo compitiendo duramente con toreros de la talla de Diego Puerta o El Viti, con quienes formó habitualmente una famosa terna, pero también sirviendo de contrapeso clásico a la arrolladora presencia de Manuel Benítez "El Cordobés", auténtico amo de los 60 y con quien escenificó una sonada pelea en el ruedo en Aranjuez.
La calidad estilística del gran diestro sevillano se manifestaba en todas las suertes del toreo, pues si manejó con precisión el capote -especialmente cantadas fueron sus modélicas chicuelinas-, fue un auténtico maestro con la muleta, y más aún toreando al natural, así como uno de los mejores estoqueadores de la historia, con un volapié absolutamente modélico.
Gracias a ello, Paco Camino figura en lo más alto del ranking de triunfadores de la plaza de Las Ventas, donde confirmó alternativa en el San Isidro del 61 y por cuya Puerta Grande llegó a salir en hombros hasta en doce ocasiones, solo superado por su coetáneo El Viti, mientras que en México se convirtió, a base de grandes faenas, en uno de los toreros que allí llaman "consentidos", al mismo nivel de Manolete.
Que el crítico de ABC, Antonio Díaz Cañabate, señalara muy alegre e injustamente su "mandanga", por la forma en que Camino administraba sus esfuerzos, no obsta para que el de Camas sufriera en esta competida era más de treinta percances, alguno de ellos de extrema gravedad, como el que sufrió también en Aranjuez en 1980, año de su reaparición, que le afectó cuello y tórax.
Tras esa gravísima cornada, aun se mantuvo en activo hasta septiembre del 82, para volver luego vestirse de luces por un día el 26 de septiembre de 1987 y darle así la alternativa a su hijo Rafael en el anfiteatro romano de Nimes (Francia), en la que sería su última aparición en los ruedos.
A lo largo de 1.456 paseíllos como matador de toros, Paco Camino, que vio morir a su hermano Joaquín en las astas de un toro cuando toreaba a sus órdenes en Barcelona, se mostró, entre la pléyade de grandes espadas con quien compartió carteles, como un auténtico superdotado: muy "largo" en conocimientos y concepto, perfecto conocedor de las condiciones de los toros y sutil arquitecto de la técnica.
No en vano, su naturalidad y su elegancia más clásicas se apoyaban en un acusado valor, poco reconocido pero que le llevaba a dominar todo tipo de embestidas sin aparente esfuerzo, con esa "difícil facilidad" de los elegidos, con la simplicidad de un auténtico maestro que, paradójicamente, nunca encontró el suficiente eco en la Maestranza de Sevilla, donde era su paisano Curro Romero quien contaba con el favoritismo de la afición.
Después de ser sometido hace años a un trasplante de hígado y de haber vendido recientemente su ganadería de sangre Santa Coloma a un empresario mexicano, el maestro se refugió en su finca "Los Camino", en la comarca de la Vera, donde recordaba su incomparable paso por el toreo y afrontaba, mermado de salud pero con la misma claridad de ideas, la llegada de ese final que le ha encontrado en su cama.