12ª SAN ISIDRO

La 'Rocaneta' arrolla al viento y a los que quieren frenarla

Roca Rey pincha una faena de dos orejas en una tarde marcada por el viento y por la beligerancia de una parte del tendido contra él.

Derechazo de rodillas de Roca Rey en el inicio de faena al sexto toro de Victoriano del Río

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

No hay plaza mejor que Las Ventas para pegarse la farra. Los bares de alrededor son sensacionales, el ambiente va creciendo cada día y da gloria venir a los toros a Madrid nada más que por el ambiente que se genera. El problema es que la fiesta de los toros ha degenerado en una fiesta en la que los toros son el momento de descanso entre la previa y el post. Por eso alguno se echó a dormir en el minuto de silencio y le despertó un malnacido que interrumpió el respeto a un torero muerto, El Litri, para decir Viva España. Hoy la plaza del patriotismo estaba en Pontevedra, pero alguno cogió el autobús equivocado. Aunque la 'Rocaneta' no abandonó a su torero. No es para menos. Tremenda tarde dio.

El peruano es el más listo de todos y salió a por el sexto cargando con el peso del precio de la reventa, de los cubalibres y con el coste de oportunidad que implica venir a una plomiza tarde de toros a contraestilo de cualquiera que se diga aficionado. El castigo en el caballo fue breve, pero muy eficaz. Así se pican los toros. Ni mucho ni poco, exactamente lo que demandan. La otra vara es la muleta por abajo y Roca en eso es un superdotado. Brindó al público, que salió loco, especialmente en los palcos. El Frente Roca. Y para responder se echó el limeño de rodillas en el tercio, entre el 9 y el 10. Le cambió el viaje por la espalda en el segundo y ralentizó la embestida en el cuarto. El de pecho, mirando al tendido, catapultó el prólogo. Madrid, rendida.

Cómo lo vería Roca que se bajó al 7 a torear. Después de dos derechazos a cámara lenta se quedó mirando cara a cara a la exigencia y se lo pegó como si aquello no fuese con él. Tremendo. Y siguió por el mismo palo. Temple, ajuste, cercanías e inteligencia. La faena fue de reventón. Un oasis en una tarde a la contra. Roto el torero. El final, cambiándole el viaje según le demandó un toro ya a menos fue escandaloso. La plaza era un mercado. Ese runrún. Roca es el último fenómeno social del toreo y él lo sabe. Pinchó al primer intento y la plaza se vino abajo. Ni la típica ovación de consuelo. Aquello había sido muy fuerte. Tal fue el desconcierto que salieron cuatro banderilleros a auxiliar al matador. Bajón máximo.

Roca lo vio claro en el saludo a su primero, el de su vuelta a Las Ventas, pero en Madrid también tienen su toro, aunque moleste en Sevilla. Y el tercero era más de Sevilla que de la plaza talismán por San Isidro. Para colmo, Roca dio órdenes a su cuadrilla de prostituir la suerte de varas. Permitió a conciencia que se le diese de refilón con la puya a las puertas de chiqueros. Con el viento soplando por alegrías se fue el peruano a los medios para calmar los ánimos del tango. Se echó el capote a la espalda, sin cantearse y toreando, no quitando. Pero el sainete en la suerte de varas le robó la importancia al quite. Madrid le quitó la relevancia. Con una muleta minúscula se plantó Roca en el tercio para tirar de un toro que quiso embestir, pero el viento volvió a condicionar el trasteo.

Lo intentó el torero, pero ni el toro rompió ni la naturaleza lo permitió. Ni la real ni la ficticia que genera ese sector que se arroga la propiedad de la plaza. No le dejaron a Gilio, no le dejaron a Joselito Adame, no le dejaron a Colombo y tampoco le han dejado a Roca Rey, que aún así impuso su ley y conquistó al 99% de la plaza. Una víctima más al saco de su triste intransigencia que le importa a absolutamente nadie. No lo arregló el torero con una infame estocada en el pescuezo.

Confirmó la alternativa Fernando Adrián, premiado por ganar la copa de los Tres Magos de Ayuso. El inicio del madrileño tras el discurso de Manzanares fue meritorio, pero la ovación del brindis fue mayor que la del final de tanda. Cambiados de rodillas por la espalda que no calaron tanto como si los hubiese hecho uno de Perú. Está claro que algunos -casi todos- venían a ver a Roca. En la segunda tanda se amontonó y no consiguió poner al toro en circulación, pero gustó más al ocasional, que se rompió las manos como una noche de bodas en El Rocío. Inexplicable. Adrián se contaminó del hedor etílico y sacrificó el toreo en pos del artificio. Se puso luego recto y sacó un puñado de naturales casi perfectos, pero la plaza ya se había convertido en Valencia por Fallas y no se enteró. El vigor del toro tampoco ayudó a levantar aquello. Cerró aquello por manoletinas y mandó al toro a mejor vida con un feo bajonazo.

El quinto tenía la presencia del toro que cualquiera torero sueña enlotar en Madrid. Larguito, fino, bajo, acapachado y con cuello para aspirar a oler los flecos de los engaños. Los primeros tercios fueron la oportunidad del público para ir a mear, hacer F5 en el vaso y terminar de comprender quién era Fernando Adrián mirando el programa. Lo de la Copa Chenel, bien, pero fuera de la endogamia taurina ha demostrado tener más premio que eco. Un acierto para el torero, un fiasco de cara a la verdadera difusión que se pretendía. Lo quiso hacer bien en la muleta el toro y pedía temple, mando y ligazón. Un toro para tirar la moneda, viento mediante. Plaza llena, viento, Manzanares, Roca Rey y la tele. Lo contrario a un certamen cuya única crítica es el autobús del pueblo. No se entendieron toro y torero. Ni más ni menos. Lo mejor, un espadazo casi perfecto que acabó en segundos con el penúltimo acto.

Lo mejor hasta que llegó Manzanares con la muleta frente al segundo fue un quite por altaneras improvisado de alto voltaje obra de Roca Rey. Tras la ceremonia de devolución se arrancó el viento, pero supo imponerse Manzanares. Le dio tiempo al toro, al viento y a sus ansias de triunfo. Contó hasta diez y en el momento clave tiró del toro por el pitón derecho, pese a que se acostaba el de Victoriano. Dos tandas muy conseguidas y se cambió la muleta de mano. Con la zurda, Manzanares tocaba por dentro y el viento picaba por fuera. El toro no sabía a dónde ir, pero el de Alicante cargó su peso en los vuelos para hacerlo viajar por sus dominios. Volvió a la derecha y siguió dándole espacio, tiempo y el sitio correcto, pero el viento puede más que la voluntad del hombre. Porfió en balde, porque así era muy difícil. Lo mató perfecto, pero al tercer intento.

El cuarto fue torerísimo, un torazo. No tanto de tamaño como de presentación. Manzanares no se hizo con él en el capote y el tercio de varas fue un trámite. Fernando Adrián se echó el capote a la espalda y fue prendido. Manzanares se fue a por él con cara de pocos amigos y le debió poner cara de su padre a El Soro. Algunos toreros confunden el derecho a quite con el respeto al toro del compañero. Eso tampoco lo enseñan en las escuelas de influencers, otrora de toreros. Ya en la muleta, el toro se vino abajo. Dos veces le apretó Manzanares y dos veces se arrodilló el toro. Imposible el lucimiento. Manzanares no entiende de grises con Victoriano del Río: o le sale el mejor de la camada o tiene que torear al mulo.

Madrid, jueves 19 de mayo de 2022. 12ª de Feria. Lleno de 'No hay billetes'.

Toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación y malos, en líneas generales, aunque condicionados por el viento.

José María Manzanares, silencio tras aviso y silencio.

Fernando Adrián, que confirmaba alternativa: ovación y silencio.

Roca Rey, silencio y ovacion.

Incidencias: Se guardó un minuto de silencio por la muerte de 'El Litri'.

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