26ª SAN ISIDRO

San Isidro finaliza con otro llenazo y con la enésima y definitiva decepción

Decepcionante corrida de Román Sorando y gris tarde de Urdiales, Ortega y Aguado en el homaneja a la Policía Nacional.

Natural de Diego Urdiales al primer toro de Román Sorando este sábado en Las Ventas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

El abono isidril de 2024 -a falta de la celebración mañana de la Corrida de la Prensa- finalizó hoy en Las Ventas con otro cartel de "no hay billetes" en las taquillas y una nueva y casi definitiva decepción, la última de un serial gris y plano en lo artístico que terminó con una lluvia de almohadillas a la muerte del sexto.

En esta ocasión, la del festejo número 26, el paupérrimo resultado vino provocado por el nulo juego de los toros, tanto los desrazados y muy flojos titulares de Román Sorando como los dos sobreros que la remendaron, que no ofrecieron opción ni de un mínimo lucimiento a una terna de toreros de calidad que había despertado grandes expectativas e ilusiones.

Pero tras la desatada euforia de la tarde anterior, que registró la única salida a hombros de un matador y varios toros de excelente bravura, llegó la cara opuesta, la de un absoluto vacío que, en la ficha del festejo, se tradujo en seis abrumadores silencios de una afición que ha visto pasar la mayoría de las tardes del abono con muy poco que rescatar para la memoria.

Sin necesidad de entrar en detalles, pues apenas los hubo en la corrida, Diego Urdiales logró al menos equilibrar con su habitual suavidad de muñecas a un primero afligido y sin fuelle, para sacarle así los únicos tres o cuatro naturales estimables de la tarde, viéndose después obligado a abreviar con un cuarto al que intentó aplacar, con paciencia, las primeras brusquedades de manso.

Claro que menos tiempo estuvo en la cara de los dos de su lote Juan Ortega, un primero descaradamente rajado a las primeras de cambio y un quinto muy flojo de remos que perdía constantemente los apoyos y deslucía y restaba sentido a cualquier intento de faena.

Por su parte, Pablo Aguado no mató ningún toro de la ganadería anunciada, pues los que sorteó fueron devueltos a los corrales entre las protestas del público. Y si al viejuno y también desrazado sobrero de José Vázquez intentó moverlo a media altura en un intento baldío, con el de Montalvo, que se defendió y no siguió los engaños, no se complicó más que para matarlo, con varios pinchazos sin compromiso.

Las almohadillas de los más decepcionados llenaron así, en el triste broche del abono, un ruedo que casi todas las tardes estuvo vacío de contenido, por mucho que los tendidos lucieran abarrotados en 18 de las 26 tardes de una feria con mucho que analizar y que corregir para el futuro.

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