Corpus Christi

Brillos sacramentales para un Jerez entregado al Santísimo

Las trazas del medio centenar de alfombras convertidas en un contínuo tapiz de sal o las nutridas representaciones en su cortejo contribuyeron a una preciosa tarde eucarística

Gabriel Álvarez

Jerez - Publicado el - Actualizado

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El imponente ambiente vivido en la calle Larga la tarde noche anterior era un presagio. Centenares de personas ya se arrodillaban aunque aún no estaba el Santísimo en su recorrido. Era preciso dejar dibujado en el suelo el cariño de Jerez a esta solemnidad cristiana. Y las cuarenta y nueve alfombras que fueron anunciadas terminó convirtiéndose en una sola porque los lienzos fueron unidos dando al conjunto una uniformidad que, dentro del contenido específico de cada hermandad, le proporcionó un aspecto verdaderamente agradable entre el comienzo de Lancería hasta la Plaza del Banco.

Los brillos del domingo desde la amanecida, porque el día venía bonancible en lo meteorológico, puso en suerte una jornada del Corpus Christi luminosa. Los paseos por el lugar a mediodía, la actividad en la Catedral desde temprano, la solemne eucaristía, las palabras de monseñor José Rico Pavés... Todo inflamaba el gozo sacramental. El misterio de lo celebrado era evidente. Su pulsaba en el ambiente, incluso dentro del primer templo diocesano en el que las llamadas de atención para que se hiciese el silencio antes de la celebración era poner puertas al campo. El bullicio dio forma a la expectación.

Y fue colocada la hostia consagrada en el viril de la custodia ya preparada en la carroza sacramental que labrara en su día Gabella. Casi al unísono, las representaciones eran organizadas en la puerta principal de la Catedral. Se ocupaba la Hermandad de la Amargura, escogida este año por la Unión de Hermandades entre las sacramentales de la ciudad para esta coordinación. La procesión ya en la calle, el público esperando en el Reducto catedralicio bajo un sol de justicia, y la agrupación abriendo marcha mientras al Santísimo lo aguardaba la Banda Municipal. Dos horas de marcha por delante.

El volumen de público en las calles iba dependiendo de los enclaves. Pero el calor humano cercano al Santísimo era irreprochablemente elocuente de cómo siente la ciudad su aparición en las calles. Es devoción y también historia, tradición y respeto. Y se ponía el sol tan visible desde lo alto del Reducto cuando, tras cruzar Arenal, Larga, Plaza del Banco (con alguno de los cinco altares previstos), Tornería o José Luis Díez, la carroza con la custodia ya estaba ante la fachada de la Santa Iglesia Catedral. Los agradecimientos del obispo diocesano, una vez completada la reserva del Santísimo, evidenciaban el resultado.

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