El día en el que Michael Jordan lloró en pleno vestuario por culpa de su entrenador

Bobby Knight, uno de los técnicos baloncestísticos más duros de la historia, cumple 80 años. Así fue su encontronazo con el más grande

El día en el que Michael Jordan lloró en pleno vestuario por culpa de su entrenador

Millán Cámara

Publicado el - Actualizado

5 min lectura

6 de agosto de 1984. La selección estadounidense masculina camina con paso firme por el torneo olímpico de baloncesto de Los Ángeles. El Forum, mítico hogar de los Lakers, alberga la eclosión internacional del que será proclamado mejor jugador de todos los tiempos años después: Michael Jordan. Recién concluido el paso por la universidad, con el '9' a la espalda y a unos meses de empezar su a la postre mítica andadura en la NBA, el chaval, de 21 años, quiere comerse el mundo. Y lo hará. Vaya si lo hará.

Ese 6 de agosto, a los yanquis les toca medirse contra la República Federal Alemana en cuartos de final. En teoría, otro día más en la oficina. Lo será, pero con más zozobra que en ningún otro encuentro de la competición: Estados Unidos 'sólo' vencerá a la Alemania capitalista por 78-67. ¿Por qué? Porque Jordan tiene uno de sus días menos lúcidos en aquel verano californiano. Para deshonra del técnico del combinado nacional, legendario por su prestigio y también por su mano dura: el ahora ochentañero Bobby Knight.

El día en el que Michael Jordan lloró en pleno vestuario por culpa de su entrenador

La disciplina casi militar llevó a sus equipos a la gloria y a Knight al Olimpo de la canasta universitaria, gracias sobre todo a su etapa al frente de Indiana (1971-2000). Dios en el estado norteamericano donde el baloncesto es más religión que deporte, al cuatro veces campeón de la NCAA (tres en los banquillos y una como jugador) nunca le tembló el pulso: si tenía que tensar la cuerda al límite con sus pupilos, lo hacía sin reparos. El mismísimo Jordan pudo vivirlo en sus propias carnes nada más terminar aquel encuentro olímpico contra los alemanes.

En un equipo donde también jugaban Pat Ewing, Chris Mullin y Sam Perkins, entre otros, Knight tuvo claro a por quién había que ir. Todos ellos daban lustre a un roster de ensueño, pero la estrella venía de Carolina del Norte y estaba a punto de pasar de Mike a Michael, de niño a hombre: lo mejor, de cara a la literatura venidera, era dejar por los suelos al que pasaría a hacer lo propio con sus compañeros de equipo y cancha no mucho más tarde.

Había motivos para la bronca. Primero, a nivel colectivo, pues Estados Unidos desperdició una ventaja de 22 puntos en aquellos cuartos de final. Después, en el apartado individual, ya que el amago de remontada germánico vino espoleado por seis pérdidas y un 4/14 en el tiro de Jordan. Por eso, Knight, que ya echaba humo en la banda, explotó del todo nada más pasar el mal trago, en la intimidad del vestuario. Aunque, ya se sabe, estas cosas acaban filtrándose...

El día en el que Michael Jordan lloró en pleno vestuario por culpa de su entrenador

Para empezar (según se recuerda en Michael Jordan. La biografía definitiva, de Roland Lazenby), el preparador exigió a Jordan que se disculpase con el resto de la plantilla por su mala actuación. Por si eso no era ya suficiente humillación, el coach remató la bronca, a grito pelado, con la siguiente frase: “Deberías estar avergonzado de cómo has jugado”. Entonces, Jordan, como chaval que todavía era, se derrumbó para protagonizar una de las escenas más humanas de su carrera: lágrimas abundantes en los ojos, silencio sepulcral y estado de shock impertérrito frente al equipo en pleno mientras Knight le culpaba de todos los males habidos y por haber.

¿El entrenador hizo aquello a propósito? Por supuesto. Todos eran muy conscientes ya del potencial que tenía Jordan y de que el liderazgo de aquella selección le correspondía, Knight el primero. Lo que consiguió con aquella regañina fue liberar al monstruo en su máxima expresión: la furia que causó aquella reprimenda en el jugador se tradujo en el brillo que la selección de Estados Unidos necesitaba para acabar llevándose el oro olímpico del 84 días después.

Al poco de consumarse el triunfo contra España en la final (96-65), Jordan se dio un abrazo reseñable con su entrenador. Él y Bobby Knight apenas trabajaron juntos unos meses, pero algo del carácter del segundo dejó impronta, a buen seguro, en el del baloncestista por antonomasia.

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El historial polémico de Bobby Knight

Jordan nunca olvidaba ni olvidó, pero puede que aquella medalla dorada de Los Ángeles hiciese más llevadera la herida abierta por el propio Knight y 'su' Indiana meses atrás. Porque, sí, aquel fue el último conjunto al que MJ se enfrentó como jugador universitario.

En marzo, North Carolina se había despedido del Torneo de la NCAA ante el técnico que llevaría a la gloria olímpica al país en verano. Fue en el Sweet Sixteen, con una táctica que los Detroit Pistons, ya en el profesionalismo y con mucho mayor énfasis, también emplearían unos años después: anular a Jordan por completo. ¿Cómo? Impidiéndole campar a sus anchas por las cercanías del aro, forzándole a tirar de lejos y aplicándole un marcaje implacable.

Todo eso, sumado a dos faltas tempranas de Jordan, explicó el apagón generalizado que provocó la derrota de los Tar Heels, que aun así cayeron por la mínima (68-72). Nada tenía que ver el carácter normalmente sosegado y paternalista de Dean Smith, el técnico universitario del futuro '23', con el autoritarismo de Knight, más que proclive a los 'numeritos'.

Ejemplos los hay a patadas: el enfrentamiento con un policía en los Juegos Panamericanos de Puerto Rico de 1979 (allí también coincidió con Jordan, por cierto) que pudo haberle hecho pasar seis meses en prisión, la colleja al entrenador de Kentucky en 1974, la silla que lanzó a la cancha en pleno partido en 1985, las acusaciones de abuso verbal y físico vertidas por algunos de sus exjugadores e incluso jefes...

12 años después de retirarse (tras 46 como entrenador) y con 80 recién cumplidos, a Knight no se le ha olvidado en el seno del baloncesto estadounidense. Su estilo, rudo como ninguno pero en ocasiones ganador, marcó una época y dejó huella. Tanto como para provocar, un día, las lágrimas del hombre con mayúsculas de la pelota naranja. ¿Vale todo en pos de los triunfos? Está visto que, algunas veces, sí.