FERIA DE OTOÑO

El sitio de Ureña y la remontada de Luis David Adame en Las Ventas

Paco Ureña cortó una oreja por una labor de temple y pureza. Luis David Adame, digna confirmación.

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Sixto Naranjo Sanchidrian

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Cuvillo sumaba su tercera corrida del año en Las Ventas. Algo al alcance de pocas ganaderías. Varios toros fueron cinqueños y hubo hasta cuatro toros de buena nota.

Uno de ellos fue el abreplaza. No tuvo mal aire en su embestida el toro de la confirmación de alternativa de Luis David Adame. El mexicano mostró su aprendido oficio, para lo bueno y para lo menos bueno. Tiene el don del temple, pero también conoce los recursos técnicos para el alivio. Algo que se le recriminó con vehemencia desde el tendido. No acabó de rematar la faena y además la espada se le fue caída.

Sebastián Castella enlotó como primer ‘cuvillo’ un burraco alto de cruz que no estuvo sobrado de raza. Tras la devolución de trastos, el francés hilvanó una faena de largo metraje pero escaso relieve artístico. Sumó muchos muletazos, pero ninguno perdurará en la retina de cualquier aficionado. Alargó hasta el extremo un trasteo que quedó en terrenos de nadie.

Lo mejor de la primera mitad del festejo llegó con el tercero de Cuvillo, un animal de bastas hechuras con el que Paco Ureña sacó su versión más profunda. Se abandonó el murciano a base de templar y llevar al natural hasta más allá de la cadera la noble y pastueña embestida del toro. Exageró algo ese relajo en las formas, pero enardeció a la afición venteña la entrega mostrada. Como los de pecho que abrocharon las tanda y sobre todo en un torerísimo cierre de faena. Una estocada delantera puso en su mano la oreja.

Castella no se salió de su guión habitual en la lidia del cuarto, otro de los toros de nota de Núñez del Cuvillo. Tuvo prontitud y entrega el animal del hierro gaditano. El diestro galo volvió a tirar de repertorio con pases a granel sin alma alguna. Con un toro así, Madrid es muy chivata. Y a Castella se le vio que claramente que no era su tarde ya a esas alturas.

El quinto fue un animal áspero y poco agradecido con el que Ureña hizo un esfuerzo de verdad. Más genio que bravura en el de Cuvillo. Siempre colocado en el sitio, el torero de Lorca buscó robar con limpieza los muletazos. No siempre salieron, pero todo lo que hizo Ureña estuvo preñado de sinceridad. Y todo con ese punto trágico que emana de su figura. Con la faena hecha, quiso prolongar el trasteo con el toro ya muy frenado. Llegó la voltereta y la saña del toro buscando al torero en el suelo. No caló el pitón. Como tampoco lo hizo cuando Ureña se tiró a topa carnero para enterrar la espada. Tardó en caer el toro, se enfriaron los ánimos y hubo de usar el descabello. La ovación final sonó a reconocimiento por  la tarde y de ánimo ante la que le queda con los ‘adolfos’ el domingo.

Luis David Adame pudo redimirse con el sexto. El joven diestro azteca remontó el ambiente del toro de la confirmación y gustó más su concepto con este toro. Al natural hubo encaje y ajuste. Y eso sí gusta en Madrid. Tanta fue la exigencia del mediano de los Adame, que el toro rebajó revoluciones con un final de faena ya muy apagado. Se metió entre los pitones el torero, que no lo vio claro con la espada esta vez.

Madrid, viernes 29 de septiembre de 2017. 5ª de Feria. Casi tres cuartos de plaza.

Toros de 

, bien presentados pero muy desiguales de hechuras. De buen juego los toros lidiados en primer, tercer, cuarto y sexto lugar. Más deslucidos segundo y quinto.

Sebastián Castella, silencio tras aviso y silencio tras aviso.

Paco Ureña, que sustituía a Antonio Ferrera, oreja tras aviso y saludos tras aviso.

Luis David Adame, que confirmaba alternativa: leve división y ovación.

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