Archivo Bumerán: La difícil sucesión en política

Los procesos de sucesión de los líderes políticos no son nunca fáciles

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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En la UCD el Duque de Suárez abandonó la presidencia del partido y su sector, el suarista, logró tras una dura batalla imponer a su sucesor en el partido Agustín Rodríguez Sahagún. Pero no duró demasiado, las luchas internas le hicieron caer a los pocos meses - en realidad ni el propio partido duraría demasiado – y los ‘suaristas’ abandonarían la UCD para crear el CDS

En aquel nuevo partido Suárez dimitiría en 1991 tras una derrota electoral. El Duque trataría de designar a su sucesor, Raúl Morodo, al frente del CDS. Pero sus propios delegados le dieron la espalda escogiendo a otro candidato. Toda una desautorización para el fundador del partido, que tras aquella crisis no levantaría cabeza.

En el Partido Comunista Santiago Carrillo dimitió en 1982 tras su derrota electoral, pero en su caso quiso seguir liderando el partido desde la sombra, algo que le llevó a pelear con su sucesor, Gerardo Iglesias hasta acabar expulsado del partido y liderando una escisión de escasa fuerza política.

Felipe González perdió las elecciones de 1996, pero esperó un año antes de formalizar su abandono del liderazgo del PSOE en favor de uno de sus delfines, Joaquín Almunia, que, no obstante no conseguiría consolidar su liderazgo durante la siguiente legislatura. Convocaría unas primarias. Si el candidato de Suárez para sucederle perdió en la votación interna, lo mismo le pasó a Felipe González, cuyo candidato al que apoyó para sucederle, Almunia, perdió en aquellas primarias (como les ha pasado a la mayoría de líderes que ha apoyado públicamente en votaciones internas: Eduardo Madina, Susana Díaz… etc).

Rodríguez Zapatero quiso intentar evitar una derrota entre su sector, que apoyaba Carme Chacón y la vieja guardia que respaldaba Alfredo Pérez Rubalcaba. Consiguió evitar ese choque mientras estuvo en el Gobierno. Pero una vez en la oposición las batallas socialistas se han prolongado durante años.

En la derecha, Manuel Fraga Iribarne dimitió por primera vez tras resultados adversos de manera fulminante. El resultado fueron dos años de luchas internas en el partido bajo el liderazgo del debilitado Antonio Hernández Mancha. En 1989 Manuel Fraga volvía aclamado a la presidencia. No para volver a liderar, sino para dirigir una sucesión más ordenada. Fue Fraga el que designó a José María Aznar, y fue Aznar el que designó a Mariano Rajoy.

La fórmula de líderes por designación que hasta ahora había evitado guerras públicas internas en el PP podría ahora verse desfasada por los nuevos tiempos políticos.