Cádiz CF

La otra crónica del Osasuna 2-0 Cádiz, por Pepe Ortega

Poco más pudo hacer el Cádiz que, aunque le puso ganas, arrastra problemas evidentes de calidad y nadie asegura que las soluciones solo se encuentren en la enfermería

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El juego de un C.A Osasuna a medio gas evidenció, aún más si cabe, los problemas de calidad que arrastra Sergio González en sus onces. El técnico cadista sorprendió con la entrada del canterano Mamady Diarra por la derecha, Awer Mabil en banda izquierda y un doble pivote por Fali y Tomas Alarcón. Sobre el césped de El Sadar, estadio difícil por lo que aprieta la grada, los rojillos hicieron lo que están acostumbrados a hacer por el bueno de Jagoba Arrasate: someter al rival con una presión intensa, robar el balón y salir rápido en pocos toques en busca de Ante Budimir y el Chimy Ávila con buenos centros laterales. Esos automatismos y ese saber a qué jugar faltaron en el cuadro comandado por Sergio González. Pero, al igual que no se puede empezar la casa por el tejado, tampoco se puede empezar a construir sin tener los materiales necesarios para la obra. Y así está el técnico cadista: sin posibilidad de plasmar su idea de juego porque no tiene los efectivos, ya sea por lesión o porque los fichajes determinantes no llegan.

Su once en El Sadar era un claro ejemplo de pedir auxilio: Fali, como parche en la medular; Mabil, que llevaba escasos minutos disputados en primera división; y Mamady Diarra que, a pesar de que fue de lo más destacable del Cádiz, no deja de ser un jugador muy joven con mucho fútbol por delante. En cuanto al partido, volvieron a repetirse escenas de la jornada anterior: falta de contundencia en defensa, nula concentración a la hora de recuperar en segundas jugadas y un centro del campo que ni creaba ni era capaz de neutralizar las combinaciones por dentro y las aperturas a bandas de los rojillos. Aun así, no todo fue negativo. Mamady Diarra y un Lucas Pérez participativo lideraron las acciones más peligrosas del ataque amarillo, pero ni a portería vacía fue capaz el delantero gallego de meter el primer gol de la temporada. Aunque la pelotita no quiera entrar, gozar de ocasiones así siempre es buena noticia. El equipo hace daño, no está muerto.

Los dos penaltis pitados por Mateu Lahoz: el primero de Ledesma en una salida precipitada del argentino que se lleva por delante a Ante Budimir y el segundo de Víctor Chust en un error de entendimiento con su portero, pusieron cuesta arriba una remontada de un Cádiz al que, con muy poco, le buscaban las cosquillas. Dos minutos antes del penalti sobre Kike García, Tomás Alarcón, que no cuajó un buen encuentro y que recibió amarilla en la primera mitad, vio la segunda tarjeta y dejó al equipo con diez. Poco más pudo hacer el Cádiz que, aunque le puso ganas, arrastra problemas evidentes de calidad y nadie asegura que las soluciones solo se encuentren en la enfermería.