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El galeón Maravillas, mucho más que un puñado de joyas

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Pablo Delgado

Publicado el - Actualizado

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El 4 de enero 1656 a 70 kilómetros de las Bahamas, se hundía el galeón Maravillas. Venía de La Habana y su objetivo era Cádiz, llevar a salvo el cargamento de oro y plata para las arcas de la Corona, y también a las 400 personas a bordo. Fue construido nueve años antes, en 1647, pero terminó sus horas anclado a un arrecife de coral, en una oscura noche. Otro barco de la flota chocó, hizo aguas y una tormenta próxima lo hundió. Solo 45 personas lo pudieron contar. La Maravillas era la nave almiranta, la segunda después de la capitana, de aquella flota de 14 barcos.

El riquísimo cargamento ha construido leyendas en los últimos siglos y atraído a cazatesoros. Veinte años después del hundimiento, en 1677, se pudieron recuperar varias toneladas de plata. Hablamos de esmeraldas, joyas, cerámicas y porcelanas chinas… son los elementos que mejor se han conservado. Y gracias a eso conocemos qué coleccionaban, las modas y gustos de la gente de entonces. La zona es de paso para huracanes y el cargamento está dispersado en un área de 13 kilómetros.

Uno de los elementos que ha creado la leyenda del barco es una estatua de la virgen María de oro, con joyas, diamantes, a tamaño real, a tamaño de persona. Se pensaba que pertenecía al barco y que acabó muy lejos por las tormentas. La leyenda asegura que la encargó Felipe IV para salvar su alma. Esta estatua no se ha encontrado, pero se tiene la esperanza de que algún día aparezca.

Los cazatesoros han extraído hasta 1.700 piezas. La primera aproximación fue en 1972, cuando Bob Marx, un aventurero dedicado a buscar tesoros hundidos trabajó en la zona. En 1986 entró en juego otro rescatador, Herbert Humphreys. Él negoció con el gobierno de Bahamas poder investigar en un área de 60 millas cuadradas, con protección del gobierno frente a ataques que pudiesen sufrir a cambio del 20% de lo que recuperase.

Hemos hablado con la historiadora del arte Leticia Arbeteta, estudiosa de este galeón y las joyas que han aparecido. Como se conservan bien, podemos ubicarlas en el tiempo, saber si son más antiguas al naufragio. Sin embargo, los historiadores buscan otras materias más pobres, aunque muchas no persisten porque el mar las ha desecho, como telas. Si bien, la arqueología trabaja para componer un puzzle, acusa la intervención de los rescatadores porque complican el trabajo histórico. Otras piezas muy representativas del naufragio son las esmeraldas. Entonces se creía que tenían propiedades que curaban la disentería, expulsaban demonios, preservaban la castidad o ayudaban en el parto.

Herrera en COPE

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