Madrid - Publicado el - Actualizado
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Termina una semana triste para los que amamos el deporte. Las acusaciones reveladas en ‘El Partidazo de COPE’ de presuntos partidos amañados por el Eldense, hasta cinco, incluido el encuentro ante el filial del FC Barcelona, siembran de nuevo la duda en el fútbol español. Y la gravedad se incrementa si uno escucha en COPE al director general de FederBet asegurando que “cada semana dos o tres partidos son sospechosos en Segunda B y Tercera”. En el caso del Club Deportivo Eldense, las presuntas irregularidades se habrían producido una vez que los nuevos propietarios tomaron el control del club en enero. ¡Cada jugador implicado habría ganado por partido hasta 60.000 euros!
Todos somos conscientes de que Segunda B es una categoría a caballo entre el fútbol profesional y el amateur. Y también del riesgo que supone que el cáncer de los amaños se extienda como cual metástasis al fútbol profesional.
La madrugada del miércoles, tras acabar ‘El Partidazo de COPE’ y de regreso a casa, recordaba uno de los pasajes que ha escrito y le he oído en multitud de ocasiones a uno de nuestros colaboradores, John Carlin. Recordaba cómo en 1995 Nelson Mandela tenía que entregar la Copa del Mundial de Rugby a su equipo, los Springboks. En aquel entonces, el país se encontraba en transición tras el derrumbe del apartheid y su llegada a la presidencia del país en mayo de 1994. Mandela dio todo su apoyo a un equipo que sólo contaba con un jugador negro. Tras su triunfo en el último partido, a pie de campo, una periodista le preguntó al capitán de los Springboks qué había sentido al tener a 62.000 aficionados apoyándoles en el estadio. En aquel entonces y mirando al cielo, Pienaar le susurró: “con nosotros estaban 43 millones de sudafricanos”.
Los millones de aficionados al fútbol en España son la prolongación de quien suda la camiseta en el césped. De quien se sienta en un despacho a gestionar un club. Son quienes lanzaban reproches a puertas de la comisaría a los jugadores del Eldense presuntamente implicados en el amaño.
Con las graves acusaciones que he tenido entre mis manos esta semana, he interiorizado cómo antes dirigentes de algunos clubs trataban de hacer muchas cosas y ahora tan solo pretenden ser muchas cosas. Cueste lo que cueste. He aprendido que el Deporte debe estar hambriento de acciones, no de palabras. Que organismos como la Federación deben pasar de la indignación al compromiso en situaciones como la que hemos vivido. Que como en la final de los Springboks, un equipo, una disciplina como el fútbol se forja no solo por lo que ha sido en su Historia sino por lo que aspira a ser con honradez. He aprendido cómo la ambición (interpelada de forma positiva) es un producto de la resistencia. Y cómo cuando un modesto club pelea y es resistente en su trayectoria conserva la voluntad de construir algo mejor.