Desnudando mis miedos y esperanzas como enferma de cáncer

¿Cómo se reacciona ante un diagnóstico así?, pues cada uno como puede, porque nadie está preparado para ello

Desnudando mis miedos y esperanzas como enferma de cáncer

Ana Luisa Pombo

Publicado el - Actualizado

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Ha pasado poco tiempo, pero parece que fue hace una eternidad cuando el médico de urgencias de la Fundación Jiménez Díaz me dijo que lo mío no era apendicitis sino un tumor muy complicado.

¿Cómo se reacciona ante un diagnóstico así?, pues cada uno como puede, porque nadie está preparado para ello.

A mí, la opresión en el pecho me dejó sin aire y mientras veía, por el rabillo del ojo, el impacto del diagnóstico en mi marido, pensé que no podía venirme abajo así que, en un gesto extraño, pedí ver la imagen del tumor. Creo que el doctor Jorge Castillo Álvarez, entendió que era mi forma de tomar aire, de manera que giró hacia mi la pantalla del ordenador y después de señalar donde estaba el tumor en la imagen, se retiró respetuosamente unos pasos. Allí estaba yo, intentando respirar y mirando aquella masa amorfa que me iba a cambiar la vida y la de mi familia y amigos.

"¿Siete centímetro y medio? No pasa nada. Podremos con esto", dije por decir algo, pero después, eso de "yo puedo con esto" se convirtió en mi personal grito de guerra, de rebelde con causa. ¡Tenía, tengo, tantos sueños, tantos proyectos y tantas cosas por hacer...!

Mientras me colocaban el reservorio, port a cath, por el que infundirme la quimioterapia, las veces que he tenido que pasar por el quirófano, cuando periódicamente me someten a todo tipo de pruebas para confirmar que "el bicho" sigue desaparecido, me repito "yo puedo con esto". Puede parecer una tontería, pero es mi forma de enfrentarme a los miedos, porque cuando el cáncer se cuela en nuestras vidas, desata todos nuestros miedos. Miedo a morir y a la incertidumbre de lo ignoto; miedo a dejar proyectos de vida a medio terminar; miedo a fallarles a mis seres queridos, porque el cáncer se puede empeñar en romper nuestros sueños compartidos; miedo al dolor, miedo a los tratamientos siempre duros, miedo a que el bicho reaparezca..., demasiados miedos.

El consuelo, la mejor tabla de salvación frente a todos los temores que me asaltan, igual que a la mayoría de enfermos oncológicos, es la certeza de que, a día de hoy, el cáncer se cura en el sesenta por ciento de los casos y todos cruzamos los dedos confiando en formar parte de ese sesenta por ciento de supervivientes mientras respiramos aliviados a medida que sumamos años.

Para quienes caminamos bajo esa espada de Damocles, se abre una ventana a la esperanza cada vez que la ciencia nos presenta nuevos tratamientos gracias al trabajo constante, poco valorado y mal pagado de miles de investigadores en todo el mundo y también cuando la tecnología, con la ayuda de una sanidad excepcional y de generosos mecenas como Amancio Ortega, ponen a nuestro alcance nuevos métodos para atacarlo. Todos ellos juegan a nuestro favor y por eso, cada día, ganamos más batallas a un enemigo muy duro de pelar que se mete en nuestras vidas de manera despiadada y traicionera.

Muchas veces pienso ¿quién mi iba a decir a mí, que soy terca como una mula y con una salud tan a prueba de bomba que solo había estado de baja laboral por maternidad, que un dolor que parecía apendicitis ocultaba un tumor del que dicen que sólo tiene una media de supervivencia de entre el 9 y el 11 por ciento?. Después me digo a mi misma que, a pesar de los negros augurios iniciales sigo aquí, sumando prórrogas y hablándole a "mi bicho" como si fuéramos viejos amigos, en una convivencia en la que él se aviene a seguir en remisión porque cuando ha asomado la patita los cirujanos y oncólogos se dejaron la piel para rescatarme y pararle los pies y yo superando todos los temores y convencida de que, con la ayuda de Dios, de los médicos, de la ciencia que avanza cada día y de una buena dosis de suerte, me queda mucho partido por jugar.

Sé por experiencia que nadie está preparado ni hay un método para afrontar un diagnóstico de cáncer por eso, muchos enfermos superamos el pudor que nos produce el hecho de desnudar públicamente nuestros miedos y nuestras esperanzas, por si a alguien le pueden servir de ayuda, con la convicción de que del cáncer también se sale y cada día más.

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