JAÉN
Rafaelillo, con sus armas de siempre, reaparece cortando una oreja en Jaén
Desigual corrida para el debut de Victorino Martín en el coso jienense. Oreja para Lamelas mientras Pinar se va de vacío tras pinchar la mejor faena.
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Tarde de acontecimientos y efemérides la vivida este sábado en Jaén. Por un lado, el debut de la ganadería de Victorino Martín en el coso de La Alameda. Y lo hizo con un encierro cinqueño, muy desigual de hechuras y de comportamiento, aunque siempre sobre la base de la casta. Se quiso premiar al quinto con una vuelta al ruedo que tuvo más de sugestión por el hierro que lucía que por el juego desarrolló, que no pasó de noble en el último tercio.
Por otro lado, la buena noticia llegó vestida de azul y oro. Veinte meses después, Rafaelillo volvía a vestir el traje de luces. Un triunfo para el torero, pero también para la persona después del calvario que vivió tras el gravísimo percance que sufrió el murciano en los Sanfermines de 2019. Un torero honesto en la vida y con su profesión. Más allá del balance numérico y artístico de este sábado en Jaén, la buena noticia fue saber que Rafaelillo ha vuelto y lo ha hecho con sus armas de siempre.
El toro de la reaparición fue un animal encastado y complicado por listo. Un astado que siempre estaba a salto de mata para meterse por dentro o quedarse corto en sus embestidas. Nunca le volvió la cara Rafaelillo, muy asentado y confiado. A derechas llevando muy templado al toro y al natural, aprovechó que el viaje era un poco más largo para apurar más embestida. Aguantó varios parones con bragueta y exprimió todo lo que tenía el de Victorino. Faena irreprochable hasta que llegó la espada, que no viajó certera y que se llevó la posibilidad de haber paseado algún trofeo.
El cuarto fue un ‘victorino’ de escasa raza y poder que llegó a echarse al inicio de faena. Rafaelillo tiró de paciencia y pulso para ir levantando un trasteo afanoso, en el que prevaleció la disposición del torero sobre la condición del toro. Una estocada desprendida que tuvo mucha muerte dio paso a la concesión de una oreja que premió la tarde de reaparición del murciano.
Alto y zancudo fue el primero del lote de Rubén Pinar, al que pareó soberbiamente Ángel Otero. El toro, que se había desplazado con cierta franqueza en los primeros tercios, echó la persiana en una faena de muleta que el albaceteño había brindado previamente a Rafaelillo. El de Victorino se paró y no dio opción alguna a Pinar, que abrevió y lo finiquitó de una estocada que hizo guardia y un golpe de descabello.
Pinar tuvo en suerte como quinto al ejemplar más claro de todo el encierro. Un toro que derrochó nobleza y buen son por ambos pitones, aunque sin la marca de la casa, ya que no humilló. Faena muy templada, pese a que se echó de menos algo más de ajuste y apreturas, pero en la que el diestro supo correr la mano con mucha limpieza y largura, ligando las tandas y llegando al tendido. Pero con la espada llegó el borrón de la actuación de Pinar y todo quedó en silencio. Asomó tardíamente el pañuelo azul desde el palco para una vuelta al ruedo póstuma a un toro que ni la recibió ni la mereció.
Alberto Lamelas lidió como tercero un animal encastado en todos los tercios. Tuvo más emoción en su arrancada al caballo que después entrega en el peto. Y cuando llegó al tercio de muleta, embistió con emoción y casta. El jienense se mostró esforzado y voluntarioso, aunque a las tandas iniciales en redondo, de tres y el de pecho, supieron a poco. Después, el toro aminoró revoluciones y la faena fue a menos. Una estocada desprendida dio paso a una oreja que tuvo sabor a paisanaje.
El sexto fue un toro importante, que se empleó en el caballo y después se movió con casta y humillada exigencia a la muleta. Lamelas volvió a poner tesón y ganas, pero al conjunto le faltó más asentamiento de plantas y sometimiento de las embestidas. De nuevo las series sabían a poco por su corto metraje. Faena larga que remató de un pinchazo y un feísimo bajonazo que no mereció el juego del toro. Se pidió una oreja que el palco decidió con buen tino no conceder.
Jaén, sábado 27 de marzo de 2021. Lleno de ‘No hay billetes’ sobre el aforo permitido.
Toros de
, todos cinqueños. Bien presentados, aunque de muy desiguales hechuras y juego. Encastado y complicado el primero; manso y de nula duración; encastado aunque a menos el tercero; un cuarto manejable y de escaso poder; noble y con duración, aunque sin humillar, el quinto, para el que se sacó el pañuelo azul; encastado y exigente el sexto.
Rafael Rubio ‘Rafaelillo’, saludos y oreja.
Rubén Pinar, silencio y silencio.
Alberto Lamelas, oreja y vuelta por su cuenta tras petición.
Incidencias: Se guardó un minuto de silencio tras el paseíllo por las víctimas de la pandemia.