LINCE IBÉRICO

De cazadores a conservacionistas: la capital de la caza se vuelca en el lince

Marta Montojo

Agencia EFE

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Marta Montojo

Hacer un safari por el sur de España no dista tanto de hacerlo en el sur de África: con los prismáticos adecuados y la paciencia que requiere observar la naturaleza, uno puede divisar aves subsaharianas, decenas de ungulados y, cada vez más, al felino más amenazado del planeta, el lince ibérico (Lynx pardinus).

La Sierra de Andújar (Jaén) ha pasado de distinguirse como la capital de la montería -según se anuncia este territorio que concentra la cantidad de cotos de caza mayor más alta del país- a ser apreciado por los visitantes por su capitalidad lincera, pues es también una suerte de santuario de linces.

Allí, cazadores y ganaderos han entendido, tras veinte años de esfuerzos de conservación, la importancia de preservar a esta especie endémica de España y Portugal y que se valora cada vez más como un elemento de atracción turística y como un aliado para el negocio de la tradicional actividad cinegética.

El Parque Natural Sierra de Andújar es el único territorio, junto a Doñana, donde el lince ibérico -muy amenazado a principios de siglo por la falta de alimento, la pérdida de hábitat y la persecución directa- nunca ha llegado a desaparecer, aunque sí sufrió un grave descenso poblacional.

Ahora, después de 100 millones de euros invertidos en proyectos de conservación y de años de colaboración entre entidades locales, autonómicas y nacionales, se contabilizan sólo en la zona unos 250 animales de esta especie.

Alex Hohne ya disfrutaba de la caza en su natal Sudáfrica, pero ahora, instalado desde hace cuatro años en la Sierra de Andújar, lo hace sólo con arco y tratando de asegurar el equilibrio natural en el ecosistema que alberga su finca, El Encinarejo, donde a lo largo de mil hectáreas corretean conejos, corzos, gamos, jabalíes, linces y hasta bisontes.

Aunque sabe que le daría mucho más dinero la montería, en su terreno no permite esta práctica cinegética al no considerarla sostenible, y limita el número de animales que se pueden cazar a entre 80 y 100 por año.

Prefiere fomentar el ecoturismo, pues ha comprendido que la biodiversidad es un atractivo mucho mayor, sobre todo para visitantes ingleses atraídos por los siete linces silvestres -más los cachorros- que merodean por su finca habitualmente.

Su proyecto, para el que se apoya en los biólogos de la fundación CBD-Hábitat, se centra ahora en favorecer la recuperación del conejo de monte, el alimento básico del lince que, aunque en zonas de la Península está en abundancia, desde 2019 la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) lo considera en peligro de extinción.

En el último decenio, esta especie ha sufrido un declive poblacional del 70 %, sobre todo a causa de la mutación en 2011 de la enfermedad hemorrágico vírica (EHV), muy contagiosa.

Cuando hace cinco años Hohne y su mujer Jess compraron la finca, había una media de 0,5 conejos por hectárea.

Con mucho trabajo, instalando comederos, bebederos, y sitios exclusivos para los conejos, creció a los 0,8 conejos por hectárea, aduce Hohne, aún lejos de su objetivo de llegar a los cuatro conejos por hectárea.

Los técnicos de CBD-Hábitat, que trabajan junto a WWF en el proyecto europeo Life Iberconejo, ayudan a Hohne y a otros propietarios de fincas de la zona a mejorar las condiciones para estos herbívoros, de forma que se garantice la supervivencia de la especie y, por ende, la del lince ibérico, cuya alimentación depende casi exclusivamente del conejo.

Esta fundación es responsable, además de WWF y de la Junta de Andalucía y los sucesivos ministerios de medio ambiente, de salvar de la extinción al lince, que, aún en peligro, ha pasado del centenar de ejemplares que se contaban en 2002 a los más de 1.500 que estiman hay actualmente.

Esta evolución favorable de la población del lince supuso que la especie pasara de la categoría en peligro crítico a la de en peligro en la lista roja de especies amenazadas de la UICN.

Para 2025, la directora de la fundación CBD-Hábitat, Nuria El-Khadir, juzga que lo ideal sería que el lince ascendiera a la clasificación de vulnerable, fruto de las recientes mejoras y los programas en marcha.

La prioridad al principio era conservar esos núcleos que quedaban, esos 100 linces repartidos entre Doñana y Sierra Morena, y a la vez impulsar la cría en cautividad para no perder la especie en el caso de que no se lograra preservar a los últimos linces, explica a EFE Carmen Rueda, bióloga en esta organización.

A partir de los programas de cría en cautividad y la introducción de cachorros en su entorno natural -pasando por un periodo intermedio de adaptación ex situ- fueron prosperando las comunidades linceras, acompañadas de un trabajo de seguimiento y control de los animales mediante técnicas como el fototrampeo y el uso de collares localizadores.

COMPETENCIA O CONVIVENCIA

Los linces, aún amenazados por el furtivismo pero ya en menor medida, han sufrido históricamente la persecución de, entre otros, los propietarios de las fincas de caza, además de los ganaderos, que veían a estos carnívoros como competencia.

De hecho, se pagaba por matar a los linces, apunta Rueda, pero a partir de la protección de la especie en torno a los años 1970 se dio un cambio de paradigma que hizo que, en lugar de premiar, se multara por abatir o envenenar a estos felinos, repasa.

Además de una cuestión generacional, el trabajo de los biólogos de campo de las organizaciones conservacionistas forma parte de ese cambio de conciencia, pues implica acercarse a los cazadores y explicarles las ventajas de convivir con linces.

Precisamente, cuantos más linces haya en un terreno, más conejos habrá, alega Rueda, pues el lince, que es la punta de la pirámide, desplaza a todos los demás depredadores.

Al espantar a carnívoros como zorros, meloncillos o garduñas, la presencia del felino en las fincas de caza beneficia a otras especies de caza menor como las perdices, señala la experta, y esto es lo que, a su juicio, van entendiendo más y más propietarios de fincas de la zona y de otros territorios de la Península donde trabaja la fundación.

De momento, hay poblaciones estables de lince en Andalucía, Extremadura, Montes de Toledo, Valle de Guadiana y el sur de Ciudad Real, y CBD-Hábitat proyecta que la colonización de la especie pueda ir avanzando hacia el norte y llegar pronto a Murcia, la Comunidad Valenciana, Aragón y Cataluña, fundamentalmente, pero también a Castilla y León e incluso Madrid.