La vida antes de la nevera: ¿Cómo conservaban nuestros antepasados los alimentos?
La historia de este electrodoméstico es relativamente reciente ¿cómo hacían entonces nuestros antepasados para conservar los alimentos?
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SI se nos fuera la luz, la nevera sería probablemente uno de los electrodomésticos que más echaríamos en falta. Podemos vivir sin lavavajillas, sin horno, incluso sin lavadora, pero prácticamente veríamos imposible hacerlo sin un aparato de refrigeración que nos ayudara a conservar los alimentos frescos en perfecto estado.
La conservación de los alimentos ha sido un hándicap desde la antiguedad. Conseguir una buena cantidad de alimento y poder conservarlo para no tener que darse el atracón o guardarlo para tiempos de escasez, ha sido uno de los grandes retos de la humanidad.
Y es que lograrlo resultaba crucial para evitar las enfermedades o las intoxicaciones provocadas por el crecimiento de microorganismos en los alimentos pasados de fecha.
Es por ello que tengamos que remontarnos hasta la antiguedad para descubrir los métodos de conservación pioneros. En un primer momento pasaron por el uso de aquellos conservantes naturales de los que se sabían sus cualidades antimicrobianas. Es el caso de los salazones, las especias, el hielo, el vinagre, el aceite, el azúcar, la sal, el hielo, los ahumados, o el secado de alimentos al sol.
Los cierto es que la mayoría de estas técnicas se arraigaron tanto en nuestra cultura que su uso ha trascendido la mera conservación y se usan con fines más gastronómicos.
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MÉTODOS TRADICIONALES
La sal de por sí, muy empleada en los salazones de pescados o carnes impide por sus propiedades, el crecimiento de microorganismos gracias a la ósmosis, siempre y cuando la concentración de sal sea de al menos un 20%.
Algo parecido sucede con el azúcar, que además de endulzar tiene la capacidad de absorber la humedad de los alimentos y por tanto evitar que se estropeen antes. Este método se emplea sobre todo para conservar las frutas como las mermeladas o las jaleas.
Los vinagres, usados en las salmueras como la de las aceitunas, permiten alargar la vida últil de los alimentos gracias al ácido acético, que elimina los microbios.
Con el tiempo, a estos métodos tan primitivos hay que sumarle los enlatados o embotados de carne, frutas, verduras e incluso leche, que gracias a latas o frascos esterilizados, es posible aplacar cualquier posible bacteria.
SÓTANOS, RÍOS Y BAJO TIERRA
Al margen de estos métodos de conservación y antes de la llegada del frigorífico, se relentizaba la degradación de los alimentos guardándolos en sótanos y 'congeladores' muy rústicos -construidos a base de hielo-, o en las ya prácticamente desaparecidas fresqueras, una especie de despensas colocadas en las partes más frescas de la casa, y que por lo general estaban orientadas al norte o este y lejos del calor del sol o de cualquier otra fuente caliente.
En los pueblos también se podía aprovechar el agua fría de los ríos para sumergir alimentos como las frutas y mantenerlas así frescas.
La técnica del entierro de los alimentos era otro de los sistemas empleados en la antiguedad y también hoy en día por algunas tribus. El frío, la falta de luz y oxígeno, el nivel de pH y los desecantes naturales del suelo, conformaban el caldo perfecto para preservar cualquier alimento de su putrefacción.
PADRE DEL FRIGORÍFICO
Sin embargo pese a todos estos métodos había un gran reto: conservar los alimentos sin modificar su valor nutricional, textura, sabor o consistencia.
No sería hasta 1834 cuando el científico Jacob Perkins fabricara y patentara el primer refrigerador con la ingeniosa idea de utilizar éter como fluido refrigerante, lo que permitía fabricar hielo. El invento no tuvo demasiado éxito comercial pero Perkins sí que ha pasado a la historia como el "padre de la refrigeración"
Habría que esperar un poco más, cuando Charles Tellier, perfeccionando la idea pudo fabricar el primer frigorífico en 1876 .
Estos primeros frigoríficos eran muy básicos, apenas unas paredes de madera forradas de corcho o de pizarra a modo de aislante para preservar el frío del hielo en su interior.
La introducción de los refrigeradores no solo mejoró la calidad de vida de las personas, también su dieta al poder almacenar de forma segura alimentos sanos como la fruta, las verduras o los lácteos.